De los ‘tanprontistas’ a la casa de Houston

A la memoria de Becky Castro, con todo mi amor.

Por Francisco Ortiz Pinchetti

La opulencia siempre ha sido un mal endémico de los políticos mexicanos. Y también una obsesión profesional de periodistas críticos, libres y metiches empeñados siempre en escudriñar la manera de vivir de los hombres públicos y sus familiares: es nuestro deber.

Esto viene de hace muchos años. Al menos desde los cincuenta del siglo pasado, cuando la revista Presente fundada en 1951 por un grupo de periodistas encabezado por Jorge Piñó Sandoval, se dedicó básicamente a descubrir y denunciar la opulencia de los “tanprontistas”, como la publicación llamaba a los funcionarios del gobierno de Miguel Alemán Valdés que “tan pronto” como tuvieron un cargo importante adquirían o construían mansiones sobre todo en los rumbos de las Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México.

Durante 36 semanas, la revista dedicó al tema reportajes en los que describía las casonas de los alemanistas, y criticaba en editoriales y caricaturas el súbito y sospechoso enriquecimiento de los altos funcionarios, así como la opulencia y ostentación en que vivían. Hasta que la censura gubernamental la clausuró y Piñó Sandoval tuvo que irse a la Argentina.

Esa fue una de las líneas que siguió en su momento el semanario Proceso, dirigido por Julio Scherer García a partir de su fundación en 1976. La opulencia de los políticos fue tema de numerosas investigaciones periodísticas de la revista, en muchas de las cuales participé. Entre otros, estuvieron los reportajes de Ignacio Ramírez sobre el llamado “Partenón” de Arturo Durazo, jefe de la policía del entonces Distrito Federal, durante el gobierno de José López Portillo, en Zihuatanejo, Guerrero. El reportero se hizo pasar por albañil para entrar en la casona en construcción y así pudo describir sus dimensiones insólitas y sus instalaciones.

También reseñó Nacho otra mansión de Durazo en el Ajusco. Construida sobre un predio de 20 mil metros cuadrados, la mansión tenía galgódromo, cortijo, lagos artificiales, alberca techada, salón de juegos, discoteca, canchas de tenis y futbol, campo de tiro, caballerizas, helipuertos y juegos infantiles.

Me tocó como reportero encontrar, documentar y describir varias de las propiedades de la familia López Portillo, como la casa de su hermana Refugio en la salida de la carretera libre a Cuernavaca, forrada totalmente de maderas preciosas. En Acapulco encontré la casa de playa del ex presidente, que por cierto al término de su mandato en 1982 pidió perdón a los pobres y marginados de este país ”por no haber acertado todavía a sacarlos de su postración”.

La residencia frente a la bahía se llamaba Villa Marga Mar. Era una mansión blanca, por cuyos ventanales inacabables entraba toda la bahía de Puerto Marqués. Ocupaba un terreno de tres mil 325 metros cuadrados junto al mar. Tenía, claro, playa propia Y un muellecito también blanco. Fue el refugio acapulqueño de José López Portillo, una residencia de lujo que perteneció al multimillonario Melchor Perusquía Villarreal que fue totalmente remodelada por su nuevo propietario, que entre otras cosas construyó un estudio sobre el mar y una cancha de tenis.

Y desde luego, la célebre Colina del Perro, el conjunto que don Pepe se hizo edificar en una loma de Cuajimalpa.

Uno de mis trabajos especiales durante ese sexenio fue acerca del rancho de Carlos Hank González en Santiago Tianguistenco, Estado de México, donde tenía un pequeño zoológico. Formó parte de una serie de reportajes sobre el emporio del entonces jefe del Departamento del Distrito Federal. También publicamos en Proceso la casa del profesor en Connecticut, Estados Unidos.

Otra veta informativa fue precisamente la peculiar fascinación de los políticos por el mar. En un extenso recorrido por todos los litorales de la República para documentar la apropiación ilegal de las playas por particulares encontré casas de Luis Echeverría en Cancún y Cozumel, de Miguel Alemán en Acapulco, del gobernador de Sinaloa Antonio Toledo Corro en Escuinapa, de Miguel de la Madrid Hurtado en Nuevo Vallarta, entre otras.

También publiqué, ya a finales del gobierno salinista, una investigación sobre la hacienda Las Mendocinas, de Raúl Salinas de Gortari, el hermano incómodo del presidente. Una propiedad de 176 hectáreas ubicada en las inmediaciones de Huejotzingo, Puebla, a la vera de los volcanes. Fue un trabajo complicado dado que la propiedad estaba totalmente cercada y permanentemente vigilada por guardias. Logramos finalmente describirla. Tenía 14 habitaciones, capilla, un lago, huerto, caballerizas, helipuerto, lienzo charro, tres casas de visita tipo chalets…

Algo que siempre me ha sorprendido –e intrigado— es la prisa de los políticos por gozar lo antes posible de una vida opulenta y, si se puede, ostentosa. Fue justo el caso de los “tanprontistas” del alemanismo y es el de los “tanprontistas” de hoy. No pueden resistir la tentación. Tampoco podemos los periodistas dejar de escudriñarlos. Válgame.

DE LALIBRE-TA

LA DIFERENCIA. Decía el periodista Julio Scherer García: “La vida privada de los hombres públicos es de interés público y por lo tanto periodístico; con su vida íntima no podemos meternos”.

@fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti

Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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