En el foro “Afectaciones a los bienes naturales de las comunidades indígenas”, realizado en la ciudad de Chihuahua, representantes de diferentes comunidades ralámuli (tarahumara) hablaron sobre sus afectaciones ambientales y de algunas soluciones que han implementado.
“Últimamente ha habido mucho cambio, como cambio climático. La verdad los tiempos ya no son como antes, antes era diferente y ahora se ha estado cambiando. Ya el bosque ya no tiene tanta fuerza como antes tenía”, dijo Jesús Vega, “porque nosotros pues tampoco hacemos lo que antes hacíamos. Lo mismo pasa con el bosque”.
Jesús Vega vive en el ejido de Cuiteco, en la Sierra Tarahumara de Chihuahua. Junto a Arturo Medina, de la comunidad de Tewerichi, Domingo González, de la comunidad de bosques de San Elías Repechique, el antropólogo Juan Jaime Loera y el ingeniero forestal Antonio Turuseachi, compartió su experiencia en el foro “Afectaciones a los bienes naturales de las comunidades indígenas”, organizado por la asociación civil Consultoría Técnica Comunitaria (CONTEC) en la ciudad de Chihuahua como parte de una serie de foros mensuales llamados “Diálogos de resistencia”.
Durante casi dos horas, los ponentes hablaron acerca de los daños ambientales que han sufrido en sus comunidades, tanto por el cambio climático, la tala y otros problemas, así como de las soluciones que creen más adecuadas para combatirlos, frente a lo que a veces las personas externas piensan que es lo mejor para ayudar.
En el caso de Cuiteco, por ejemplo, hace 20 años la comunidad indígena creó la Reserva Campesina de Cuiteco con el fin de preservar el bosque del ejido de la tala y proteger su fauna. Pero aunque exista esta reserva, el bosque sigue enfrentando amenazas como los incendios forestales o la posibilidad de que la reserva se abra al negocio de la madera.
“De repente pues también tenemos este rumor” continuó Jesús, cuando se le preguntó específicamente sobre este esfuerzo de la comunidad de Cuiteco. “Hasta ahorita no han entrado los compradores de madera, entonces pues sí tenemos miedo que nos pase eso porque de repente llegan los compradores y se puede acabar.”
Además de los grandes pinos, Jesús dijo que en la reserva viven animales silvestres como guajolotes, venados, ardillas, coyotes e incluso han visto osos que son atraídos por las manzanas de las huertas de los habitantes cercanos.
En el caso de Tewerichi, Arturo contó varios problemas que han afectado el medio ambiente en su comunidad: la tala acabó con los viejos bosques, la sequía no permite que crezcan los alimentos en sus parcelas y la gente tiene que salir a trabajar a las ciudades y los campos agrícolas distantes, donde encuentran otros problemas como enfermedades y el abuso de sustancias.
“La mera verdad estamos tristes porque no quiere llover y pues no levantamos cosechas”, dijo Arturo. “Ya llevamos más de 27 años de que dejamos de talar el bosque. Ahorita lo que queremos es cuidar para que pueda llamar el agua”.
En 2011 se quemó parte del ejido de Tewerichi y lo que hicieron fue cuidar el área para que la flora se recuperara por sí misma. La reforestación se debe de dar naturalmente, dijo, porque a cada tipo de pino o encino le gusta un tipo de tierra distinto y hacerlo de manera artificial no tendría el mismo resultado.
“Ya todo tiene vegetación. El chiste es cuidarla, porque si lo reforestamos se pone muy chiple y se seca. Eso necesita crecer naturalmente, nomás cuidarla y no cortarla”, continuó Arturo.
Sin embargo, a veces los programas de ayuda de parte de las autoridades se hacen sin conocimiento de la región o sin tomar en cuenta a las comunidades. Los ponentes hablaron de las reforestaciones que no han tenido éxito por haberse realizado con especies que no eran locales o de obras que han sido mal implementadas y que resultan contraproducentes.
