Estamos por iniciar agosto. El año ya va de salida. Han sido unos meses más bien complicados: Tuvimos campañas políticas y elecciones que refrendaron el apoyo popular a Gobierno de la Cuarta Transformación. Y lo hicieron de manera clamorosa: La candidata ganadora, Claudia Sheinbaum, obtuvo más del 30% de votos que la segunda aspirante, Xóchitl Vázquez. Esperamos que se complete el trámite, la nueva presidenta acceda a su cargo y se dedique a trabajar por el bien de todos, sin olvidar que primero hay que atender a los pobres.
Todavía quedan quejosos que pretenden influir para que a los partidos que fueron en coalición, Morena, Partido del Trabajo y Verde, les toque menos diputados que los que les asigna la actual legislación, cuando esos partidos se beneficiaron durante tres o cuatro lustros al menos de esa ley y no aceptaron los cambios a la figura de coalición, de lo que ahora se quejan, pero se aprovecharon calladitos cuando los beneficiados eran ellos.
Algunos personajes que dieron muestra de inteligencia y capacidad en el pasado piden, casi exigen, que se viole la Constitución en nombre de un “espíritu de la Constitución” simplemente porque en esta ocasión no resultaron vencedores. Habría que explicarles que en política a veces se gana y a veces se pierde, y que un mínimo pudor les debería mover a aceptar una realidad que les impuso la mayoría. Lo que deben hacer es trabajar en la reorganización de sus esfuerzos, sustentados en las cabezas más equilibradas de sus institutos, dejar de clamar por contrasentidos y hacer política seria. Tienen seis años para trabajar y dejar de lamerse las heridas.
Por lo pronto estaremos atentos a la transición. Sabemos que habrá continuidad, pero veremos estilos y modos de gobernar distintos. La incógnita está en las decisiones y caminos que tomarán los partidos opositores: una coalición como la que se habilitó en esta campaña, el PRI, PAN y PRD habla menos del oponente, y mucho de la falta de principios serios de esos partidos otrora disímiles, inmersos en una profunda crisis y dispuestos a olvidar sus doctrinas en el afán infecundo de derrotar al rival. Todo apunta a que deben reinventarse, o desaparecer…
Esperamos que el resto del año se vaya logrando una cierta sensatez y se logre un cambio de gobierno terso y prudente, y que los ahora opositores vayan diseñando y logrando formas maduras y reflexivas de hacer política, pensando siempre en las mayorías, que ya no es posible ignorarlas.
Y si bien deseamos una transición tranquila, no nos quedaremos sin espectáculo político sugerente: los vecinos del norte están iniciando campañas y seguro que no nos dejarán sin material interesante para observar y, no hay remedio, preocuparnos. Allá ya están definidos los candidatos, por más que los Demócratas tendrán su Convención en las próximas semanas. Kamala Harris, una californiana de padre jamaiquino y madre hindú, con larga experiencia como fiscal en su estado natal, se enfrentará a Donald Trump que busca ser presidente de nuevo. Trump es hijo de sus padres, hay una foto de él joven con ellos ataviados con ropajes del Ku Klux Klan…
Por lo pronto el Donald, fiel a su falta de urbanidad y civilidad ya insultó a Marcelo Ebrard y se vanaglorió que lo venció y humilló en alguna negociación entre ambos países. Y anunció que va a mandar tropas “asesinas” a matar a los principales capos del narco en nuestro País. Invadirnos pues. Que un personaje que se muestra incapaz de tomar en cuenta a los otros, y sólo acierta a rumiar sus propias ventajas individuales logre convencer a fracciones importantes del electorado de su país, apunta a serios deterioros en la formación cívica, ética y política de una fracción no pequeña de la ciudadanía norteamericana.
Las esperanzas de muchos están con Kamala, que parece inteligente, sobria y equilibrada, además de guapa, que también se agradece…