Por John M. Ackerman
— Antes Televisa y Tv Azteca tenían un control casi absoluto sobre la información que recibía la población. Los locutores estelares de sus noticiarios nocturnos, Joaquín López Dóriga y Javier Alatorre, recibían enormes cantidades de dinero a cambio de fungir como voceros del viejo régimen corrupto.
Hoy estos dos medios están furiosos porque cada día menos personas les hacen caso. Sus audiencias se han desplomado por la explosión de nuevas plataformas en Internet. Sus recursos se han evaporado por el drástico recorte a la publicidad gubernamental. Y su posición privilegiada en el mundo de la información se ha esfumado porque el presidente Andrés Manuel López Obrador no necesita intermediarios, sino que se comunica de manera directa con la población.
Ahora las conferencias de prensa mañaneras se complementan con la información que proporciona el equipo de la Secretaría de Salud todas las tardes. En estas vespertinas el subsecretario Hugo López-Gatell se ha convertido en la estrella del momento al asumir con gran talento su papel como vocero del gobierno federal para la estrategia nacional de atención a la crisis sanitaria del Covid-19.
Javier Alatorre le tiene envidia a Hugo López-Gatell. En muy poco tiempo, el científico egresado de la Universidad de Johns Hopkins ha acumulado mucho más legitimidad y presencia mediática que el lector de noticias del viejo régimen. Alatorre extraña los tiempos en que la población estaba siempre al pendiente de su noticiario. Ahora que pocos le hacen caso responde con desesperación con el grito infantil: ¡Ya no le hagan caso a Hugo López-Gatell!
Algo similar le pasa a Joaquín López Dóriga. Este sábado 17 perdió la compostura y se lanzó con todo en contra de quien teclea estas palabras, llamándome primero un vocero servil y ruin al servicio del gobierno y rematando después con un elocuente y sofisticado vales madre. El tiempo te alcanzará.
No deja de llamar la atención que quien precisamente fue el vocero de los gobiernos corruptos del pasado me acuse a mí de ser lo que él fue. Los sicólogos llaman este comportamiento proyección, un mecanismo de defensa que consiste en atribuir a otra persona las carencias propias.
La comparación no tiene pies ni cabeza e insulta a la inteligencia. Ejercer la libertad de expresión desde la austeridad de los medios públicos en respaldo a un gobierno de oposición que lucha todos los días contra la voracidad de los poderes financieros y mediáticos globales no tiene nada que ver con recibir millones de dólares para defender a capa y espada los gobiernos corruptos y despóticos del pasado.
A propósito de los poderes financieros, el periódico británico Financial Times también se ha sumado a la feria de descalificaciones. En su editorial del martes, 14 de abril, el rotativo hizo un abierto llamado a derrocar a López Obrador. Pide a políticos, gobernadores y líderes empresariales unirse contra el Presidente mexicano para obligarlo a endeudarse y rescatar a los superricos del país. Según el periódico, permitir a López Obrador terminar su mandato llevaría el país a una crisis humanitaria equivalente a la que hoy afecta a Venezuela, supuestamente resultado de las políticas populistas de Nicolás Maduro.
El escritor de libros de ciencia ficción Francisco Martín Moreno también ha hecho un temerario llamado a la intervención estadunidense con el fin de parar la instalación de una dictatura comunista en México. En su columna “La ‘otra’ oposición” ( Reforma, 7 de abril), el autor invita a Donald Trump a salvar a México a partir de un golpe de Estado similar a lo que ocurrió con Evo Morales en Bolivia.
Adicionalmente, Eugenio Derbez y personajes similares están usando las redes sociales para esparcir información falsa con el fin de deslegitimar al gobierno. Esta actitud es criminal y ruin, ya que obstaculiza las importantes labores de las instituciones públicas en su atención a la crisis sanitaria.
Hace bien López Obrador en no caer en las provocaciones de estos agoreros del desastre y voceros de la corrupción. El actual gobierno ha demostrado un total y absoluto respeto a la libertad de expresión y el jefe de Estado debe siempre mantener la calma y un pulso firme al llevar el timón de la nación.
Pero los ciudadanos tenemos el derecho a la indignación, la protesta y la libertad de expresión. Démosle la espalda a Tv Azteca, a Televisa y a todas las otras fuentes de desinformación. Un boicot a estas televisoras, y a los grupos empresariales relacionados, no solamente nos hará bien al espíritu sino que también les enviará un claro mensaje a los desinformadores de que el pueblo mexicano jamás permitirá que avancen el golpismo y la intolerancia.
A quienes hay que dejar de hacerles caso no es a las autoridades sanitarias, sino a los voceros del viejo régimen.
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