Por Jaime García Chávez
Próximos al fin de año y en puerta del sexenio de Claudia Sheinbaum, encontramos el paquete económico, el cual posee los principales aspectos de cómo se planea manejar las finanzas por los siguientes seis años, por lo menos, en temas de egresos, ingresos, deuda y presupuestos, tanto para programas sociales como para educación, salud y seguridad.
Como era de esperarse, no encontramos novedad alguna en comparación con lo que se venía haciendo en el sexenio de López Obrador; únicamente se puede resaltar que no existe, ni existirá, iniciativa alguna para presentar una reforma fiscal, la cual se ha postergado y evitado por todos los gobiernos del siglo actual.
En cambio se opta malamente por realizar un refinanciamiento de la deuda, presentado este último por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, cuyo titular, Rogelio Ramírez de la O, es un legado del gobierno anterior.
Dicho refinanciamiento consiste en la recompra por 123 mil 437 millones de pesos en diversos instrumentos de deuda como Cetes, Bondes F y Udibonos, en su mayoría a vencer en 2025; aunque también se colocaron instrumentos de mayor plazo, llegando hasta el 2035. Esto último reafirma que tanto en este sexenio, como el próximo que MORENA se siente seguro de obtener por su hegemonía parlamentaria, legislativa, partidaria y gubernamental, no existirán mayores modificaciones.
El optar por vías alternas de financiamiento e ingresos, como lo es la deuda pública, nos coloca, en el futuro próximo, en una difícil situación para llevar a cabo proyectos de desarrollo e infraestructura, dado que no existe un esquema fiscal que pueda sustentar dichos gastos.
El gobierno actual ha de replantearse su proyecto económico y romper con las sinergias propias del neoliberalismo, que dicho sea de paso, no ha muerto, por más de que en las declamaciones obradoristas se le dé por extinto, y poner sobre la mesa un verdadero cambio en toda la extensión, porque actualmente no se está construyendo el segundo piso de nada, ni siquiera se han puesto los cimientos para asumir una ruta diferente en materia económica.
Más preocupante es esto a las puertas de una era que se ve oscura con la llegada de Trump, sobre todo si se llegasen a aplicar los aranceles con los que tanto se amenaza, dado que afectaría la principal relación económica del país, situación ante la cual Sheinbaum se ha mostrado endeble, indecisa en su discurso, e incluso se puede afirmar que temerosa, pues un día se planta firme ante la acechanza del próximo planetarca norteamericano y al siguiente, frente a este mismo, se dobla a sus caprichos.
Sheinbaum, fiel a su predecesor tabasqueño, no presenta novedades en sus proyectos. No hay un plan económico más adecuado a las circunstancias de México, y el mundo, que día a día se moderniza, requiere de un actuar decisivo e inmediato, con proyecciones estadísticas adecuadas, lo cual se ve negado al desaparecer los organismos autónomos que presentaban un contrapeso en las mediciones económicas, como lo hacía el CONEVAL, próximo a extinguirse.
México no puede sostenerse en ideas que eran adecuadas hace más de cincuenta años; los proyectos de desarrollo deben ir más allá de una refinería que actualmente representa un retroceso ante las energías verdes, y tampoco puede depender de obras realizadas por el Ejército que representen únicamente mejorías en la movilidad, como el AIFA y el Tren Maya, porque se requieren obras de mayor tamaño que implementen en el país mejoras en la tecnología de la producción e innovación.
El petróleo debe dejar de ser la fantasía de la soberanía energética y desarrollo económico. Dos Bocas es un proyecto que necesitaba el México de 1960 al 1970, pues la actualidad presenta muchas más vías para lograr estos objetivos, como el desarrollo tecnológico en temas de formación de capital bruto e impulsos a las empresas nacionales, tanto públicas como privadas.
Para esto se necesita planeación económica cimentada en una verdadera reforma fiscal. Cualquiera que eche un ojo crítico y racional a la situación actual, podría darse cuenta de ello; dicha reforma debe venir sin una bandera partidaria, impulsada por un verdadero deseo de cambio.
Es urgente que Sheinbaum reaccione y tome las decisiones adecuadas ahora que es tiempo, que represente ese cambio que tanto se espera de ella. En otras palabras, que deje el resorte obradorista, complicado para la presidenta, pero un desprendimiento necesario para el país