Toda semejanza con la realidad…

Por Guadalupe Ángeles

El sino de Lestrigón, de Ney Antonio Salinas, cumple la vieja promesa de la literatura: hacernos vivir múltiples vidas, ya que en esta novela ‒autodenominada negra‒ el antihéroe padece diversos destinos que cambian de tonalidades cada capítulo como a golpe de caleidoscopio, pero todos ellos lo alejan de una vida común y cumplen la función de crear un fresco donde brillan los colores de la realidad más infame con destellos de una felicidad siempre imposible, inalcanzable.

Acompañamos a este personaje sin nombre verdadero (como si no fuera cierto que todo en literatura es a su modo verdadero) en su travesía vital impregnada por el enrarecido aire de la desgracia, y aunque ha sido arrastrado a separarse de sí mismo por hechos cuya huella más definitiva es lo más oscuro de la condición humana, ello no impide que podamos contemplar (en una escena de las más logradas en esta obra) su piedad infinita ante la crueldad humana dando la libertad a un pobre caballo cuya andadura se asemeja mucho a la de él mismo.

Las múltiples anécdotas me llevaron a otros años en mi vida y entraron de alguna manera en mi sueño tras la relectura de esta obra magnífica de hechura férrea, nada simple, pero accesible en su lectura, bien dicen que en la escritura lo más difícil de redactar es lo que le resulta al lector lo más diáfano.

Para nada novela moral, eso no le conviene a la novela negra, y en esta, he de decirlo, el dibujo exacto de este antihéroe (doloroso de principio a fin, que recibe la visita nocturna de mares oscuros y sueños de crímenes) constituye esa virtud que permite a quienes nos internamos entre sus páginas advertir el oficio de su creador, quien no teme utilizar el lenguaje coloquial para dar verosimilitud a sus personajes y de esta forma imprimir el dinamismo necesario a su narración para que nunca decaiga el interés del lector.

Celebro a Valkiria Eos Editorial por la elección de esta novela para formar parte de su acervo.

Tras su lectura, queda la sensación de haber compartido con su autor tardes interminables de café y tabaco en las que solo se escucha el correr de la pluma por el papel, o el ruido característico de dedos ágiles sobre el teclado.

(Salinas, Ney Antonio: Sino de Lestrigón. Valkiria Eos Editorial, México, 2021). 

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