Por Ernesto Camou Healy
— Este mes cumplo 30 días de una amable reclusión debido a la contingencia sanitaria: La cautela resulta absolutamente ineludible, sobre todo para los que estamos ya pasaditos de cuece; y también para aquellos jóvenes que tienen algún padecimiento que los puede colocar en riesgo mayor.
Afortunadamente me acompañan mi esposa y compañera de algunas décadas, más una hija y una amiga, que volaron al Norte para pasar la cuarentena en un ambiente más tranquilo. Vivimos fuera de la ciudad en un escenario campirano, y con espacio para caminar en un entorno bucólico.
Tenemos ciertas reglas: Una es evitar que entren extraños a la casa. Cualquier visitante es atendido en la puerta del solar; a los mayores se nos prohibió salir de compras. Las muchachas se encargan de adquirir víveres en el pueblo vecino, los desinfectamos y entre todos cocinamos y nos encargamos de que la vivienda esté aceptablemente limpia. Y nos estamos recordando, una y otra vez, la obligación de lavarse las manos…
Mi día suele empezar al salir el Sol… por lo general constato la claridad matinal y me doy una vuelta en la cama, confiando en mi fuerza de voluntad para alargar el sueño por lo menos hasta las siete de la mañana. Casi nunca lo logro y poco después de las seis ando preparando un café indispensable si no para despertar, sí para intentar un remedo de lucidez. Me siento a disfrutar del aromático y leer alguna novela o un ensayo sugerente. A esas horas me gusta la música tranquila, con frecuencia un coro de alguna abadía vocalizando añejos cantos gregorianos…Alrededor de las ocho y media empiezan a oírse rumores en la cocina: Ya las damas están preparando algún desayuno. Me les uno. Normalmente sólo tomo un licuado con avena cruda, fruta y un vaso de simulacro de leche, ya sea de almendras o nuez de la India, más una pizca de miel, canela y alguna otra especie.
Después reviso los periódicos en una tableta electrónica, y me aposento en mi rincón para trabajar vía Internet, que me resulta indispensable y con frecuencia me tiene en vilo: ¡Urge un santo que funja como patrono de las transmisiones modernas!
A veces caigo en la tentación de revisar las redes sociales: Por su medio me entero de chismes y rumores, la mayoría sin fundamento, y hay que resistir para no inundarse de veleidades y hablillas frívolas. Me sorprende la magnitud del golpeteo contra el Gobierno actual: Está claro que hay muchos rencorosos por haber perdido sus privilegios y su capacidad de desfalcar: Prefieren un México desigual e injusto.
A medio día nos abocamos a la preparación de la comida: Un momento cordial de trabajo solidario. Las muchachas son excelentes cocineras, y entre todos nos las arreglamos para alimentarnos bien, suficiente, sano y muy sabroso.
Después de una siesta ineludible, leo y trabajo otro poco y salgo a caminar acompañado por una devota jauría que me hace llevadero el ejercicio mientras se llega el tiempo de las conferencias vespertinas del doctor López Gatell, que me orientan y asientan la confianza de que hay un plan estructurado y razonado para enfrentar la pandemia. Hay muchas deficiencias que son responsabilidad de varios sexenios de expoliación y corrupción y que nos dejaron en una posición precaria en términos de equipamiento y recursos, descuido de aquellos PAN y PRI negligentes que fueron incapaces de gobernar para la mayoría. Pero escuchar al profesional de la salud casi incansable me reafirma que hay timonel y un derrotero fijo en medio de la tormenta.
Por la noche podemos ver una película sugerente, o tener una tertulia amable con música de jazz de fondo, para pensar y revisar nuestro actuar y nuestras dudas, considerar este porvenir incierto en el que estamos inmersos y sentirnos agradecidos por vivir esta clausura con relativa seguridad y comodidad: Mientras termina seguiremos conformes con nuestra suerte, y lavándonos las manos a cada rato…
CV: Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo.