El mejor Buen Fin

Por Francisco Ortiz Pinchetti

—Asombra el optimismo de los dirigentes del comercio organizado, que en tiempos de la autodenominada “Cuarta Transformación” esperan tener el mejor Buen Fin desde que éste fue instituido. Ellos estiman ventas de unos 118 mil millones de pesos, cinco por ciento arriba de la derrama registrada en 2018 y el triple de lo obtenido en 2011, el año inicial. Participarán esta vez alrededor de 80 mil empresas en toda la República Mexicana.

Más asombra desde luego el entusiasta respaldo presidencial a esa iniciativa. Desde el púlpito de Palacio Nacional, el mandatario aseguró, óigalo bien, que el programa Buen Fin 2019 tendrá resultados positivos, pues “está encaminado a fortalecer el mercado interno, sobre todo con mayores empleos y mejores salarios, y que aumente la capacidad de compra familiar”. Celebró además que con esta promoción comercial se busca que el pueblo consuma no sólo lo básico, sino que también pueda adquirir un aparato electrodoméstico, se pueda comprar ropa, zapatos y libros.

Esta novena edición del programa instaurado en las postrimerías del gobierno del entonces panista Felipe Calderón Hinojosa y que tuvo amplio apoyo gubernamental incluso fiscal durante el mandato del priista Enrique Peña Nieto, ocurre en el marco de una situación económica crítica, en la que todos los indicadores son cada vez más preocupantes.

Quizá más que sorprender, eso pudiera explicar la reacción de un gobierno desesperado ante la atonía económica, previa a la temida recesión, que ve en la enorme derrama de este fin de semana un relativo alivio. La verdad es que no vamos requetebién. Las estimaciones de diferentes agentes nacionales e internacionales sobre el crecimiento económico de México, todos, siguen en descenso. Según esas mediciones, estamos prácticamente en cero. Y con tendencia a la baja.

Por citar sólo las tres más recientes, el FMI bajó esta semana su estimación a un 0.4 por ciento y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) recortó su estimación de crecimiento de la economía mexicana a 0.2 por ciento en 2019, desde la estimación previa de 1.0 por ciento. Las calificadoras S&P y Moody’s, arribaron a la misma apreciación, en tanto que Citibanamex bajó la suya a menos 0.1 por ciento.

Tan solo en los dos últimos días, nos enteramos por el Inegi que el desempleo registra el índice más alto de los últimos 11 trimestres. En el trimestre julio-septiembre, la Tasa de Desempleo nacional (TD) alcanzó el 3.58 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), contra el 3.51 en enero-marzo pasado.

Y que la actividad Turística, según la misma fuente, sufrió su primera caída en 10 años. El PIB turístico registró una baja de 0.25 por ciento anual en el primer semestre, impactado por la caída del turismo interno, de acuerdo con cifras desestacionalizadas del propio Inegi.

Durante todos esos años, de 2011 para acá, el Buen Fin ha sido considerado por los sectores progresistas del país como el más acabado producto del consumismo a ultranza, emblema destacadísimo del neoliberalismo económico. Remedo fallido del Black Friday de los gringos, el programa ha sido cuestionado no solo por inducir a un consumo innecesario y pernicioso, sino porque en la mayoría de los casos se convierte en una trampa para engañar y atrapar a los compradores con falsas ofertas y promociones de crédito a meses sin intereses.

Otra vez, los descuentos hasta del 40 por ciento, el pago en 12, 18 ó 24 meses sin intereses, el mes de regalo, el dos por uno, tres por dos, seis por cuatro, la bonificación del IVA, los depósitos en monedero electrónico, sorteo fiscal. Es patética la escena que se repite año con año de los compradores agobiados por la aglomeración pero felices por el supuesto descuento obtenido que salen de las tiendas atiborradas con sus pantallas de 58 pulgadas a cuestas. Algunos llevan dos, tres.

Más de 175 mil establecimientos participan formalmente en este festín del consumismo, que de manera conjunta o individual ofrecen todo tipo de artículos y servicios. Semejan pescadores que tienden sus redes en espera de una abundante captura, que por supuesto obtienen. Los productos más vendidos son las pantallas de gran formato, los electrodomésticos, la ropa, los teléfonos celulares, los juguetes, los viajes, los artículos deportivos y los videojuegos.

La maniobra más socorrida consiste en incrementar previamente los precios de los artículos que serán ofrecidos en “oferta”, para de hecho simular descuentos llamativos como “gancho” para los incautos compradores de ilusiones. La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), como cada año, reconoce la existencia de este engaño, particularmente en artículos electrónicos, pero no lo evita. Y promete vigilar para evitarlo.

La trampa está planeada –urdida más bien– por los grandes consorcios comerciales y ahora avalada por el gobierno que sataniza toda referencia al modelo neoliberal, “que ya se acabó”.

Para colmo, resulta que algunas grandes empresas como Walmart y Liverpool, “adelantaron” el Buen Fin uno o dos días con el objetivo de agandallarse, es la palabra, a sus competidores y colegas y apoderarse a la mala de los aguinaldos adelantados que recibieron ya empleados del sector privado y del gobierno. Su actitud ha sido criticada por los propios organismos empresariales, como la Concanaco, cuyo dirigente nacional ha pedido que no se repita ese comportamiento… el año próximo.

En tanto las grandes cadenas comerciales se soban las manos ante la promoción más redituable del año, la Asociación Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec), se pronuncia en contra de El Buen Fin, por considerarlo una “campaña de marketing consumista que combate al consumo responsable y promueve el consumo emocional”.

Y aunque nadie le haga caso, la agrupación advierte que México forma parte de un amplio grupo de naciones con un programa económico desalentador, bajos salarios y bajo poder adquisitivo, en medio de lo cual promover el Buen Fin pareciera un chiste de mal gusto. Lo es, pero el de este año será el mejor de la historia. Válgame.

@fopinchetti

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