Leonardo Boff
El artículo anterior ‘El caos destructivo actual y el caos generativo como salida salvadora’ pretende ser completado aquí por la siguiente reflexión hecha hace un año.
Como pocas veces en la historia general de la humanidad, la crisis sistémica y generalizada se presenta con pronósticos apocalípticos que vienen bajo el nombre de antropoceno (el ser humano es el gran meteoro amenazador de la vida), necroceno (muerte masiva de especies de vida) y últimamente de piroceno (grandes incendios en varias regiones de la Tierra), todo por la irresponsable acción humana.
Además, esos pronósticos son consecuencia del nuevo régimen climático, dado como irreversible, y, no en último lugar, delpeligro de una hecatombe nuclear que podría exterminar toda la vida humana en relación con la guerra Rusia-Ucrania y las potencias occidentales. Putin ya avisó que, si despliegan fuerzas militares occidentales en Ucrania, podría usar armas nucleares tácticas. Destruyen poco pero dejan la atmosfera muy contaminada.
La situación general del mundo no suscita optimismo, sino abatimiento e incluso pesimismo y una seria preocupación sobre el eventualfin de nuestra especie. Muchos jóvenes se dan cuenta de que, si se prolonga el curso actual de la historia, no tendrán un futuro apetecible. Algunos se resignan, como recientemente denunció en un impresionante libro Steven Rockfeller: buena parte de la juventud norteamericana se desinteresa de los valores tradicionales y democráticos de la nación (cf. Spiritual Democracy and Our Schools, 2022). Otros se comprometen valientemente en un movimiento que ya es planetario para salvaguardar la vida y el futuro de nuestra Casa Común, como lo hace la joven Greta Thunberg
No deja de sonar fuertemente la advertencia del Papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti (2020): “Estamos todos en el mismo barco; o nos salvamos todos o nadie se salva” (n.32).
En este contexto buscamos alguna esperanza en uno de los mayores científicos modernos, ya fallecido, el ruso-belga Ilya Prigogine, premio Nóbel de Química en 1977, principalmente en El fin de las certidumbres (Andrés Bello,1996). Él y su equipo crearon una nueva ciencia, la física de los procesos de no-equilibrio, es decir, en situación de caos.
En su obra pone en jaque a la física clásica con sus leyes determinísticas y muestra que la flecha del tiempo no vuelve atrás (irreversibilidad) y apunta a probabilidades, nunca certezas. La propia evolución del universo se caracteriza por fluctuaciones, desvíos, bifurcaciones, situaciones caóticas, como la primera singularidad del big bang, generadora del universo. Enfatiza que el caos nunca es solo destructivo. Alberga un orden escondido que, dadas ciertas condiciones, irrumpe y da inicio a otro tipo de orden. El caos, por tanto, puede ser generativo, pues del caos surgió la vida, como mostró en su obra clásica Order out of Chaos (1984).
En este científico, que era también un gran humanista, encontramos reflexiones que no son soluciones, sino inspiracionespara desbloquear nuestro horizonte sombrío y catastrófico. Puede generar alguna esperanza no obstante la peligrosa lucha por la hegemonía del proceso histórico, unipolar (USA) o multipolar (Rusia, China y los BRICS).
Prigogine parte diciendo que el futuro no está determinado. “La creación del universo es ante todo una creación de posibilidades, algunas de las cuales se realizan y otras no”. Lo que puede suceder está siempre en potencia, en suspensión y en estado de fluctuación. Así sucedió en la historia de las grandes extinciones ocurridas hace millones de años en el planeta Tierra. Hubo épocas, especialmente cuando se produjo la fractura de Pangea, el continente único que se partió en pedazos originando los distintos continentes, en que cerca del 75% de la carga biótica desapareció. La Tierra necesitó algunos millones de años para rehacer su biodiversidad.
Es decir, de aquel caos surgió un orden nuevo. Así ocurrió con la última gran extinción masiva de hace 67 millones de años, que exterminó a todos los dinosaurios pero dejó a nuestro antepasado, el cual evolucionó hasta alcanzar el estadio actual de sapiens sapiens o, más realistamente, sapiens y demens.
Prigogine desarrolló lo que llamó “estructuras disipativas” como ya explicamos en el artículo anterior. Ellas disipan el caos, o sea, transforman los residuos en nuevos órdenes. Así, en un lenguaje pedestre, de la basura del sol –los rayos que se dispersan y llegan a nosotros– surge casi toda la vida en el planeta Tierra, especialmente la fotosíntesis de las plantas que nos proporcionan el oxígeno sin el cual nadie vive. Esas estructuras disipativas transforman la entropía en sintropía. Lo que se deja de lado por ser caótico es retrabajado hasta formar un orden nuevo. De esta forma, no iríamos al encuentro de la muerte térmica, a un colapso total de toda la materia y energía, sino hacia órdenes cada vez más complejos y altos hasta un orden supremo, cuyo sentido último nos es desconocido. Prigogine rechaza la idea de que todo termina en el polvo cósmico. Tal vez sería la tan soñada noosfera de Pierre Teilhard de Chardin.
Como consecuencia, Prigogine es optimista frente al caos actual, pues es inherente al proceso evolutivo. En esta fase actual cabe al ser humano, al conocer el dinamismo de la historia en abierto, la responsabilidad de asumir decisiones que den prioridad al caos generativo y de hacer valer las estructuras disipativas que pongan freno a la acción letal del caos destructivo. Nuestro destino está en nuestras propias manos.
“Cabe al hombre tal cual es hoy, con sus problemas, dolores y alegrías, garantizar que sobreviva en el futuro. La tarea es encontrar la estrecha vía entre la globalización y la preservación del pluralismo cultural, entre la violencia y la política, y entre la cultura de la guerra y la de la razón”. El ser humano aparece como un ser libre y creativo y podrá transformarse y transformar el caos en cosmos (orden nuevo).
Tal parece ser el desafío actual ante el caos que nos asola. O tomamos conciencia de que sobre nosotros recae la responsabilidad de querer seguir sobre este planeta o permitiremos, por nuestra irresponsabilidad, un armagedón ecológico-social. Sería el trágico fin de nuestra especie.
Alimentamos con Prigogine la esperanza humana (y también teológica) de que el caos actual representa una especie de parto, con los dolores que lo acompañan, de una nueva forma de organizar la existencia colectiva de la especie humana dentro de la única Casa Común, incluyendo a toda la naturaleza. Si grande es el riesgo, decía un poeta alemán, también es grande la posibilidad de salvación. O en palabras de las Escrituras: “Donde abundó el pecado, superabundó la gracia (nuevo orden: Epístola a los Romanos 5,20). Así lo esperamos y así lo quiera Dios.
“‘Donde abundó el pecado, superabundó la gracia (nuevo orden’: Epístola a los Romanos 5,20). Así lo esperamos y así lo quiera Dios”
*Leonardo Boff, ecoteólogo, filósofo y escritor ha escrito Habitar la Tierra:cuál es el camino para la fraternidad universal, Vozes 2022; El doloroso parto de la Madre Tierra, Vozes 2021.