Por Willivaldo Delgadillo*
En 2011 Javier Sicilia recorrió una parte del país recogiendo los testimonios de las víctimas de la violencia. La Caravana del Consuelo se inició en Cuernavaca, Morelos, y se dirigió a Ciudad Juárez, Chihuahua, porque el poeta había declarado que Juárez era el epicentro de la tragedia. El activismo juarense respondió que también era epicentro de la esperanza y de la resistencia. La caravana terminó con un encuentro de colectivos de víctimas y organismos de la sociedad civil.
Magdiel Sánchez, activista clave en este proceso, recuerda que la decisión de marchar a Ciudad Juárez se basó en el reconocimiento del trabajo organizativo y la respuesta histórica que desde ahí se había dado al tema del feminicidio. La urbe fronteriza concitaba solidaridad y al mismo tiempo respeto, porque desde el inicio del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa ahí se había marchado contra la guerra.
El papel que jugó la caravana para visibilizar a las víctimas, así como para legitimar su dolor y reclamos, fue enorme y tal vez no ha sido suficientemente aquilatado. Para que pudiera llevarse a cabo, fue necesaria una gran labor organizativa. Además de la autoridad moral derivada de su posición como territorio victimizado, en Ciudad Juárez existía un sujeto político con posibilidades logísticas, capaz de articular propuestas y de contribuir a la construcción de un movimiento nacional. Esto mismo fue reconocido en procesos subsecuentes, como el Tribunal Permanente de los Pueblos, capítulo México, cuya audiencia general introductoria se llevó a cabo en Juárez en junio de 2012.
En agosto de 2018 se iniciaron los foros por la Pacificación del País, promovidos por el equipo de transición del entonces presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. Una vez más se recurrió a Ciudad Juárez como plataforma. El objetivo era formular una solución pacífica a la turbulenta situación del país. El foro no contemplaba discutir la abrogación de la Ley de Seguridad Interior, pero luego de que un grupo de activistas se aprestó a organizar una mesa especial en una carpa afuera del recinto oficial, los organizadores cedieron y el tema se incorporó a la agenda. En esa discusión participaron integrantes del histórico Frente Plural Ciudadano y del Grupo de Articulación Justicia en Juárez, así como un representante del colectivo Seguridad sin Guerra. Se argumentó sobre la necesidad de abrogar la Ley de Seguridad Interior como premisa para la pacificación del país, y se alertó sobre las implicaciones negativas de tener una ley que facultara al Ejército para intervenir ante cualquier sospecha de amenaza a la seguridad interna. También se rechazó la idea de hacer una policía nacional militarizada con mando único. Se denunció que la militarización había traído consigo que las policías locales tuvieran una política de exterminio hacia los jóvenes.
Al final del evento se informó que no habría plenaria porque algunas mesas no tenían listas sus conclusiones. La fragmentación de los testimonios es una constante de este tipo de foros apresurados, diseñados con fines mediáticos. De ahí que no alcancen a convertirse en procesos que permitan planteamientos integrales, y quedan en meros actos protocolarios.
Este proceso no fue la excepción. A partir de entonces, su realización fue accidentada. Desde su concepción había un problema fundamental. Los trabajos fueron impulsados por la Secretaría de Seguridad Pública, con Alfonso Durazo Montaño al frente, y no por la Secretaría de Gobernación a través de la Subsecretaría de los Derechos Humanos. La incompetencia en el diseño de estos ejercicios no es solamente una constante, sino también una estrategia del poder para suprimir las voces colectivas.
Los foros fueron interrumpidos unas semanas después. Alfonso Durazo, el entonces virtual secretario de Seguridad Pública, arguyó que al gobierno electo le urgía sistematizar la información. Entonces se habilitó una página web diseñada para recibir planteamientos y propuestas. Para esas fechas era inminente un rompimiento con un sector significativo del movimiento de víctimas. La asignatura sigue pendiente.
* Profesor de la Universidad de Texas. Novelista, ensayista y traductor. Su libro más reciente es Fabular Juárez: marcos de guerra, memoria y los foros por venir. Premio Chihuahua 1995