Venganza

Por Lilia Cisneros Luján

— Sin casi nada de gloria, pasaron el recuerdo de la expropiación petrolera, del natalicio de Benito Juárez – modelo retórico del presidente actual de México- los días del niño, la madre, el padre, los médicos, las enfermeras, las parteras, las abuelas –el día de ayer- y hasta del abogado. De los internacionales de entre febrero y julio –del braille, de la educación, del cáncer, en contra de la mutilación genital femenina, de la mujer y la niña en la ciencia, del radio, en recuerdo y condena del holocausto, del autismo, de la lengua española, inglesa, china, rusa etc., de los vuelos espaciales, de  la libertad de prensa, de las familias, de las abejas, de la bicicleta, en contra de la pesca ilegal….ufff- ni hablamos, todas esas remembranzas, aun sin pandemia, muy difícilmente han dado a la humanidad algo más que gastos y discursos vacuos. ¿Qué mueve a los hombres y mujeres de la época del covid-19 para regocijarse?

Algunos personajes de las democracias actuales, escogieron a sus gobernantes en función de la venganza. Abundaron los tránsfugas que dejaron las filas de sus partidos o grupos de origen para ir en pos de quien ofreció justicia, no corrupción, no impunidad y al cabo de los meses se han percatado lo alejado de la verdad de esa oferta, debiendo sufrir a cambio más inseguridad, menos garantías de salud, pérdida de empleos, quiebra de negocios que contaban décadas de ejercicio y sobre todo una venganza más obvia pero no en contra de aquellos que deseaban los pueblos castigar sino contra la clase media trabajadora, los esforzados que han logrado el éxito personal, familiar y social. ¿Se tratará ahora de vengarse de los sujetos habilitados para la persecución fiscal, cívica, civil o mercantil? ¿Cómo visualizas tu propia venganza por haber perdido un hijo para el cual no había medicamentos? ¿Qué desearía que le ocurriera a quienes supone autores de la muerte de su esposa o madre debido a un pésimo sistema de salud? ¿Imaginas que les afecta como autoridades el que violentos encapuchados pintarrajen o rompan monumentos y en general bienes que no les pertenecen, con la excusa de la libertad y la rienda suelta su enojo?

Cada vez parece que nos acostumbramos mejor a los gritos, los insultos, las lesiones y hasta la muerte de aquellos cuya posesión de unas monedas nos produce envidia y sin posibilidad alguna de un reclamo sensato, mesurado e institucional; lo mas probable es que terminemos habitando un mundo devastado, en ruinas y sin posibilidades inmediatas de equilibro en la producción y la distribución de los bienes que podemos obtener del trabajo y la tierra. ¿Cómo es que arribamos a esta guerra en contra de nosotros mismos? ¿qué futuro le espera a la empleada doméstica que se ufanaba del robo de efectivo –llego a ser de 20 mil pesos la última vez- que le hacía a su “patrona” de la tercera edad que por años le dio trabajo? ¿Vas a desgatar tus energías en perseguir a este tipo de delincuentes mediocres –como los que te asaltan en el transporte público o se llevan 2,000 pesos de la panadería o la tienda de conveniencia- arriesgando incluso tu integridad física?

Ahora que un número considerable de empleadas domésticas se quedaron sin empleo es verdaderamente inspirador, documentar las entrevistas que estos personajes realizan con sus posibles “patronos”. “mire yo sé hacer todo el quehacer, pero no me gusta que me estén viendo, ni diciéndome como quieren las cosas; llego a las 9 o 9 y media y me voy a las 2. “Por eso son 500 pesos, si no le parece pues no me haga perder mi tiempo” ¡¡¡!!! O la otra que dice: “Pues a ver que propone, porque su casota es muy grande –como si se le fuera a pedir cargarla- y si me sale con una jalada pues es que Usted es una abusiva explotadora”. Luego este tipo de personas desempleadas, a las que por el covid, ya no les han dado los apoyos que recibían para asistir a mítines electoreros o por ser madres solteras, alegan cosas como “bueno ya nada es gratis señor(a), si quiere que yo le trabaje vale más que aclararemos de qué se trata porque ya ve que ahora ya nos protegen las leyes”. La mayoría de ellas provienen de “empresas” que de entrada le cobran 3,600 a quien quiere “contratar alguien de confianza” ofreciendo que han sido investigadas, que el empleador tiene posibilidades hasta de 3 cambios y garantía de que sí saben trabajar. Ah, pero los mozos no cantan mal las rancheras, conocimos uno que ocupaba la mitad de su jornada hablando por el celular, obvio no escuchaba cuando le llamaban y si aumentaba el tono de voz para requerirle, aparecía lloroso alegando “no me grite que no ve que estoy enfermo de los nervios”, obviamente se volvió a quedar sin trabajo. Y uno más que al pedirle que subiera a la azotea para barrer y evitar encharcamientos en época de lluvias, se persignaba obsesivamente porque decía que no se quería caer.

Cuando para el remedio lo que se precisa es la aplicación de la ley y quien dirige pregona besos y abrazos en contra de los criminales organizados, lo único que te queda en lo individual es protegerte íntegramente y ejercer de verdad el perdón. No la demagogia oral y pragmática desde el punto de vista de la politiquería al darles impunidad a los muy malos; sino aquel en el que cabe el ruego sincero a lo alto, el ejercicio de la educación cuando se te presente la oportunidad e incluso la aceptación de la pérdida que supone aquello por lo cual se han obstinado los que ya no tienen remedio. No es uno sino muchos los casos que la historia registra de personajes obsesionados, por ejemplo, con un edificio para cuyo dominio engañaron a los dueños, abusaron de ellos hasta sacarlos o matarlos y ya en su posesión terminaron perdiéndolo porque era un bien mal habido; o el caso de ese subordinado “obediente” que no tiene empacho en despedir a decenas, sin importar su historia ni antigüedad  solo porque no quiere enemistarse con el que ostenta el mayor poder[1] y le ordena reducir para ahorrar aunque la verdadera intención sea meter a sus incondicionales. ¿Y las autoridades judiciales? ¡Bien gracias! dicen los que no cayeron en la lista de los despedidos.

Perdón o venganza, he ahí el dilema, aunque el perdón no implica de ninguna manera que sigamos aceptando pasivamente a quien ya sabemos que no está en posibilidad de aportarnos nada. Se puede perdonar, aunque ello implique evitar cruzarse con quien es tóxico. Y en términos de participación democrática supone, que habremos de reflexionar mejor para la próxima ocasión en que vayamos a decidir el sentido de nuestra elección.


[1] Está ocurriendo en las altas esferas del poder judicial. Son varias las secretarias –así es sobre todo mujeres- de acuerdos y si se atreve a inconformarse simplemente se les hace el camino más difícil. A unas simplemente se les inventa algo o se les pide la renuncia, aun cuando tengan una o dos décadas de experiencia

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