Por Guadalupe Ángeles
No entramos en algo, caemos dentro
Me busqué una herida. Quiero que lo sepas. Nunca debiste creerme. ¿Está bien que te diga ahora el papel asignado en esta representación? Supongo fuiste feliz antes. No cabía pensar otra cosa al mirarte. Sí. Fue un deslumbramiento. Entonces inició la representación. Ser para ti.
Era necesario. Lo sabes ¿no?
Imaginé futuros que fueran solo un presente luminoso. Yo era para mí una figura un tanto informe, digamos la pintura para tu creación, el lienzo y el silencio necesario para que tú hicieras de ti lo que anhelabas, pero ¿qué sabía yo de ti? Nada. Por esa simplicidad y el fuerte acento (¿también eso puse en ti?)… siempre, aún en sueños, me supiste lejos, precisamente por eso tu caricia era piedra de toque, pararrayos, isla. Porque quería para nosotros todo el mar. Por eso abrí la ventana a medianoche.
¿Puedo decir que para eso nací?
Puedo decir lo que sea, o callar, esconderme incluso de mí, de ti. Ser ahora lo que se espera de mí. Ya no somos juguetes nuevos. Ha pasado demasiada agua haciendo el cuerpo de nuestro río, ya somos un mar, ¿un mar, ya no nube, ya no gruta oscura, ya no humo dentro y fuera? Ahora estoy a la orilla de mí. Olvido es ahora una palabra como pan o aire: necesaria. Ser agua, pretender serlo, ya no es sencillo.
¿Quizá deba pedir perdón? Tal vez.