Instrucciones para escribir un libro de poemas sin leer ni papa de poesía

Por Jesús Chávez Marín

1. Por principio de cuentas, ahórrese la lectura de libros dizque fundamentales de la tradición literaria, cualquiera que esta sea: española, japonesa, mexicana. Después de todo, usted es un poeta universal y hasta con una pizca de pueblerino. De Bachíniva, para ser exactos.

2. Que le valga un comino si su libro tiene solo 64 páginas, acuérdese de que todo cabe en un jarrito, sabiéndolo acomodar. No dude en meterle en la página 7 una sentida dedicatoria, en la 9 un prólogo firmado por usted mismo, José Manuel López Fernández. Sí, ya sé que prólogo quiere decir “en favor del texto”, pues por eso, ¿quién está más a favor de su logo que el autor mismo? Además, para serle brutalmente sincero, creo que él no pudo conseguir a tiempo ninguna vaca sagrada que se lo prologara.

3. Para compensar esa carencia, que por lo demás no tiene la menor importancia, la verdad, le venimos manejando un género al que JMLF llama “Comentarios sobre Esta tierra mía”. Y para eso consiguió ni más ni menos que dos pesos completos, si bien no son pesos completos en literatura ni nada que se le parezca, sí lo son en la empresa donde él labora.

4. El autor debe de reconocer, con la humildad que lo caracteriza, que uno de ellos escurrió el bulto y solo mandó media cuartilla con letras grandotas donde el 83% es la cita de un célebre escritor y luego ya nomás agregó tres renglones suyos, pero no le hace, su solo nombre es un apreciado galardón, así que sale en la página 10.

5. Como el otro señor no mandó nada, pues ya murió, aparecen con su firma tres párrafos bien bonitos donde habla sobre “Mi Obra”.

6. Como usted, avezado lector de este recetario de cocina literaria, ya habrá notado, el libro se llama Esta tierra mía. Que no le intimide ponerle dos adjetivotes a un solo sustantivo, tierra: uno demostrativo, esta, uno posesivo, mía. Un autor de este tipo no se anda con pequeñeces cuando se trata de plasmar la sencillez de un estilo. Y que no le asuste el posesivo, que no le salgan con que es demasiado ego, al contrario, el artista debe ser audaz y apropiarse de los sueños, las nubes y todo eso.

7. Ya entrando en materia, en la portada ponga bien clara la abreviatura de su profesión. Cuando un escritor es ingeniero, debería ponerle claramente Ing. Por ejemplo, Ing. Vicente Leñero. Yo no sé por qué él no lo hizo así en ninguno de sus libros, se le durmió. O si es licenciado, ponerle Lic. Por ejemplo, Lic. Carlos Monsiváis. También a él se le pasó, o no le aconsejaron a tiempo y ya hasta se murió, en paz descanse. Se entiende que ni Octavio Paz ni Carlos Fuentes pusieran eso, pero es que ellos no terminaron su carrera de leyes en la UNAM, así ni cómo ayudarles. En cambio, el autor de Esta tierra mía ostenta con orgullo en la portada su digno cargo de Mons.

8. No se arredre usted si no ha leído alguno que otro libro de colegas suyos que escribieron antes. Claro que le suenan algunos nombres, no sé, José Gorostiza, Rubén Darío, Huidobro, Dante Aligheri. Han salido en muchas hojitas de calendario, en antologías diversas y hasta en El declamador sin maestro. Es más, hasta es mejor que no los haya leído, así no contaminan el estilo propio.

9. En cuanto al haikú, no tema llamarlo así como lo que es, haikú. Yo no sé por qué ni José Juan Tablada ni el mismísimo Paz, que era tan presumido, les llamaron a esas cosas por su nombre. Usted sí, en la página 15 póngale claramente a esa parte del libro: “Haikús”. Y que le valga gorro que los japoneses no los escribieran rimados, allá ellos, usted sí métales rima, cual debe de ser.

10. Invente imágenes bonitas, el oro luce mucho: sus hojas en oro página 19, el oro del sol página 24, los oros de la hoguera página 27, que oros carda el poniente página 28, el oro de tu seno página 48, oro con el fuego de la tarde página 55, el oro en su regazo página 56.

11. En ese mismo tenor, y para darle movimiento, métale muchos senderos, palmo a palmo tus senderos página 28, escoltando tus senderos página 34, por senderos que huelen a brasa página 39, y así.

12. A ningún libro le viene mal el tul, ese tejido fino y transparente de seda, algodón u otra fibra textil que se utiliza especialmente en vestidos de bailarina, velos de novia, tocados y lencería. Entre brezos y tules página 18, entre berros y tules página 21. No le meta muchos, porque luego salen que lleva usted influencia de El Flaco de Oro Agustín Lara.

13. Saque metáforas audaces que revolucionen a la semántica en curso, no importa que para hacerlo cometa uno que otro atropello a lo que han dado en llamar buen gusto. Atrévase a poner, por ejemplo, a la hora que se calienta el comal para florecer tortillas página 26.

14. Tampoco retroceda ante el uso de lo que los dómines de la cultura llaman lugares comunes, usted úselos cuando le dé su regalada gana: todo era azul sin tiempo página 13, un no sé qué página 14, niña bonita que se baña en el río por la orillita página 17, playas de miel donde el soleado viento dora su piel página 24, como potros briosos página 33, cabalgando sobre el viento página 38, con mil besos en tu página 51, gotas de rocío página 57.

15. Por último, suena bien que en la ceremonia de presentación diga usted que su libro sirve para algo, y que tenga sabor a idealismo y utopía, por ejemplo: equidad para el pueblo bueno, liberación de los oprimidos, refugio de pecadores, redención para los afligidos. Aquí el autor le viene manejando la onda de evangelizar a través del libro. Se refiere a este y a otros títulos que anduvo repartiendo desde hace años el centro de trabajo de su empresa.


López Fernández, José Manuel: Esta tierra mía. Editorial Vía Áurea, México, 2019.

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