“El caso Ayotzinapa se ha convertido en una aristocratización del dolor“

Por Deutche Welle

— Con motivo del sexto aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes del magisterio de Ayotzinapa, analistas saludan lo que consideran una investigación más transparente, profunda e íntegra, que la que hubo durante el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto. La llamada Verdad Histórica fue rechazada por los familiares y expertos por haber estado basada en mentiras y torturas de supuestos implicados. En una ceremonia este fin de semana en Ciudad de México, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador anunció la orden de detención de militares presuntamente involucrados en el crimen, las primeras contra elementos castrenses, que sin embargo, no fueron detalladas.

“Se expone ahora la complicidad, la colusión y participación activa en crímenes de lesa humanidad por parte del Ejército, de otros actores estatales y de altos funcionarios. Eso es algo positivo, que en el mejor de los casos puede ser la base para expandir de una manera más profunda la investigación. Eso es algo esencial que debe hacer el Estado mexicano para erradicar la corrupción y la impunidad y también los grupos criminales que operan en el país”, afirma el analista Falko Ernst, de la organización Crisis Group, un organismo independiente con sede en Washington y Bruselas, que trabaja a favor del desarrollo de políticas que promuevan la paz.

En conversación con DW, el experto manifestó también la preocupación de que se pueda tratarse de un mero acto simbólico por parte del actual presidente. “López Obrador prometió justicia durante su campaña electoral, y hay temor de que se esté tratando de un mero símbolo, que no se vea reflejado en el compromiso con las víctimas, con una reforma en un plano más amplio. Todavía no se ve la construcción de instituciones con mecanismos de transparencia, de rendición de cuentas, independientemente de la voluntad política cotidiana. Falta que este caso emblemático se traduzca en una manera más agresiva de combatir la colusión con la criminalidad que persiste en el Estado mexicano”, dice el experto, que recuerda que otros colectivos de víctimas se sienten ignorados, que constatan que no tienen la misma importancia que el caso Ayotzinapa para el actual gobierno.

Protestas por la desaparición del sacerdote José Luis Sánchez en la comunidad de Catemaco en Veracruz, en 2016.

No tenemos ni una remota esperanza

“Si Ayotzinapa es un botón de muestra del esclarecimiento de los desaparecidos en México, en donde se han puesto todos los recursos, entonces nosotros no tenemos una esperanza ni remota”, afirma por su parte Lucía Díaz Genao, que busca desde 2013 el paradero de su hijo, Luis Guillermo Lagunes Díaz, secuestrado y desaparecido en Veracruz.

“A nosotros nos duele todo lo que sucedió con los 43 de Ayotzinapa, es un crimen en el que esperamos que haya justicia para ellos y sus famiias. Ya pasaron siete años desde la desaparición de mi hijo, y cuando los familiares de los estudiantes comenzaron a protestar, yo me sumé a las manifestaciones. Eso es algo que nunca debió suceder, pero también hay que reconocer que se ha hecho una virtual aristocratización del dolor. Porque ahí hay una élite, y por otro lado está todo el montón. El caso Ayotzinapa corre por un canal exclusivo”, afirma Lucía Díaz Genao, en conversación con DW.

La fundadora y representante del Colectivo el Solecito, integrado por unas trescientas personas, familiares de desaparecidos, lamenta que ni su hijo ni los de sus compañeras de lucha tienen el mismo tratamiento. “¿Valen nuestros hijos menos?”, pregunta, y ella misma responde: “No, valen todos igual. Sin embargo, nosotros tenemos que conformarnos con unos casos abandonados en donde no se hace ninguna investigación”, asegura.

México tenía registrados hasta mayo pasado más de 73 mil desaparecidos, la mayoría desde que fuera declarada en 2006, la guerra contra el narcotráfico por el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012). Veracruz, ha sido uno de los estados mexicanos más violentos, en donde la desaparición de personas y los asesinatos de periodistas han llevado a organizaciones como Reporteros sin Fronteras a considerarlo como una de las regiones más peligrosas del mundo.

ElInstituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia cifra en más de 5.000 las desapariciones en dicho estado, sin que haya sentencias contra policías o autoridades que hayan participado en ellas. El gobierno de El gobierno de Javier Duarte Ochoa (2010-2016) es señalado por medio centenar de colectivos de familias de personas desaparecidas en México de delitos de delincuencia organizada, lavado de dinero, desapariciones, asesinatos y violaciones graves a los derechos humanos en Veracruz. “En esos años uno no distinguía entre el delincuente con uniforme y el delincuente sin uniforme”, afirma Díaz Genao.

Ciudad Juárez, México, se ha convertido en símbolo de la desaparición y asesinato de mujeres.

El país de las 2.000 fosas clandestinas

Colinas de Santa Fe se encuentra en las afueras de Veracruz,  capital del estado del mismo nombre. Es una de las 2.000 fosas clandestinas que han sido halladas en todo el territorio mexicano, y una de las más grandes. Ahí, el Colectivo el Solecito ha hallado 302 cuerpos, y solo 40 han sido identificados, pero en ningún caso hay una investigación, según la fundadora de la organización.

“Desde agosto de 2016 hasta 2019 estuvimos trabajando ahí cinco días a la semana, con nuestros propios recursos. Es la mayor fosa y la única en donde el trabajo ha sido realizado por civiles, sin recursos del Estado, más allá del Ministerio Público, que da fé de los hallazgos. Ahí hubo un crimen de lesa humanidad, en donde debería haber una investigación de alto calado, pero no se está haciendo absolutamente nada”, afirma Lucía Díaz Genao.

La maestra y activista contó a DW muchas anécdotas, cada una más terrible, de lo que ha visto en el trabajo de búsqueda. Pero una la impresionó profundamente. “Una mamá compañera me contó que un muchacho fue a su casa, le dijo que había sido amigo de su hijo, al que se lo llevaron los malos porque sabía demasiado. Quería que la mamá supiera en dónde estaba su hijo. Le dijo que a él lo estaban buscando y que lo iban a matar, pero quería revelarle en dónde estaba porque a él lo habían obligado a matarlo y a enterrarlo. Le dijo que estaba debajo de un árbol, sobre otros cinco cuerpos de muchachos que habían matado ese día. Dos semanas después, nos enteramos de que al muchacho lo mataron. Estábamos ese día con la cooperación alemana en Colinas de Santa Fe. Ellos habían ido a ver nuestro trabajo. Le dije a los hombres que nos ayudan con las palas en la brigada que buscaran debajo de un árbol. Ahí encontramos los cuerpos, exactamente como dijo aquel muchacho. Todos nos quedamos sorprendidos”.

Lucía Díaz Genao sigue buscando a su hijo, y señala que tuvo que superar el dolor más terrible que una persona puede sentir para seguirlo buscando. “Te sientes presa de ansiedad, de incertidumbre, no sabes si estará comiendo, si estará sufriendo, no te atreves a pensar si está o no con vida. En Veracruz no se podía hablar porque teníamos un dictador. Yo decidí que no me iba a quedar callada, y junto con otras mamás nos pusimos a buscar”. El Colectivo el Solecito espera que el gobierno federal muestre voluntad de ayudarlos en su búsqueda.

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