Por Ernesto Camou
Esta semana inició la primavera y el invierno se despidió con una jornada de lluvia, justo en medio de la estación de secas. Totalmente insólita y definitivamente agradecible: Lo más probable es que no volvamos a ver algún chubasco hasta bien entrado el mes de julio.
También esta semana tuvo lugar un muy temprano equinoccio, y en unos días el mundo cristiano celebrará la Pascua de Resurrección, que siempre coincide con la primera luna llena después del equinoccio.
El cálculo de la festividad tiene una larga historia. La palabra Pascua viene del hebreo, pésaj, y se refiere a la liberación del pueblo judío de Egipto, donde vivieron en cierta esclavitud por más de 400 años. Según la Biblia fue Moisés quien lideró el éxodo del pueblo hacia una tierra que les había prometido su Dios.
Y nosotros, los cristianos de cualquier denominación en este siglo XXI, somos herederos de una cultura milenaria, de tal modo que la semana próxima estaremos recordando la muerte y resurrección de Jesús que tuvo lugar en los días de la pésaj judía, cuando ese pueblo celebraba la liberación del opresor y el tránsito, que duró 40 años, hacia la tierra que manaba leche y miel, como les ofrecía su divinidad.
Ahora bien, según la Biblia, en el libro del Éxodo precisamente, fueron esclavos por unos 430 años y su camino hacia la tierra prometida inició allá por el año 1500 antes de Cristo, o sea que en el pésaj que celebró Jesús con sus discípulos se hacía memoria de lo sucedido, para ese entonces casi 15 siglos atrás; y para nosotros, esta Pascua recuerda ese paso de Cristo por la muerte y la resurrección hace casi 2000 años. Las fechas exactas resultan difíciles de calcular, pero sí hay consenso en que en ese tiempo nació, vivió y fue ejecutado Jesús de Nazareth.
De tal modo que hoy, cuando tenemos varios días de asueto en esta primavera, los disfrutamos porque hace unos 4,000 años el pueblo hebreo fue sojuzgado por Egipto y obligado a un exilio de servidumbre que tuvo su fin más o menos hace unos 3,450 años. Y este evento liberador lo celebraban los judíos cada año, después del equinoccio de primavera. Y los evangelios nos dicen que fue precisamente en estas fechas que Jesucristo murió y luego tuvo lugar la resurrección y su paso a la gloria. Lo cual apunta a que nuestra fiesta de Pascua tiene un antecedente que coloca su arranque más o menos 40 siglos antes: Es un memorial complejo, pleno de ramificación y raíces culturales que se traduce para la mayoría en unos días de vacaciones ya sea en la playa, un rancho o en la sala hogareña.
Hace no muchas décadas buena parte de los habitantes de los centros urbanos acostumbraba asistir a los templos esta semana: El domingo iniciaba el memorial con la entrega de trozos de palma a los feligreses en recuerdo de la entrada triunfante de Jesús a Jerusalén. El Jueves Santo se conmemora la Última Cena y la institución de la Eucaristía, se acostumbra que el sacerdote lave los pies de doce niños vestidos de apóstoles, o de menesterosos como lo hace el papa Francisco.
El Viernes Santo se recuerda la muerte en la cruz, muchos rezaban el viacrucis en recuerdo del camino de Jesús hacia el Gólgota y la crucifixión. En algunas iglesias un orador sagrado daba el pésame a la Virgen María. El sábado se esperaba a la ceremonia del pregón pascual que precede a la misa de resurrección y que señala la nueva presencia de Jesús y el retorno de la luz y alegría. Para los chapayecas o fariseos de la etnia yaqui, el sábado termina su compromiso de anunciar la muerte y resurrección bailando con disfraces extravagantes por los barrios y pueblos, tarea que iniciaron el miércoles de Cuaresma: ¡Se abrió la Gloria!