Por Hermann Bellinghausen
Escribe el historiador israelí Sholomo Sand: Aunque nunca fui un verdadero sionista, me enseñaron a ver el país como un refugio en tiempos de necesidad para los desplazados y perseguidos judíos que no tenían otro sitio adónde ir. Isaac Deustcher había entendido el proceso histórico que condujo al año 1948 como la historia de un hombre que salta desesperado desde un edificio en llamas y hace daño a un paseante al aterrizar (en Los judíos no judíos y otros ensayos, 1968). La Nakba no dañó a un paseante, condenó a la futura aniquilación a un pueblo entero cuya identidad desdeñó desde entonces el nuevo Estado protoeuropeo.
Su construcción ideológica, netamente militar con fines expansivos, convirtió en La Ley una tradición teológica y mítica, y sin fundamento objetivo inventó
una nación. Con no muy distinto cinismo crearon Estados Unidos los Padres Fundadores, con su inalterable Constitución como tabla mosaica para la Tierra Prometida. Ambos países operan hoy en los territorios usurpados. Son hermanos de sangre: la sangre derramada de los pobladores originales, cuya legitimidad cancelaron de un plumazo. En ambos casos ello se tradujo en genocidio tipificado según las leyes contemporáneas. Los dos impunes. ¿Cómo no iban a ser aliados? Bueno, además de que mucha de la riqueza material estadunidense se encuentra en manos de sionistas, ciudadanos de ambas naciones.
Como ha señalado Sand, en el momento clave de 1967, apenas pasada la Guerra de Seis Días (la cual transformó a Israel en una potencia expansionista que se apropiaba territorios y expulsaba o mataba a sus pobladores), Deustcher no podía prever los colosales cambios que llegarían a remodelar a Israel como consecuencia de su victoria militar y de su expansión territorial, unos cambios que no guardaban ninguna relación con el sufrimiento judío por las persecuciones y que ciertamente no se podían justificar con el sufrimiento del pasado
. Sand admite el pesimismo que dejó el resultado a largo plazo de esta victoria, pues reforzó la visión de la historia como un escenario de continua inversión de papeles entre víctima y verdugo, ya que los perseguidos y desplazados a menudo emergen posteriormente como los dominantes y perseguidores
(La invención de la Tierra de Israel, Akal, Madrid, 2012). Por lo demás, a ninguna comunidad religiosa con una variada afiliación dispersa entre diferentes continentes se le concedió nunca semejante derecho de posesión
.
El saldo del Israel terrorista (que en sus orígenes, antes de 1948, pareció marginal, de loquitos
como Ménahem Beguín, quien no obstante gobernaría el país y ganaría el Nobel de la Paz) tiene su logro mayor en transformar al enemigo
, con terror y muerte, en terrorista; bajo tal argumento se adjudicó el derecho de aniquilarlo como a bestias (término usado por sionistas de todo el mundo para referirse al pueblo de Palestina) con aquello de la mejor defensa es el ataque
.
Israel lleva todas sus décadas humillando y rebajando a los y las palestinas para animalizarles
. Los divide, los quiebra con tortura física y sicológica, les borra fronteras, corta caminos, derechos y edificios negándoles cualquier condición ciudadana.
Una técnica de terror que condujo a la esperada desesperación. Y un pueblo desesperado se vuelve violento, precisamente lo que Israel necesitaba de Palestina: que su nombre significara terrorismo
para la opinión pública occidental, y un artículo de fe para los hebreos, enteramente militarizados, pues todos son o han sido soldados de un ejército muy letal, y ven cualquier crítica o apoyo a Palestina como intentos malintencionados de negar
al Estado judío, de socavar su derecho sagrado a prevalecer. Un derecho por lo visto más intocable que los derechos humanos, cuyo inconveniente reside en que considera humanos a todos por igual.
Duele leer a la inteligentsia mexicana burguesa de origen judío defendiendo o callando ante el exterminio. Nunca lo han notado. En 1956, David Ben-Gurion ya consideraba anexar Gaza y el desierto de Sinaí, pero no logró consenso. Sinaí, conquistado en 1967, resultaría inútil para Israel, por lo que lo devolvió a Egipto. Conserva, hasta la fecha, un territorio sirio en Golán, mismo que pretende ampliar en la actual coyuntura al fin del régimen de los Assad. Como los estadunidenses del siglo XIX, Israel necesita
más espacio, tiene caderas estrechas
. Así fue que Estados Unidos se apropió de medio México y compró abusivamente territorios a Francia y Rusia, y mediante un golpe de Estado en 1887 se anexó Hawai.
El mapa en construcción de Gran Israel comerá tierras de Siria, establecerá una frontera falsa con Líbano, amarrando con Egipto, Turquía, Jordania y Arabia Saudita una trama de límites seguros
. Como paso indispensable arrasa Gaza y devora Cisjordania. El terror sistemático de Israel convirtió a Palestina en bomba de tiempo, cuyo estallido en 2023 estaba en la médula de sus planes de expansión. Sintomáticamente, Benjamin Netanyahu no pudo asistir al 80 aniversario de la liberación de Auschwitz: no lo fueran a capturar como criminal de guerra.