Por Francisco Ortiz Pinchetti
Hace rato que vivir en la Ciudad de México es un desafío. El crecimiento anárquico y desmesurado de la capital a través de muchas décadas nos ha llevado a una normalización del caos. Convivimos cotidianamente con los problemas viales, la escasez de agua potable, la insuficiencia e ineficacia del transporte público, el tráfico desquiciado, la contaminación atmosférica y auditiva, la inseguridad, el ambulantaje, la corrupción policiaca, el burocratismo, las deficiencias de los servicios públicos, las extorsiones, la apropiación impune del espacio público y un montón de etcéteras más.
A nuestra desventura se han sumado en meses recientes otras dos calamidades –no del todo nuevas, es cierto–, cuya gravedad parece no tener límite. Ambas están relacionadas con la movilidad y el transporte, dos rubros de por sí ya insoportables.
Una de ellas es la proliferación explosiva de baches en nuestras calles, lo mismo en vialidades interiores que en vías primarias. La administración de Claudia Sheinbaum Pardo como jefa de gobierno de la CDMX, acompañada de los alcaldes de las 16 demarcaciones, dejó literalmente destrozada a la ciudad. Bombardeada, diría yo.
Cualquiera puede constatar esa situación aún en zonas residenciales como la colonia Del Valle, en la alcaldía Benito Juárez. Un ejemplo es la calle de Moras, donde circular se convierte en un juego de azar en el que sin duda se pierde: es imposible evadir decenas de baches y ondulaciones en el asfalto. Recorrerla es una aventura fascinante, me cai.
Pero también, poníamos, abundan en las más importantes vialidades primarias, lo que debido a la velocidad con que se circula por ellas convierte a esos huecos en peligrosas trampas de accidentes graves, aun mortales. Están en Insurgentes Sur, en la calzada de Tlalpan, en el Paseo de la Reforma, en los ejes viales, en la calzada Zaragoza; pero también en el Circuito Interior y aun, aguas, en el Anillo Periférico.
El problema es de tales dimensiones que la más reciente encuesta trimestral del Inegi sobre Seguridad Pública Urbana (ENSU) indica que el tema de los baches es el que más preocupa a los capitalinos, inclusive por encima de la inseguridad. El 81.7 por ciento de los entrevistados –esto es, ocho de cada 10–, se manifestó en tal sentido.
La nueva jefa de Gobierno capitalina, Clara Brugada Molina, reconoció al inicio de su gobierno que en la CDMX hay actualmente un promedio de 800 baches por colonia. Y en la ciudad existen mil 812 colonias. Si Pitágoras no era peluquero, eso significa un total de más de un millón y medio de hoyos en el pavimento. Aceptó también que tan solo en las 169 vialidades primarias de la CDMX hay alrededor de 80 mil baches. Los efectos directos de esta calamidad son mayor asentamiento del tráfico –en una urbe donde circulan 6.5 millones de vehículos– y daños físicos de leves a graves a los vehículos. Reclamar indemnización al gobierno es una calamidad adicional que por supuesto no le recomiendo.
Brugada Molina, es cierto, ha asumido el problema. En octubre pasado puso en marcha un programa para parchar huecos, al que denominó Bachetón, “con la intención de no detenerlo hasta que acabemos con todos los baches de la ciudad”. Dijo: “queremos una ciudad con cero baches y eso no es rápido, porque nos pusimos de acuerdo con los alcaldes y alcaldesas desde antes que entráramos a gobernar, empezamos a hacer diagnóstico con ellos”. Y puso un ejemplo: solo en las primeras 56 colonias registradas hay 42 mil baches, eso significa un promedio de 800 baches por colonia, “pero hay algunos que tienen hasta dos mil o tres mil baches”.
Lo malo es que el pasado 15 de febrero, tres meses después de iniciado el programa, Clara nos informa que ya se han reparado 40 mil 653 baches, poco más de 13 mil por mes. Y presume: “¡vamos por más!”. Basta bajar la calculadora en su celular y hacer un par de operaciones para estimar cuándo tiempo llevará acabar con todos los hoyos y tener esa ciudad de “cero baches”… sin contar a los que nuevos huecos que surjan en ese lapso. ¡Se les ira el sexenio sin alcanzarlo!
La otra calamidad es la multiplicación de los bloqueos viales, como forma de protesta ciudadana. Vecinos, locatarios de mercados, médicos, campesinos, padres de familia, usuarios de la CFE, estudiantes, mujeres, ambientalistas, transportistas, que están por supuesto en su derecho de manifestarse, recurren a este medio que ha resultado ser eficaz en muchos casos como única manera de lograr la atención de los medios… y de las autoridades.
Cada día hay diez, doce bloqueos en diferentes zonas de la capital, algunos con efectos verdaderamente catastróficos como los realizados hace una semana en la calzada de Tlalpan y que afectó a entre veinte y treinta colonias del centro y el sur de la ciudad, durante seis horas. A cada rato hay cortes en Insurgentes, en la avenida Cuauhtémoc, en la calzada Camarones, en Patriotismo. Dondequiera, pues.
Estos bloqueos, a través de plantones o marchas, sobre todo cuando incluyen al servicio público como el Metrobús, implican no solamente la pérdida de millones de horas-hombre, sino graves perjuicios de todo tipo a todos los estratos de la población (empleados, obreros, burócratas, estudiantes, comerciantes, profesionales, empresarios) y aun pérdida de vidas en el caso de enfermos que no pueden ser trasladados.
Aunque todavía no tenemos datos actualizados que incluyan las múltiples movilizaciones de las semanas recientes, según estadísticas gubernamentales entre el 5 de diciembre de 2018 y el 31 de julio de 2023 (el gobierno de Sheinbaum Pardo en CDMX) se efectuaron 16 mil 431 manifestaciones entre concentraciones, mítines, bloqueos, marchas, plantones o rodadas, en las que participaron siete millones 392 mil 241 ciudadanos; en promedio, por cada una asistieron 449 personas. (Y su frecuencia en la capital se ha incrementado notablemente en las últimas semanas).
Los temas más recurrentes en el lapso registrado, pone el informe recogido por La Jornada, fueron laborales, de vivienda, jurídicos, de comercio ambulante, transporte, tenencia de la tierra, obra pública, programas sociales, agua, servicios urbanos, del espectro político, educación y comercio informal de organizaciones indígenas, finanzas, contingencia por covid-19, medio ambiente, social, salud y cultural. Y la mayoría se realizaron en las alcaldías Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Coyoacán, Álvaro Obregón y Venustiano Carranza.
Independientemente de la validez de las causas de esas protestas, éstas reflejan tanto la ineficacia de las autoridades de todos los niveles de gobierno como la determinación demagógica de tolerarlo todo en aras de un mal entendido respeto a las libertadas ciudadanas. Se evade el hecho de que la libertad de unos tiene como límite los derechos de terceros. Actuar en consecuencia no implica por supuesto una represión, sino talento en el ejercicio de la autoridad legítima y recursos como la negociación, la solución oportuna de los problemas urbanos y sobre todo la atención expedita de los reclamos ciudadanos. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
“MUJER MARAVILLOSA”. Tras el reconocimiento de Trump a la Presidenta de México por darle la idea genial de emprender en EU una campaña publicitaria sobre los riesgos del consumo de drogas como el fontanillo, bien haría Claudia en enviarle un mensaje al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, en el que le sugiera modificar la constitución de su país, como acá, para prohibir las invasiones extranjeras. Con eso pararía seguramente de golpe la infame agresión rusa contra su nación, que este lunes cumple ya tres años. Digo.
@fopinchetti