Por Bernardo Barranco/ Proceso
— El Frente Nacional Anti-AMLO (Frenaaa) ha pasado de tomar las calles desde los coches para hacer plantones en tiendas de campañas semivacías. El rezo del Rosario, imágenes de la virgen de Guadalupe, detentes y crucifijos no fueron accidentes, la derecha católica militante se hizo presente.
La actitud de odio, la exaltación de enojo y el discurso tosco se mezclaron ahí entre creyentes y no creyentes. La meta de Frenaaa es lograr la dimisión del presidente López Obrador por todos los medios. Sus argumentos son vehementes: AMLO es un dictador, nos lleva al comunismo y el país se “venezualizará”.
Frenaaa carece de una agenda política medianamente compleja, tampoco ha elaborado un proyecto de país. El rechazo categórico hacia AMLO se convierte en el todo, es una pulsación de violencia simbólica fundamentalista. Su designio es el remplazo del Ejecutivo presidencial como una herramienta de aniquilamiento. Después Dios dirá, quizá nuevas elecciones, un solo candidato y reconstruir el país.
Estamos ante el estremecimiento de un sector de la clase media que no acepta el mandato de las urnas y no ha encontrado eco en los partidos.
Frenaaa refleja la debilidad y el fracaso de los partidos políticos en México. Su alejamiento de la sociedad y la dificultad de canalizar el descontento de los ciudadanos propicia la aparición desordenada de movimientos sociales disímiles. A más de dos años, éstos aún siguen conmocionados por la derrota electoral y no acaban de recomponerse. Las manifestaciones callejeras de Frenaaa reflejan la frustración de la política y la profunda crisis de todos los partidos políticos.
El dirigente de Frenaaa, Gilberto Lozano, es un personaje que raya en lo patético. Bajo un discurso radical de confrontación, el hombre de negocios norteño ha encontrado eco entre algunos ciudadanos que perciben como amenaza al gobierno de la 4T. Arropado en la arenga civilista radical, Lozano encubre un fundamentalismo empresarial. Gilberto Lozano está ante AMLO, en modo patrón: pretende despedirlo por ser ineficaz y no dar los resultados deseados.
En realidad, Lozano refleja el malestar de una derecha empresarial radical que resiente sus intereses afectados, que tiene que pagar impuestos y ha perdido las formas de hacer negocios a costa del sector público.
Frenaaa y Gilberto Lozano carecen de un discurso consistente. Afloran sus contradicciones y la carencia de un corpus doctrinal. Por ejemplo, se autodefine como un movimiento cívico y civilizado, pero despliega un lenguaje de odio, no sólo contra AMLO, sino contra cualquiera que no piense como ellos.
Se proclama pacífico y coquetea con las fuerzas armadas, sus miembros exaltan como ejemplo “el golpe pacífico” en Bolivia.
Frenaaa rechaza y denuncia la supuesta injerencia extranjera de Venezuela y Cuba en México; sin embargo, le escriben a Donald Trump para que endurezca el gobierno norteamericano su enfoque hacia México.
Frenaaa habla supuestamente en nombre de todos los mexicanos a quienes dice respetar. Pero es clasista, además rechaza el aborto y considera las manifestaciones feministas una “pandemia peor que el coronavirus”.
Abiertamente misógino, Lozano llamó en videos “vil ramera” a la alcaldesa de Atizapán, calificó de pendeja a Tatiana Clouthier y a Claudia Sheinbaum la calificó de “señora soviética”.
Homófobo al calificar de maricones a sus malquerientes, como lo hizo con el sacerdote Alejando Solalinde, al que calificó como “verdadero idiota, pelón y mayatón”. En suma, es antiderechos de mujeres y de las minorías.
Gilberto Lozano predica que en Frenaaa caben todas las confesiones religiosas. Sin embargo, gran parte de su base social proviene de la ultraderecha católica. El discurso anticomunista de Frenaaa tiene un fuerte linaje católico de la Guerra Fría. Dicho esquema ideológico de confrontación resultó rancio después de la caída del Muro de Berlín.
Sin embargo, es un discurso conservado por la ultraderecha católica porque es parte de su identidad y su vehemente militancia, alimentada por el enemigo externo. La ultraderecha católica está vinculada orgánicamente a la Iglesia Católica y a sectores conservadores del clero, se caracteriza por pretender instaurar un orden social cristiano con el propósito de construir una sociedad regida por los valores y designios cristianos.
Es heredera de lo que el sociólogo francés Émile Poulat denominó catolicismo social intransigente, es decir, una apuesta histórica rígida e inamovible que no está a debate, cuyas raíces se remontan por el tajante rechazo de los valores y sistemas sociales construidos por la modernidad.
Aunque adoptan un capitalismo bautizado, pugnan por un pasado idealizado. La ultraderecha católica en México ha estado rodeada de secretismo, tiene diferentes rostros, como El Yunque, Muro, Guía, Dhiac, y mantiene la dirección en grupos conservadores, como Pro Vida, la Unión Nacional de Padres de Familia y el Frente Nacional por la Familia, así como presencia en cientos de organizaciones de la sociedad civil, de caridad y beneficencia.
Es heredera de un nacionalismo católico, depositaria del radical pensamiento cristero, rabiosamente anticomunista, misógina, antimasónica y antijudía. Dicha vertiente es históricamente revanchista, por ello explica que decenas de integrantes de Frenaaa hayan rezado el Rosario justo en el hemiciclo a Juárez.
A pesar de las torpezas y desatinos en la organización de Frenaaa, no debemos despreciarla ni mucho menos menospreciarla. A nivel internacional el avance de la ultraderecha ha sido vertiginoso en el último lustro. Es fruto de un claro desencanto con la clase política y su influencia es notoria en el ámbito electoral.
En España, Vox fue la tercera fuerza en las últimas elecciones, con 15.1% de los votos. En Italia el notable ascenso meteórico de Matteo Salvini, líder de La Liga Norte, organización que cuenta ahora con más de 30% de la intención del voto. Marine Le Pen, en Francia, proviene de una dinastía ultraconservadora, obtuvo 21% de los votos en 2017 y es considerada por Le Fígaro como la mujer más poderosa. En Alemania, el partido Alternativa por Alemania, pese a tabús históricos, es un partido nacionalista pronazi y antiislámico que ha avanzado en aquel país con casi 15% en la intención de voto.
En pocos años la ultraderecha europea ha crecido y se ha instalado en casi todos los países. Muchos partidos se asumen religiosos. Su conformación es heterogénea y sus formaciones son diferentes. Hay partidos que destacan los valores nacionalistas y populistas, otros tienen un discurso antiinmigración, refutan radicalmente los derechos de las minorías. Y en algunos casos simpatías neonazis. Sólo cinco países de la UE tienen parlamentos libres de partidos de este tipo: Irlanda, Malta, Luxemburgo, Croacia y Rumania.
No existe una sola derecha, hay muchas. La diversidad en las ultraderechas es patente. Sería un grave error desdeñar a Frenaaa, que es un híbrido entre el conservadurismo empresarial y el católico.
Está en puerta otra formación política ultraconservadora que ha crecido enormemente en América Latina, es el fundamentalismo pentecostal. En México ha vuelto a adquirir su registro como partido gracias a un error garrafal del INE. Como dirían los clásicos: que Dios nos agarre confesados.