El eterno cambio

Por Lilia Cisneros Luján

Transformarse parece ser el constante anhelo del ser humano. El niño prueba los zapatos de papá anhelando ser tan grande como él, los adolescentes ensayan toda suerte de aventuras que les lleven a ser “diferentes de los rucos” y el cincuentón se comporta imprudentemente como si ello le garantizara que no mutará en viejo. A nivel social ocurre algo similar, el desarrollo de los pueblos está vinculado con aspiraciones de cambio. En Roma los esclavos deseaban ser libertos en todo el planeta las mujeres lucharon para votar y ser votadas, la revolución industrial fue el resultado de trasformaciones en la forma de producir y las posibilidades de metamorfosis social durante el siglo XX se vinculó con las variaciones en la relación laboral, el actuar de los sindicatos y las leyes que plasmaron derechos y obligaciones para los diferentes acores de una nación.

Alterar las estructuras puede o no resultar en consecuencias adecuadas para los destinatarios del cambio. Una viuda o madre soltera puede contraer nuevas nupcias imaginando a una familia integrada, meta que no se cumplirá si el cónyuge es golpeador o pedófilo y las aspiraciones de equidad de América Latina no necesariamente se lograrán por tratados comerciales globales.

Las mutaciones –físicas, espirituales o sociales-ocurren a distintas velocidades y aunque algunas parecen drásticas –las revoluciones diversas- en la historia suponen la mudanza a mejoras que no necesariamente se cumplen. En el año 2000 un alto porcentaje de mexicanos se sumaron al júbilo del cambio: se había superado el sistema de partido único, estábamos ensayando la alternancia, regresaba con fanfarrias la iniciativa privada con su aura de honestidad y efectividad y todo garantizaba el arribo a un México justo, progresista, trabajador y honrado ¿Por qué entonces muchos conciudadanos siguieron emigrando al país vecino en el norte? ¿Disminuyó la acción perversa de los paladines de la violencia? ¿Por qué llegamos a un punto en el cual nadie puede confiar en nadie?

Muchos vuelcos han ocurrido en poco más de dos décadas, sobre todo en la capital del país. Hoy ya no somos Distrito Federal, gobiernos de regencia quedaron en un pasado tan lejano como el de monarcas representados por tutores, tenemos un poder legislativo propio, una réplica de organismo ciudadano que organiza y cuida nuestros derechos electorales, los voraces delegados “ya contarán con un contrapeso” –de concejales- que les impedirán ser tan voraces y corruptos como los que hemos sufrido y hasta nos rige una nueva constitución. ¿Porque entonces los baches se multiplican? Las 17 o más oficinas de parques y jardines ¿esperarán hasta que las raíces de árboles plantados sin ciencia nos destruyan para iniciar un programa de poda? ¿Será hasta el próximo temblor que se suspenderán las obras de edificios tan altos como pretendía ser Babel? ¿Sabemos de algún voraz constructor que haya pagado a la sociedad sus fechorías?

Cambios inconvenientes dan como resultado abandono de ciudades –las del mundo maya- ocupación de ruinas por bandas de facinerosos, migraciones forzadas[1] y hasta guiones de películas de horror ¿Qué mutación nos espera después del próximo primero de julio? ¿Estamos ciertos acerca de las consecuencias relacionadas con las normas y valores que han propiciado “los innovadores”? Como sociedad ¿nos transfiguraremos en algo mejor ahora con alcaldes? ¿Cuántos y quienes tendrán un puesto en el ministerio de limpia de escaleras de arriba para abajo? La llamada primavera árabe propició transmutaciones drásticas en Egipto. Se fue a la cárcel un gobernante que no la había hecho tan mal pero que se quedó más tiempo del debido en el poder y de pronto los que propiciaron el cambio metieron la mano para darle otro vuelco a las cosas, persiguieron a los hermanos musulmanes y todavía están buscando la manera de corregir las malas consecuencias de un cambio solo por cambiar.

De entre los 66 libros que Gutemberg consideró para meter a la imprenta lo que hoy conocemos como la Biblia, el de los jueces es uno muy ad hoc al tema que hoy nos ocupa. Se relata un periodo de la historia del pueblo de Israel, a partir de la muerte de su líder Josué. Fueron 13 líderes –escogidos por Jehová- que procuraban el bien para su pueblo que a pesar de tales intenciones llego al fracaso total contándose en esa parte de su historia sus siete apostasías, así como igual número de esclavitudes y liberaciones. ¿Cómo es que apenas en el periodo inmediato a la muerte de Josué esta nación cambió al grado del extravío? Quizá la respuesta la encontramos cuando se dice que la generación inmediata al líder continuó con sus valores, pero llegó “una nueva que no conocía a Jehová ni la obra que había hecho”[2] ¿El sufrimiento de México, tiene que ver con la desaparición del civismo en los planes educativos? Cuando enviamos nuestros hijos a escuelas privadas ¿procuramos enseñarles en casa como era el México que no elevó desde el origen hasta la posibilidad de pagarles una colegiatura de lujo?

No todos lo cambios son buenos, hoy muchos jóvenes padecen consecuencias drásticas por la confusión de libertad con uso de drogas o sexo desenfrenado; jovencitas padecen abuso de enfermos mentales y sociales que mal usan las fotos en bikini que ellas mismas subieron a las redes y sociedades completas viven presas en su domicilios mientras los facinerosos hacen de las calles su centro de negocios y excesos. ¿Ese era el cambio que deseábamos? ¿Será volviendo al pasado como resolveremos los malos resultados de una modificación mal planeada? ¿Eran los reyes, la nobleza o la Unión Soviética mejores que las democracias modernas? Ojala que la reflexión y el análisis nos eviten vuelcos al precipicio.

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[1] Muchos resientes de clubes de golf en la zona metropolitana hoy viven en Texas donde nadie ha entrado a robar sus domicilios.
[2] Jueces 2:10 Antiguo Testamento de la Biblia.

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