Por María Guadalupe Lugo García | Gaceta UNAM
Uno de los mayores logros de la astronomía prehispánica fue la predicción de eclipses. Hoy, gracias a los avances científicos, la humanidad cuenta con herramientas como internet que permiten el acceso al sitio web de la NASA para conocer, de una forma fácil, a qué hora inicia y termina exactamente un eclipse, y si será observable desde nuestra región; todo ello con base en la teoría astronómica de hace siglos, consideró Stanislaw Iwaniszewski, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
Indicó que, gracias a la teoría de Newton, actualmente los astrónomos pueden predecir dónde y a qué hora exactamente se observará, y hasta las posibilidades de nubosidad. Por lo tanto, los interesados pueden elegir el sitio con mejores condiciones para contemplar el fenómeno astronómico.
Mapeo
En su charla Los mecanismos para predecir eclipses en Mesoamérica, organizada por el Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE), el arqueólogo Iwaniszewski recordó que los mapas de los eclipses en la historia de la astronomía tienen escasos 300 años.
Señaló que Edmund Halley inició el mapeo de eclipses sobre la Tierra, fue el “cazador de los estos fenómenos”, y aunque tuvo un error de cuatro minutos utilizando la teoría de la gravitación de Newton, se considera el precursor de los mapas, los cuales tenían que ser calculados con lápiz, con algunas herramientas de conteo simples, pero exigían tiempo.
“A partir de él los astrónomos comenzaron a anexar estos mapas en lunarios o calendarios que la gente podía comprar; en ellos se anunciaba dónde se podría ver el eclipse y en qué lugar estaba la franja de observación”, afirmó.
En la Sala Francisco de la Maza del IIE, comentó que hay grandes trabajos de astrónomos que calcularon los eclipses en el pasado; ejemplo de ello fue el austriaco Theodor von Oppolzer, autor del Canon de eclipses, una compilación de efemérides astronómicas que aun se utilizaron entre 1970 y 1990, y del cual hay un ejemplar en la biblioteca del Instituto de Astronomía”.
También, recalcó, se puede ingresar al sitio de la NASA, en el que hay información de eclipses entre el año 2000 antes de Cristo y hasta el 3000 de nuestra era, así como la opción de conocer dónde será el próximo; “es obligatorio consultar estas fuentes”.
Expuso que en todas las áreas culturales, en las que se combina la observación de eclipses con su predicción, se utilizaron los calendarios lunares.
Joannes de Sacro Bosco, en su libro Sphaera mundi, explica cómo ocurre el eclipse lunar: la Luna tiene que estar arriba del horizonte frente al Sol y es visible en todos los lugares donde es de noche. Usando las fuentes medievales aclara por qué hay que fijarse en los eclipses lunares (plenilunio); los solares ocurren, obviamente, cuando la Luna no se ve (novilunio).
Los eclipses de Sol y Luna han sido siempre fenómenos astronómicos de fascinación y misterio peculiar que los mayas prehispánicos predecían, según refleja el Códice de Dresde, que contiene tablas astronómicas de una precisión extraordinaria, y que data del siglo XI o el XII.
Iwaniszewski rememoró que el último eclipse solar en el país ocurrió el 14 de octubre pasado; el siguiente, el próximo 8 de abril, será exactamente seis meses después. “Es una coincidencia que en el mismo territorio se observen dos eclipses separados por un lapso de seis meses”.
Los ciclos de predicción de los eclipses en el pasado se hacían con cálculos manuales y no eran tan confiables, pero por mucho satisfacían la necesidad de predecirlos. Al hacerlo, pierden su poder maléfico, ominoso, por ejemplo.
Al respecto, el especialista dijo que, de acuerdo con los estudiosos del Códice de Dresde, los mayas tampoco señalaban que el Sol o la Luna hubieran sido comidos, “por lo menos los observadores del cielo que compusieron esa tabla no tuvieron la creencia de que el Sol pudiera ser mordido, tal como aparece en los relatos de los españoles y luego entre los etnólogos del siglo XVI”.
“No siempre hemos visto los eclipses como un elemento didáctico, emotivo y estéticamente interesante; en la historia de la humanidad también había grupos humanos que los observaban con preocupación. En muchas culturas estos fenómenos eran considerados portadores de presagios, no siempre buenos, sino negativos en muchos casos”, describió.
Mientras los eclipses solares eran considerados positivos, los lunares resultaban negativos. Una de las razones que inculcó este tipo de sentimientos fue porque los astros eran considerados seres animados, a veces dioses, otras entidades anímicas, y si uno ocultaba al otro, era preocupante, porque la gente veneraba a las deidades y “de pronto uno desaparecía”.
Hoy el eclipse está asimilado en la cultura occidental y representa un aspecto lúdico. La gente viaja al sitio donde ocurrirá y el fenómeno no representa preocupación. Gracias a la teoría de Newton, podemos apreciarlos y elegir el sitio con menos nubosidad y mayor probabilidad de observar a “ojo raso” el fenómeno, incluso, la UNAM anunció un pícnic para el 8 de abril, finalizó.