Por Lilia Cisneros Luján
— Quienes ya hemos caminado por el planeta sabemos lo inevitable de las crisis; las hay de muy diversas clases: naturales [inundaciones, sismos, tornados], sanitaria [virus, bacterias, contaminación de agua, parásitos], las protagonizados por los humanos [guerras, liderazgos fallidos, generalización de la delincuencia], y todas ellas afectan, a querer o no, aspectos sociales y también económicos. El ser humano ha desarrollado infinidad de herramientas para enfrentar una crisis, hay meteorólogos, investigadores de la salud, terapeutas emocionales y toda suerte de administradores públicos y privados que han sistematizado no sólo los elementos de análisis de las crisis sino las diversas alternativas para abordarlas.
Sin la necesidad de un diploma como especialista, cualquier observador puede notar que en una crisis como la pandemia, que a pesar de las diversas formas de negación nos abruma, la conducta individual y hasta social parece moverse en sus respuestas en los extremos, es decir, hay quienes sacan todo lo optimista, generosa y hasta bondadosa persona que puede conocerse y, en el otro lado, se organizan los saqueadores, los asesinos, los explotadores, los oportunistas, en suma los vivales que sin la mínima intervención de quienes beberían garantizar que sus acciones no se multiplicaran, se suman pasivamente permitiendo que tales cosas ocurran.
En el siglo XXI, de la comunicación virtual y en un entorno de restricción al contacto personal –quédese en casa- pudiéramos simplificar los mensajes de las redes en los siguientes 3 rubros: los de humor negro –eso de que la pandemia ha sido como anillo al dedo para la 4T- los ataques de todo tipo entre el presidente y su equipo –que no cesan de hacer señalamientos de descalificación a los empresarios, los gobernantes del pasado etc.- y diversos sectores de la ciudadanía que en el intento de ejercer su libertad de expresión, igual se defienden de manera poco comedida, que proponiendo salidas a la crisis y en un tercer grupo para hacer más leve las semanas de encierro nos llega toda suerte de mensajes de motivación, que incluyen remembranzas de los niños de Tailandia atrapados en una cueva con un líder budista; los mineros de Chile y hasta los sobrevivientes de los Andes[1].
Lo innegable es el grado de creatividad y la imparable innovación que nos muestran, sobre todo los jóvenes, igual para defender que para apoyar conceptos poco comprensibles, como que la energía eólica atenta contra la estética de algún paisaje o que las empresas trasnacionales, si no les gusta lo que está pasando, que se vayan a Europa o Norteamérica, según afirmó un funcionario, de medio pelo, del SAT.
Salvo mínimas, pero muy trágicas excepciones –de gente que ha llegado al extremo de pensar en el suicidio-, la mayoría de las personas quieren vivir, tener salud y regresar a una vida activa a la cual puedan añadirle lo que esta crisis les haya aportado. Y, por supuesto, lo financiero es otro ángulo de lo que estamos viviendo. ¿Cree Usted que lo económico debe atenderse antes que lo sanitario? En la gran diversidad de pensamiento en el planeta, hay dos posturas básicas, una que considera que ambas carreteras son diversas y que debe recorrerse la financiera antes de encontrar la vacuna contra el Covid-19 o de salvar vidas, y otra, que privilegia abordajes integrales donde no se puede dar prioridad a lo económico sobre la salud y a la inversa.
Luego de romperse el “equilibrio” de dos posturas antagónicas mundiales y de la caída del muro de Berlín, los capitalistas afirman que para gastar en México, la IP cuenta con más del 30% de recursos en tanto que el sector público apenas aporta poco más del 20%; ¿esto, es bueno o es malo? ¿se parece a la proporción de la iglesia católica frente al naciente estado mexicano del siglo XIX? Lo cierto que México no se puede dar el lujo de prescindir de ninguno de estos porcentajes, se precisa sumar[2], urge detener la caída hacia un billón de pesos de déficit fiscal este año; y sobre todo es imprescindible en este momento gastar y no ahorrar. Claro gastar debiera hacerse con responsabilidad, no a tontas y locas, entendiendo lo que es botar el dinero contra invertirlo en algo productivo, ¡como vidas Humanas! ¿Puede el personal de salud, trabajar coordinadamente con los genios de las finanzas?
En este tema, los hospitales son un lamentable ejemplo de las constantes desavenencias entre los médicos y los administradores ¿Será que el coronavirus, nos está enseñando que hay otra forma de hacer las cosas? El hospital propiedad del niño quemado en Querétaro, empezó a tropezar cuando algunos médicos –poco honestos por cierto- se empezaron meter de “financieros”, y hoy, que el instituto propiedad del inmueble, después de una lucha a muerte para evitar el vandalismo del crimen organizado que en ese estado lamentablemente se ha asentado, lo han dejado en obra negra, los autores de la impunidad responden que no tienen dinero para reparar el daño y que en todo caso se harán del inmueble a la mala, aun cuando los patronos les han ofrecido que lo utilicen por un tiempo para apoyar en su problema del virus.
¿Puede imaginarse quienes han sido los autores intelectuales de este crimen en contra de la gente bien?
Pero con esto y más, es mucha la ciudadanía dispuesta a seguir dando su talento, recurso y tiempo para ayudar a otros y seguir existiendo por una simple razón ¡Ama la vida!
[1] Pregunté a media docena de adolescentes, lo que sabían de estos sobrevivientes, y las respuestas fueron: Solo que sé que se volvieron caníbales; que eran de un equipo de futbol; Que los más ricos se comieron a los pobres para sobrevivir; la neta me importa poco porque eran europeos; nunca he sabido de eso; ¿es una película???
[2] Ver universal del 6 de abril el artículo del Carlos Urzúa, catedrático del TEC y primer secretario de hacienda de Andrés Manuel López Obrador.