Por Jesús Chávez Marín
— 4 marzo 1990. Un aforismo que me encanta, porque me evoca una nostalgia indefinida y, de una manera un tanto extraña, gozosa, es este:
El aguacero besó los sueños y uno sin saberlo dejó el olor suplicante a barro y alborozo.
Son tres versos de un poema completo que se titula Al abrir la puerta de mañana. Pues resulta que al día siguiente de esa cita, el lunes, cayó en nuestra ciudad el primer aguacero del año, y siguió lloviendo hasta el jueves.
Mucho se ha escrito sobre las voces proféticas de la buena poesía, y ahora me gusta pensar que esos dos versos de Guadalupe, fueron escenario de uno de esos ritos donde un poema llama a la lluvia, y desde octubre no llovía en Chihuahua.
Los poetas tienen una lucidez que está por encima y por debajo de la módica lógica de interés social y salita comedor. Este tipo de casualidades se dan muy seguido en su vida, el arte es también un sistema de conocimiento.
El poema al que se refiere esta nota viene en el libro Redes, de María Guadalupe Guerrero Olivares, Editorial Praxis Dos Filos; publicado en Zacatecas, 1987. Aquí puede usted comprarlo en la Librería Humanitas, de Saúl Guerrero.
Marzo 1990