La frustrante historia de las medallas olímpicas que ha perdido México “por poquito”

Fallas increíbles al final de la competencia, robos descarados que arrebataron triunfos y los clásicos “ya merito” colman la historia del olimpismo mexicano.

Por Alejandro Salmón A. | Ahoramismo

El deporte olímpico mexicano tiene una larga historia de medallas que se perdieron en el último aliento de la competencia, cuando él o la representante del país azteca ya se veían con la presea colgada al cuello.

El desafortunado cierre del clavadista Randal Willars, que marchaba en segundo lugar al inicio de la última ronda de la competencia de la plataforma de 10 metros, lo que lo hacía soñar con la medalla de plata, no es única en la historia del olimpismo mexicano.

Para continuar con la disciplina de los clavados, el entonces joven mexicano Carlos Girón (q.e.p.d.)  luchaba por una medalla en los juegos olímpicos de Múnich 1972.

Marchaba en el segundo lugar en la última ronda, sólo por debajo del legendario clavadista italiano Claus Diviasi, quien, para muchos conocedores del tema, es el mejor de toda la historia.

En la que ya era una de las más pobres actuaciones de una delegación mexicana en justas olímpicas, Girón hacía soñar a la afición deportiva con “al menos” una medalla de plata.

Sin embargo, en su última ejecución, el mexicano hizo un clavado totalmente fallido que lo sacó no solo de la plata, sino de los primeros lugares.

“Giré muy alto y fuerte, ¡y pácatelas!, que caigo casi de espaldas. Del segundo lugar me fui al octavo”, declaró el clavadista, en una entrevista para el diario deportivo La Afición[i].

Adiós medalla.

Nada más para recordar, en aquella edición olímpica, México se mantuvo sin medalla hasta el penúltimo día, cuando el boxeador Alfonso Zamora consiguió la de plata en la categoría de los pesos gallo.

La misma situación se repitió 20 años después, en los juegos de Barcelona 1992, cuando la clavadista mexicana María José Alcalá marchaba cómoda en el segundo lugar, lejos de la primera, pero también del resto de las competidoras.

En su último salto, cayó de espaldas y, según ella misma lo narra, el golpe contra el agua fue tan contundente que quedó inconsciente.

Su calificación fue tan baja que no solo la sacó del pódium, sino que la envió hasta el sexto lugar.

Después de ese suceso, se retiró, según lo cuenta ella en entrevista para Grupo Imagen. [ii]

Atrás dejaba una brillante carrera que incluía cuatro juegos olímpicos y decenas de competencias internacionales.

Como si fuera una película que ya hemos visto, el sábado 10 de agosto del 2024 se  repitió la historia: Willars llegó al penúltimo salto en cerrada disputa por la medalla de bronce.

En esa ronda el japonés Rikuto Tamai, que marchaba segundo, falló en su penúltimo clavado, mientras que el mexicano logró una alta calificación que lo mandó al segundo sitio, cuando solo faltaba una ronda.

Lo único que debía hacer el representante de México era no equivocarse, hacer bien—así, a secas—un clavado que tenía dominado, pero lo perdió. Lo hizo tan mal al lanzarse un clavado de 4.1 grados de dificultad que apenas logró 61.50 puntos, una calificación tan baja que lo sacó de toda posibilidad de obtener metal.

Terminó la competencia en el quinto sitio con 478.40 puntos. Adiós medalla.

  • Los “por poquito”

Otra es la historia de quienes lograron una medalla, pero estuvieron a muy poco de colgarse  la de oro.

Quienes pudieron ver los juegos olímpicos de México 1968 nunca olvidarán el final de la competencia de caminata de los 20 kilómetros, cuando el soviético Volodimir Golubnichi, entró al estado como puntero, seguido de cerca por el mexicano José “Sargento” Pedraza.

El estado entero se volvió un solo grito: el “México, México”, en apoyo al andarín nacional, pero quedó a muy poco del representante de la Unión Soviética.

El gesto de Pedraza, arañándose la cabeza cuando vio llegar a su oponente cruzar la meta en primer lugar, se volvió uno de los cuadros más representativos de las frustraciones deportivas que suele sufrir el deporte mexicano.

Caso parecido, aunque acaso más doloroso, fue el de la arquera mexicana Aída Román en los juegos olímpicos de Londres 2012.

Llegó a la final a enfrentarse con la sudcoreana Ki Bo Bae y tras el empate en la puntuación de los sets, la competencia fue tan cerrada que debieron irse al tiro de desempate, llamado también “tiro de oro”, porque es de solo una flecha: quien haga el mejor lance, ganaba la competencia.

La primera en soltar la flecha fue la china, pero su disparo rozó la franja amarilla, la que da entre 9 y 10 puntos, algo relativamente fácil para una competidora olímpica.

