Por PAULINA VILLEGAS/New York Times
CIUDAD DE MÉXICO — Sobre un escenario con pantallas de fondo de colores brillantes en el Palacio de Minería, en el centro histórico de Ciudad de México, los cinco candidatos que aspiran a la presidencia del país protagonizaron este domingo el primer debate oficial.
Pero el escenario real de este primer debate fue, según distintos analistas, el malestar y el enojo generalizado entre los mexicanos: una población al punto del hartazgo que reconoce entre sus principales males a la corrupción sistémica, la violencia, los desaparecidos y la desigualdad.
Con un nuevo formato en el que los candidatos tuvieron réplicas y preguntas directas de los moderadores, los cinco contendientes debatieron sobre corrupción, inseguridad y democracia; el resultado de esta puesta en escena, según los analistas consultados para este artículo, es poco probable que cambie sustancialmente las preferencias mostradas en las encuestas, en las que hasta el momento aventaja cómodamente el candidato a la presidencia Andrés Manuel López Obrador (AMLO) de Juntos Haremos Historia y a quien le sigue Ricardo Anaya, candidato de Por México al Frente.
Los últimos sondeos muestran que López Obrador (quien encabeza la alianza de Morena, el Partido Encuentro Social y el Partido del Trabajo) tiene una intención de voto del 48 por ciento. Eso le da una ventaja de 22 puntos porcentuales respecto a Anaya (candidato de la coalición del Partido Acción Nacional, Partido de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano) y lo deja muy por encima del 18 por ciento de intención de voto para el candidato del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Antonio Meade.
Los pronósticos sobre las estrategias de los candidatos de cara al debate también se vieron confirmados en los esfuerzos focalizados de los cuatro contendientes en atacar y subrayar propuestas de López Obrador en las que consideran hay inconsistencias. En ese sentido, distintos analistas concluyeron que el líder de Morena ganó en sus términos porque no perdió su posición; es decir: por lograr esquivar o “librar” los ataques.
“Ganó porque los demás candidatos no consiguieron bajarlo al terreno del debate”, dijo el columnista Esteban Illades.
Carlos Bravo Regidor, profesor de Política y de Periodismo en el Centro de Investigación y Docencias Económicas, coincidió: “AMLO llegó al debate a administrar su victoria y así lo hizo. Se quedó en su primer piso observando, cascareando, sin debatir, ganar ni perder, pero él iba a no perder”.
Para Vidal Romero, analista y profesor del Instituto Tecnológico Autónomo de México, este primer debate se implanta en una lógica electoral donde se definen a los candidatos en términos de “buenos y malos”, “mafias del poder y ciudadanos limpios”.
En este marco, la ventaja de López Obrador en las encuestas muestra que el candidato de Morena ha sabido capitalizar el descontento arraigado hacia el actual gobierno por la situación económica y de violencia y esquivar los ataques sin caer en el juego de las provocaciones. Así, el morenista se mostró menos combativo y más a la defensiva, y reiteró el componente moral “regenerativo” de la política como eje central de su plataforma.
“Si en otros ciclos electorales López Obrador fue el candidato enojado —y eso provocaba miedo—, ahora hay tanto enojo que AMLO se nos presenta como el candidato sereno y conciliador”, observó Bravo Regidor.
El debate consistió en gran medida en un esfuerzo de los candidatos por debilitar al puntero, al criticar sus propuestas más polémicas, como la amnistía a criminales, en un momento en el que los índices de homicidios han alcanzado niveles históricos.
Anaya destacó en articulación y elocuencia: los analistas coinciden en que se mostró como el mejor preparado, firme y convincente en el contexto del debate. Este desempeño favorable podría significar un fortalecimiento del candidato en las encuestas y de su posición como el opositor más fuerte al candidato de Morena.
Sin embargo, Anaya llegó al debate golpeado por acusaciones —no comprobadas aún— de un presunto lavado de dinero por la compraventa de una nave industrial, lo que algunos consideraron una “guerra sucia” lanzada en su contra a principios de este año.
En una elección en la que el electorado parece gravitar hacia el polo emocional y moral, una de las principales fortalezas de López Obrador parece ser su posicionamiento como aquel candidato que sigue estando “del otro lado del pantano de la corrupción”, según Romero.
Esta situación, anticipó, puede abrir la posibilidad a una dinámica de campaña renovada de voto útil, en la que tanto las arcas de PRI, el gobierno federal e incluso panistas que habían coqueteado con Anaya, o la antes panista y ahora candidata independiente Margarita Zavala, unan filas contra López Obrador.
Por su parte, el abanderado priista, Meade, no ha logrado corregir durante el debate lo que muchos consideran su “falla de origen”: haber sido postulado por el PRI tras un sexenio con los índices de aprobación más bajos en dos décadas para el partido oficialista.
Ante los ataques de Anaya en los que subrayaba escándalos de corrupción de la actual gestión priista encabezada por Enrique Peña Nieto, el candidato del oficialismo no pudo hacer o decir mucho para que sus propuestas y argumentos (“Voy a gobernar para ti y nadie más”) amortiguaran los golpes.
“Si su objetivo era detener su hemorragia, no lo logró”, consideró Bravo Regidor.
El candidato independiente Jaime Rodríguez, conocido como el Bronco, fue quizá la sorpresa del debate al exhibir una bala ante las cámaras a menos de un minuto de iniciada la jornada, para hablar sobre cómo él ha sido víctima de la violencia que azota al país, haciendo referencia al asesinato de su hijo.
El gobernador con licencia del estado de Nuevo León también protagonizó uno de los momentos más extravagantes del debate cuando propuso “mocharle [cortarle] la mano a quien robe” como parte de su estrategia para resolver la corrupción.
La otra candidata independiente en la contienda, la ex primera dama Margarita Zavala, defendió de manera sostenida como estretegia de seguridad la llamada guerra contra el narcotráfico, iniciada por el expresidente Felipe Calderón, su esposo. Zavala reafirmó una plataforma que asegura es a favor de las mujeres, pero su desempeño fue calificado por los expertos consultados como pobre, tanto en forma como en contenido.