Por Jesús Chávez Marín
—[septiembre 1991]. A un lado de la Quinta Gameros está la plazuela Fuentes Mares, ubicada en el Paseo Bolívar, ángulo que forman dos altas paredes color sepia, adornadas en relieve con un torreón y ventanas, marcos de cantera.
Este escenario al aire libre se fundó en 1987 en honor del famoso escritor chihuahuense, y lo estrenaron Los Juglares el 29 de mayo de aquel año con la puesta en escena de Ganar amigos, de Juan Ruiz de Alarcón, dirigida por Fernando Saavedra y donde los galanes eran Laura Lee y Luis David Hernández.
El domingo pasado, 8 de septiembre, se ofreció en la plazuela un espectáculo popular a base de cantos e historias de la Revolución Mexicana.
Las ciudades serían tristes si no vivieran en ellas los artistas. Ellos trabajan apasionadamente mientras las personas comunes y corrientes descansamos. Como este domingo, cuando esa dama renancentista y enérgica llamada Eva Lucrecia Herrera salvó al espectáculo en el momento en que estaba a punto de fracasar. Faltaban 20 minutos para las siete, hora en que estaba anunciado. La gente ya llenaba todas las bancas y las orillas del parque, frente a una tarima sencilla, sin más escenografía que la plaza misma. Pero faltaron los músicos: Arcelia Paz no se presentó (qué poco profesionalismo de mujer, o a lo mejor los burócratas de la cultura no le dieron el pago correspondiente de anticipo), el maestro de ceremonias no llegó a sus horas, a lo mejor todos andaban de plano en la borrachera y en la perdición.
—¿Qué hacemos, Mario Humberto?, ¿cancelamos?
—Por supuesto que no, el público espera, la función debe iniciar.
Entonces Evalú montó en su carro y se fue a 100 km. por hora hasta la calle Aldama, pepenó unos mariachis (el Mariachi del Real) que resultaron la pura buena onda, esta noche dirigidos por el maestro Rubén Tinajero. Luego ella invitó a un locutor de Radio Universidad que estaba entre el público para que la hiciera de presentador, sin importarle para nada la voz de cholo y el aspecto de jipiteca del que era yo.
Y logramos salir a tiempo. De pronto la voz intensa de Guadalupe Vázquez llenó de vigor la plaza, la Quinta, el Paseo Bolívar y buena parte del centro de la ciudad.
La bella Laura Lee, vestida de soldadera posmoderna, le dio voz a Nellie Campobello y le platicó al micrófono historias tiernas e historias terribles de la Revolución y de mi general Villa.
Oscar Erives contó otras historias. Guadalpe Vázquez cantaba, entre rima y texto, los mejores corridos de Pancho Villa que se conocen. Una vez que los amplificadores fallaron, Lupita siguió cantando como si nada, su voz seguía vibrando tan campante, con sonido de campana y de brava ternura. A veces hasta bailaba rico. Cautivó al público, quien cuando los ingenieros de sonido conectaron otra vez el cable, le aplaudió a la Vázquez con regocijado cariño.
Unos niños jugaban felices en los jardines, la gente aplaudía gozosa y Eva Lucrecia tomaba fotos del elegante Erives, la preciosa Lee y el vestido negro de Adelita que portaba esa tarde la cancionera.
Buen dominguito revolucionario nos aventamos al iniciar septiembre, el mentado mes de la patria.
Septiembre 1991