Un trabajo que es más beneficioso para la tierra, mencionó Arturo, son las trincheras que construyen para retener el suelo y evitar que la erosión se lleve los nutrientes. Además, este tipo de actividades también representan una fuente de empleo temporal para la comunidad cuando cuando existe algún apoyo económico para realizarlo.
“Eso nos haría fuertes a nosotros y tener esos trabajos y cuidar quién nos apoye, porque sabemos que hay otros programas federales, pero como que no ayudan mucho”, explicó Arturo. “A lo mejor eso sería más ligado a la comunidad o que la misma gente diga cómo quieren el trabajo, a veces no nos ayudan mucho. Sería un beneficio para todos, no nomás a nosotros los que vivimos en la sierra”.
En la comunidad de Repechique, en el ejido de Bocoyna, Domingo González dijo que necesitan herramientas para combatir los incendios y apoyos para poder permanecer en sus comunidades y sostener a sus familias, así como “para no dejar el bosque solo, para estar cuidándolo, para que no se vaya a prender”. Ahí también han tenido problemas con la sequía, lo que ha impedido tener buenas cosechas.
“Hemos tenido fallas de agua, se han secado los aguajes. Ya no es igual, por lo mismo”, dijo Domingo, “un pino que es el más gordo ese es el que más nos traía el agua y ahora ya se acabaron. Quedaron sólo mas que puros pequeños y eso es que nos estamos quedando sin agua”.
Por su parte, el ingeniero Antonio Turuseachi, quien trabaja como técnico de campo en CONTEC, presentó algunos datos sobre los afectaciones a los bosques de la Sierra Tarahumara y algunas propuestas para contrarrestarlas desde su trabajo de acompañamiento a las comunidades.
Por ejemplo, según datos de la Comisión Nacional Forestal, entre el 1 de enero y el 30 de junio de 2024 se presentaron 412 incendios en el estado de Chihuahua, las cuales afectaron 311.84 hectáreas de arbolado adulto y un total de 74 mil 723 hectáreas. En cuanto a deforestación, Antonio se basó en una investigación hecha por Siné Comunarr, la cual estima que entre 2001 y 2023 se perdieron 32 mil 500 hectáreas de cobertura arbórea en el estado, sobre todo en la Sierra Tarahumara.
“Las comunidades y los pueblos originarios en general dependemos de los bienes naturales para el buen vivir para realizar nuestras actividades económicas, culturales, espirituales, así mismo como la agricultura, ganadería, educación, salud, entre otras”, leyó Turuseachi ante el foro. La educación, dijo, también se da en el bosque, no necesariamente en la escuela.
Por eso, la presencia del crimen organizado en las comunidades y la sierra, la deforestación, los programas asistenciales mal enfocados, los megaproyectos, el cambio climático, entre otros problemas, afectan el medio ambiente pero también su estilo de vida, pero también afectan a quienes viven de las cuencas del río Conchos y el río Fuerte, que obtienen su agua de la Sierra Tarahumara.
“El cambio climático es algo complejo que no nada más es en la sierra, no nada más es en el estado, es en todo el mundo. Entonces, para poder entender, yo creo que es cuidar así como dicen los compañeros. No hay otra forma de solucionar”, dijo Antonio.
Para finalizar el foro, el antropólogo Juan Jaime Loera recapituló algunos de los puntos expuestos por la mesa y realizó una serie de reflexiones. Por ejemplo, enfatizó en el derecho a las comunidades indígenas a la consulta con base a las leyes internacionales, pero también en el derecho a decir que no en dichas consultas.
“El derecho a la consulta debe de garantizar el derecho a disentir, no solamente el ser consultados para de todas maneras hacer los megaproyectos y cualquier intervención, sino que las comunidades tienen ese derecho de decir ‘no queremos esto’ o lo queremos de esta otra manera, no como se estaba planteando originalmente”, dijo.