La mesa estaba servida para la mexicana, quien, como en otras ocasiones, solo tenía qué hacerlo bien, nada más, pero no: lanzó un tiro un 8, todavía más lejano al blanco que el de la china y con ello perdió la de oro.

Román, entonces “ganó la de plata”, frase que suele acompañar a las o los atletas nacionales cuando se quedan a “muy poquito” del triunfo.

·         Los robos a mansalva

Mención aparte merecen los casos donde un competidor mexicano tenía en la mano el triunfo, pero una decisión arbitral se los arrebató.

El más frustrante, acaso, es el del marchista Bernardo Segura en los juegos de Sídney 2000.

El mexicano entró al estadio en primer lugar de la justa de los 20 kilómetros de marcha, por delante del polaco Robert Korzeniowski y de su compatriota, Noé Hernández.

Así terminó, en primer lugar y con ello se daba por ganador de la medalla de oro. Apenas concluyó la competencia y el andarín mexicano atendió una llamada telefónica del presidente de la República, Ernesto Zedillo Ponce de León.

La imagen nunca se olvidará para la afición mexicana que vio esa escena. Mientras Segura hablaba con el presidente, un juez de la competencia lo esperaba pacientemente a que terminara su telefonema y, apenas colgó, le mostró la tarjeta de descalificación. Adiós oro. El polaco Korzeniowski se quedó con el primer lugar.

Lo que argumentaron los jueces para descolgarle el oro a Segura fue que ya lo habían descalificado kilómetros antes de entrar al estadio, pero él continuó la competencia.

En las imágenes que transmitió la televisión mexicana no se alcanzó a apreciar ese momento.

Por lo demás, resultó extraño que le permitieran continuar, pues lo usual es que, cuando un o una marchista recibe la descalificación, se le saque de la competencia y se le retire el número de la camiseta. A Segura lo dejaron seguir, obviamente, con todo y su número.

Sin embargo, el “robo” más descarado ocurrió en los juegos de Moscú 1980 en la prueba de los clavados de trampolín de tres metros, donde el mexicano Carlos Girón y el soviético Alexander Portnov peleaban palmo a palmo por la medalla de oro.

Portnov, que competía en condición de local, marchaba en primer lugar, a muy corta distancia del mexicano, por lo que ninguno de los dos podía fallar o, de lo contrario, perderían la competencia.

Estaban ya en las últimas rondas de la competencia cuando el soviético se lanzó un clavado  dos vueltas y media al frente en posición B, pero le salió  tan mal que cayó de espaldas.

En condiciones normales, le hubiera valido un cero de calificación.

De esa forma, el mexicano Girón se iría al frente, mientras que el italiano Georgio Cagnnoto se colgaría la plata.

Pero entonces ocurrió algo que nunca se ha vuelto a ver en una competencia de clavados: los jueces le permitieron a Portnov repetir el clavado. Esta vez, lo hizo bien, obtuvo buenas calificaciones y con ello se aseguró la de oro.

Desde aquel entonces, en diversas competencias, muchos competidores o competidoras han tenido clavados desastrosos, incluso las grandes luminarias, y que han debido conformar los ceros de calificación.

Le pasó al multicampeón Gregg Luganis, de Estados Unidos, en los juegos de Seúl 1988, cuando se golpeó la cabeza en el trampolín cuando hacía sus giros, lo que motivó que cayera como un bulto a la alberca. Nada de repetir el clavado: el legendario clavadista recibió su baja puntuación y, aun así, ganó la competencia.

En capítulo aparte merecen contarse los casos de los marchistas Daniel Bautista y Ernesto Canto (q.e.p.d.)

Ambos caminaban hacia la victoria en la prueba de los 20 kilómetros cuando fueron descalificados de manera sorpresiva.

En Moscú 80, el mexicano Bautista sacaba ventaja cuando faltaba poco para entrar al estadio y terminar la competencia, pero al entrar debajo de un puente, ya no se le vio salir. Tras varios minutos de incertidumbre, se supo que había sido descalificado.

En Seúl 1988 sucedió algo similar: Ernesto Canto se separó del pelotón que marchaba al frente y caminaba rumbo al oro, pero también fue descalificado.

Al final de Paris 2024, la cosecha de medallas doradas para México sigue igual de baja: 13 en total, que es superado por países con menor población y presupuesto deportivo.

Sin embargo, en algo hubiera contribuido a mejorar la posición en el medallero histórico de haber obtenido el triunfo aquellas ocasiones.


[i] https://www.milenio.com/deportes/carlos-giron-el-dia-que-perdio-la-medalla-de-oro-olimpica-por-jueces

[ii]

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