Por Ernesto Camou Healy
Hace 50 años nos encontrábamos preparando un proyecto de educación popular en el Estado de Hidalgo, con un ojo al gato y otro al garabato, pues a la par de afinar los preparativos, oíamos lo que estaba sucediendo en el extremo Sur del continente.
Sabíamos de la elección de Salvador Allende, un médico y político de izquierda, que había ganado la presidencia de Chile en un proceso democrático sin tacha. Había tomado posesión en 1970, apoyado por su partido, Unidad Popular, y muy pronto comenzó a ser hostigado por algunos sectores de la sociedad, apoyados económicamente por los Estados Unidos, cuyo presidente era Richard Nixon y Henry Kissinger su secretario de Estado.
Ellos financiaron a grupos opositores y a un sector de la prensa, en particular al diario El Mercurio que se dedicó a publicar noticias escandalosas, sesgadas y falsas sobre el régimen de Allende para crear un clima de desconfianza y repudio al gobierno. En 1969 el presidente Eduardo Frei nombró comandante en jefe del Ejército al general René Schneider, que planteó, antes de los comicios, que “El ejército es garantía de una elección normal, de que asuma la presidencia de la República quien sea elegido por el pueblo, en mayoría absoluta…”. Eso selló su suerte: en octubre de 1970, como represalia por su apoyo al presidente electo fue asesinado por fuerzas de ultraderecha poco antes de la toma de posesión de Allende, el 4 de noviembre. En su lugar Frei nombró al general Carlos Pratts, y Allende lo ratificó al asumir la presidencia.
Desde muy pronto se sucedieron manifestaciones y atentados por parte de grupos de extrema derecha incitados por la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA), que fueron respondidas con violencia por grupos de la Unidad Popular. Se provocó un caos que impedía gobernar, que era el objetivo que Nixon y Kissinger habían encomendado a Richard Helms, director de la CIA: organizar la desestabilización y el golpe contra el régimen.
El general Pratts fue hostigado continuamente hasta que en agosto de 1973 renunció y Allende nombró en su lugar a su segundo, el General Augusto Pinochet, que para ese momento estaba en negociaciones para traicionar al Gobierno. Pratts se trasladó a Argentina y murió asesinado en septiembre de 1974 por un sicario estadounidense que residía en Chile.
Aquel 11 de septiembre de 1973 escuchamos por la radio la transmisión en vivo desde el palacio de La Moneda donde se habían refugiado el presidente y varios colaboradores. Oíamos la narración del asedio a palacio, lo obuses contra el edificio y la fuerza aérea lanzando bombas contra Allende y su grupo. Ahí, antes de morir, pronunció su último mensaje, digno y esperanzador, que terminó con aquella frase profética: “Sigan ustedes, sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.”
Los militares tomaron el poder e instauraron un régimen de terror. Reprimieron con crueldad a los funcionarios del gobierno derrocado. Usaron los estadios como cárceles y hacinaron en ellos a muchos por el simple hecho de haber sido simpatizantes de Unidad Popular. Hubo juicios sumarios y ejecuciones al por mayor.
Las tropas entraron a las universidades y detuvieron, o fusilaron, a estudiantes que habían colaborado con el gobierno anterior. Lo mismo hicieron en industrias: Arrestaron a sindicalistas y ejecutaron sin juicio a muchos obreros. Un militar estadounidense informó desde Valparaíso que “el golpe de estado de Chile ha sido poco menos que perfecto…”.
Pinochet gobernó con mano dura hasta 1990 y siguió al mando del Ejército hasta 1998- Murió repudiado por las mayorías de su país en el 2006…
Referencias: Hay muchos libros y artículos sobre el golpe contra el Gobierno de Allende. Hay al menos dos películas que tratan el tema: Desaparecido, de Costa Gavras, y La Casa de los Espíritus, basada en la novela homónima de Isabel Allende.
No debemos olvidar…
Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo.