Por Lilia Cisneros Luján
— Escalar el rol de mensajeros al de negociadores en representación de un Estado, es quizá uno de los mayores aportes del Renacimiento, sobre todo al convertirse en una opción que pudiera evitar la guerra. La “razón de estado” privilegiando la seguridad del mismo, el territorio y la población es quizá una de la mayores aportaciones del primer ministro de Luis XIII en Francia, país que desde el siglo XVI se convierte en la génesis de muchas de las instituciones que a lo largo de la historia dieron forma a la diplomacia.
Atrapado entre los Habsburgo y la curia romana que apoyaba al reino de España, Francia logró remontar su situación de desventaja gracias a la genialidad del cardenal Richelieu[1] iniciándose así la ciencia que estudia y practica las relaciones entre Estados, considerando en su ejercicio a un conjunto de personas que se ocupan de los intereses bilaterales o multilaterales de las naciones; funciones que por cierto se supone deben ser realizadas con tacto, habilidad, delicadeza, sagacidad y discreción.
Sin embargo, aun cuando por la diplomacia se pueden recordar historias de salvamento de personajes en medio de las guerras[2], después de la caída del muro de Berlín, la diplomacia parece cambiar sus objetivos de la misma manera en que las guerras territoriales se mutan por las comerciales. Algunos países integran a su burocracia diplomática a personas sin preparación en la materia con el objetivo de mantenerlos lejos del centro de poder. Otros más buscan artífices de la venganza, capaces de inflingir una supuesta justicia retributiva como lo hacían los dioses de la literatura griega. Estos Némesis modernos igual ocupan puestos en países potentes, que en pequeños territorios dispuestos a obedecer al poderoso, aun cuando los designios ordenados repercutan en contra de los derechos humanos –de migrantes, profesantes de religiones diversas, etnias distintas a quienes ocupan el gobierno en turno y hasta enemigos políticos de regímenes anteriores- sin considerar cual sea el perjuicio sobre todo en términos del ejercicio de la paz. Los insultos inflingidos a un presidente de otro país o su secretario de relaciones exteriores ¿edifican a los propios ciudadanos a quien el “diplomático” grosero representa? ¿Se engrandece quien para distraer a la opinión pública acerca de un problema que le afecta negativamente es capaz de ejecutar a un ciudadano extranjero considerado enemigo, aunque en dicha ejecución se violen todas las normas de la guerra?
Abusar de la superioridad propia –por la fuerza o el poder- es el camino seguro al despotismo. En pleno siglo XXI, con acerbos históricos que deberían enorgullecernos a todos, muchos de los gobernantes parecen disfrutar de ejercer el poder sin limitaciones y sin someterse a ley alguna. En la política, y dentro de esta la diplomacia, no debería haber espacio para los disidentes, inconformes o rebeldes so riesgo de acostumbrarse al abuso en la relación que debe tener con todos los demás, sobre todo si la sabiduría impone correspondencia, igualdad y tolerancia. ¿Por qué es que parece ponderarse el voluntarismo entre quienes se clasifican como populistas? ¿A donde va a llegar la humanidad conducida por unos gobiernos y su diplomacia arbitraria y errática?
Ante la incapacidad personal del autoanálisis, hemos escuchado argumentos como que Afganistán e Irak fueron invadidos en acciones de guerra preventiva contra el terror.
Diplomacia errática, incoherente y arbitraria, obsesiones, caprichos y en esa idea equívoca de que los terroristas son una especie de comunistas que sobrevivieron a esta guerras preventivas, hoy se nos dice que el lanzamiento de misiles, no es el inicio sino el camino para evitar una guerra ¿Tienen claro en su conciencias que sujetos como Bin Laden, Husseim, Gadafi y otros, en algún tiempo fueron apoyados por los gobiernos que hoy los sataniza y mata a sus descendientes o discípulos?
Como el oro en pasados siglos, el petróleo en esa zona ha sido el motivo, de divisiones territoriales, apoyos a diversas etnias –kurdos, shiítas, sunnis, aluditas, etc. – y por ende fragilidad de la paz social. Grupos como al Qaeda, ISSIS, hezbolá, Fuerzas de Movilización Popular (FMP), reciben armas y apoyos financieros tanto de USA como de Rusia –cuando menos- por la intención de controlar su petróleo. ¿Los organismos internacionales, de la paz, ven coartada sus posibilidades de acción por diversas amenazas de los países de recortarles sus presupuestos? ¿Por qué se abandonó el multilateralismo que algunos líderes demócratas de Estados Unidos estaban promoviendo? ¿Qué papel juega México en el plan de someter a Latinoamérica y sus aliados en esta moderna diplomacia?
Es claro que a muchos en nuestro país no les gusta el presidente que una tercera parte del padrón electoral eligió ¿Justifica esta animadversión el solazarnos por los insultos que le propinó el señor Jorge Quiroga Ramírez? ¿Qué debemos hacer como mexicanos ante la poca capacidad de diálogo de algunos diplomáticos modernos? ¿Estamos enterados de los esfuerzos que hacen unos y otros acerca de la creación de fuerzas defensivas –en México la guardia nacional y en el medio oriente con la meta de 30,000 efectivos en la frontera de Siria- con sujetos que tienen que comer y apoyar a sus familias?
Se inicia así un 2020 con múltiples crisis, de seguridad, financieras, de respeto a las leyes y aunque nos parezca lejano diplomáticas, todo ello envuelto en una moderna cultura de avaricia y miedo derivada del individualismo y la pérdida de valores. ¿Qué planes tienes para este inicio de la década?
[1]Aunque se atribuye a Richelieu, el concepto de “razón de Estado”, esta idea la tomó de los italianos Maquiavelo y Giovanni Botero.
[2] Gilberto Bosques Zaldívar, diplomático de origen poblano que durante su labor como cónsul en Francia en plena ocupación nazi salvó no solo a mexicanos sino a ciudadanos e otras nacionalidades -libaneses, franceses, españoles y judíos– Isidro Fabela cuyas aportaciones a la academia diplomática no son menores al esfuerzo de apoyo a los españoles que finalmente refugiamos en México o el pacifista galardonado con el premio Nobel de la paz Alfonso García Robles (José Alfonso Eufemio Nicolás de Jesús García Robles)