Por Francisco Ortiz Pinchetti
No hay infamia mayor que medrar con la tragedia de la gente. Desviar recursos destinados a la reconstrucción de la Ciudad de México luego del sismo del pasado 19 de septiembre para fines partidistas electoreros, es mucho más que un desvío ilegal: es una acción propia de canallas. De eso han sido acusados ante las autoridades judiciales y electorales los diputados locales Jorge Romero Herrera, cacique del PAN capitalino y los perredistas Mauricio Toledo y Leonel Luna Estrada.
Los tres tienen detrás una historia negra en sus respectivos partidos. Sus fechorías son harto conocidas. Los tres fueron antes delegados de sus cotos de poder: Benito Juárez, Coyoacán y Álvaro Obregón. Los tres fueron acusados de extorsiones, abusos y corrupción durante sus gestiones.
Hoy están apoderados de la Asamblea Legislativa de la capital (ALDF). Luna Estrada es coordinador de la fracción perredista y presidente de la comisión de Gobierno. Toledo Gutiérrez encabeza la Comisión de Presupuesto, nada menos. El panista Romero Herrera es coordinador de la fracción de su partido y secretario de la comisión de Gobierno. Y se hacen una.
Estos tres pillos se adjudicaron la facultad de decidir el destino de más de 12 mil millones de pesos destinados a la reconstrucción de CDMX, recursos que ‘secuestraron’ para decidir su destino. Ante el escándalo y la reacción de la fracción de Morena, que acusó la inconstitucionalidad de esa facultad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la prebenda les fue retirada, pero para entonces ya habían hecho adjudicaciones millonarias a “sus” respectivas delegaciones, con obvias intenciones electoreras. Están demandados por Morena y por el PRI ante la Procuraduría local por esa irregularidad.
Los tres están sujetos ahora mismo a una auditoría, derivada de la asignación de dos mil 400 millones de pesos para “dadivas” a las delegaciones que controlan, mientras sólo destinaron 270 millones para reconstrucción, independientemente del fondo de la reconstrucción de la Ciudad, según publicó el diario Reforma el pasado 30 de abril. También enfrentan una demanda ante la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Electorales (Fepade).
De los tres, si caben grados, el nefasto mayor es el panista Romero Herrera. Conozco su historia. Las actuales pillerías que se le atribuyen son colofón de una larga cadena de corrupciones, muchas de las cuales hemos podido documentar en Libre en el Sur y Sinembargo.Mx. Se hizo poderoso en el PAN juarense y luego en el capitalino merced a la falsificación del padrón interno de su partido entre 2006 y 2009 cuando fue diputado local por primera vez. Dedicó a esa tarea cargos y recursos del erario, a través de la ALDF, donde operó la comisión de Juventud.
Fundó con sus incondicionales una secta semi secreta, autodenominada Los Ocean. Constituyen una mafia, que se reparte puestos, candidaturas y canonjías y que dominan desde hace nueve años el gobierno delegacional de Benito Juárez. Cuando fue delegado (2012-2015) Romero Herrera fue acusado de coludirse con desarrolladores inmobiliarios y líderes de ambulantes para compartir jugosos negocios. Simuló la “suspensión” de 109 construcciones ilegales (de 220 registradas por la propia DBJ), pero a final de cuentas no clausuró una sola. Todo está documentado.
Una fuente de mi entera confianza en el CEN del PAN me asegura que el actual candidato presidencial de la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya Cortés, está informado y consciente, desde que era presidente nacional del partido, de las tropelías de Romero Herrera. Sabe que es un pillo. Sin embargo, lo ha solapado siempre: lo mantuvo como líder de la bancada panista en la ALDF y luego, ya candidato presidencial, lo nombró coordinador de su campaña en la Ciudad de México y le otorgó de regalo una candidatura plurinominal como diputado federal para 2018-2021.
El lunes pasado, luego del segundo debate presidencial celebrado en Tijuana, Anaya Cortés acudió por primera vez en su campaña a un mitin en Benito Juárez, el bastión panista de la capital, celebrado en el Gimnasio Olímpico “Juan de la Barrera”. Estuvo acompañado de la candidata a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, Alejandra Barrales, y de los aspirantes a las alcaldías capitalinas donde el PAN tiene más posibilidades electorales en la actual contienda: Benito Juárez, Miguel Hidalgo y Cuajimalpa.
Durante su intervención, luego de saludar a Alejandra, Anaya Cortés hizo subrayada mención del cacique panista. “Quiero también saludar a un gran liderazgo de aquí, de la Ciudad de México, y especialmente de la delegación Benito Juárez, y me refiero a mi gran amigo Jorge Romero…” Y enfatizó con la voz las palabras “graaan amigo”, como para que lo escucharan sus muchos detractores.
Un candidato presidencial que postula la honestidad como bandera, que asegura que acabará con los rateros insertados en la administración pública y que a la vez ensalza a un sujeto como Romero Herrera, cuyo desprestigio es público, provoca mucho más que decepción. Se llama complicidad y es una incongruencia enorme, grave. No sé qué le debe al mozalbete de BJ o que le sabe éste al queretano. ¿Votaría por alguien así para presidente de la República? Válgame.