Por Lilia Cisneros Luján
—Como no bloquear la mente cuando el entorno habla de una profesionista asesinada en Sonora por su pareja, cuyo hijo menor de 10 años, testificó el hecho, lo inmovilizó en una habitación y pidió ayuda de la policía; será posible ignorar que casi una decena de menores de edad vieron truncada sus vidas por las balas de pandillas de criminales que aspiran a ser cárteles para disfrutar del poder que se basa en la aniquilación del contrario y el control del dinero; podemos confiar en la política luego de testificar la vuelta de rueda en Brasil, donde una parte de la población, aborrece al que antes eligió, presiona para liberar al que en la hora de la votaciones no defendieron; o peor aun, que pasó para que un presidente de origen rural, electo con sobrado entusiasmo sea ahora rechazado por aparentes mayorías. Como estos enunciados cada cual puede plantear sus particulares preguntas, siempre y cuando se haya preparado emocionalmente para no encontrar respuestas satisfactorias.
No las hay cuando en Chile la gota que derrama el vaso de la población es el aumento al costo de pasaje del metro; en España no se tolera que el poder judicial condene a prisión a catalanes que suponen podrían hacer un mejor papel de manera independiente al gobierno de la corona o en Inglaterra los meses pasan sin lograr un acuerdo acerca de la manera de salirse del sistema europeo como bloque ¿Será el hartazgo que imponen la reelecciones? ¿De verdad el fracaso de un sistema capitalista neoliberal no tiene alternativa? ¿Se estará cumpliendo la hipótesis de John B Calhoun[1] de uno de sus universos de ratones? ¿Se pueden resolver estos horrores, con amor y abrazos o es válida la ley de la selva que garantiza el poder del más fuerte?
Lo cierto es que con humildad reconozco que yo solo se que no entiendo y por tanto no se nada. Me resulta ilógico que los padres de niños enfermos de cáncer –que medidas han tomado los gobiernos para prevenir estas desgracias- tengan que tornarse violentos, porque la prioridad del gasto público se enfoca a la construcción de ferrocarriles, carreteras o aeropuertos. Igual me resulta difícil comprender las contradicciones en la explicación de hechos de horror –ya lo dije- que crecen frente a discursos “cuidadosos” preocupados más por desacreditar al “otro” y conservar la propia imagen que, por remediar y mucho menos prevenir estas desgracias.
Una revista que casi todos consultamos –Proceso- tituló uno de su artículos “asesinato de niños, nueva táctica de los cárteles para sembrar el terror” ¿En que se parece esto a la táctica de una fiscalía gubernamental de propagar terror en los presuntos corruptos y defraudadores, encarcelando a madres y esposas? ¿Se justifica la complicidad –activa o pasiva- de madres, con menores de edad metidos tempranamente a la delincuencia, a partir de la diaria descalificación del clase mediero, conservador y fifí? En más de una ocasión, me he referido a países donde por la lucha del poder se recluta niños para involucrarse en guerras que no entienden o que adoptan por la distorsión de su percepción emocional –manipulada por los impulsores con base al odio o la venganza- nunca imaginé que este espanto aparecería en un pueblo que históricamente hemos sabido afrontar nuestras calamidades, con cierto grado de civilidad ¿Se descarga la culpa si tratamos de señalar a los pasados gobernantes o existe siquiera un mínimo de auto conciencia acerca de nuestras responsabilidades?
Prefiero omitir los datos duros, con los cuales fuimos torturados la semana pasada, si son más o menos de 800 menores asesinados al año, si este porcentaje aumentó o relativamente es normal con relación a la población, si muchos de ellos en realidad son adolescentes a punto de salir de esta etapa, carece de importancia, lo cierto es que al igual que matamos los bosques con podas ilegales o con quemas irresponsable, nuestra población puede llegar al punto de no crecer o hacerlo con una caterva de seres resentidos, sin valores positivos y sin esperanza. ¿Qué dice el sector educación al respecto? ¿Es con más policías o soldados disfrazados de tales que se piensa resolver el problema de la seguridad? ¿Cómo pueden las familias afrontar la crianza de sus hijos sin enfrentase a la violencia presupuestal, social y burocrática?
Yo creo que mayoría de los mexicanos no deseamos entrar en el tobogán de la violencia generalizada a la cual orillan los funcionarios que al escuchar un señalamiento responden con altanería “no me amenaces” o se burlan de quien esgrime argumentos con frases como “claro usted cree que siempre tiene la razón”[2] o simplemente le ignoran como ha sucedido con miles de ciudadanos que se ven orillados a tomar calles, cerrar oficinas y otros métodos más eficaces que la simple respuesta a la petición de diálogo. ¿Será que las autoridades están iguales o peor aterradas que nosotros? ¿Se tratará de simple y llana incompetencia para el compromiso que se obligaron a cumplir? Difícil la respuesta, por lo pronto aunque los niños sepultados junto con su madres en Chihuahua, Sonora o diversas latitudes sean algo lejano a Usted, dese la libertad de vivir un duelo cívico que se justifica.
[1] De 1946 a los 70s, este etólogo creo utopías donde los ratones sin sufrir de las inclemencias del tiempo, las enfermedades, la escasez de alimento y otras calamidades le permitieran estudiar los efectos de la sobrepoblación. En el avance de su experimento llego a la conclusión de la extinción, luego de que los machos alfa dejaran su rol de protección, la hembras fértiles se tornaran agresivas, atacando inclusive a las crías, abandonándolas, comiéndolas o evitando procrear adoptando métodos de rechazo a la sexualidad.
[2] Solo el ignorante es capaz de pensar que la razón se tiene o se pierde, es válida o inválida según quien la esgrime