Por Francisco Ortiz Pinchetti
Hace apenas un par de meses el reto de Andrés Manuel era asegurar una transición de terciopelo (como la que tuvo gracias a su pacto de impunidad con Peña Nieto, más o menos), sin rupturas ni sobresaltos, y atinarle a una sucesión incondicional que le garantizara ante todo la inmunidad al menos durante los siguientes seis años.
Eso era en todo caso su preocupación real. Aunque no pocos ilusos dirían que su prioridad sería el que se profundicen los cambios para consolidar la autollamada Cuarta Transformación que abriera el camino a un nuevo régimen mexicano. ¡Pamplinas! ¿Cuáles cambios? ¿Cuál nuevo régimen? A estas alturas del partido, diría el Mago Septién, al tabasqueño ya ni siquiera le importa tanto el verse inscrito en la Historia Patria, como era su sueño: inscribir su nombre al lado de los de los próceres que lo antecedieron, en placas de bronce o cuando menos de cantera queretana: Miguel, José María, Ignacio, Francisco I, Benito, Lázaro, Andrés Manuel…
Iba bien, hasta eso. El cuento de las corcholatas y la encuesta con sus espejos, aunque poco se lo creyéramos, servía de distracción que acaso mitigaba un poco el aburrimiento que caracterizaba los paseos de Claudia, Marcelo y Adán Augusto (y de Ricardo y Gerardo y Manuel) por el país y pisoteando a su antojo la Ley. Las acusaciones entre ellos, apenas incipientes, timoratas, servían para ponerle un poco de pimienta a la pantomima.
En tanto, una oposición pasmada, mediocre y mezquina no atinaba a responder el llamado multitudinario de las movilizaciones ciudadanas de noviembre y febrero pasados, que en nada pudiera preocupar al hasta entonces feliz habitante de Palacio Nacional.
Y hete aquí que en unas cuantas semanas todo cambió: ¡Atrás los filders! A volar los sueños: hoy, la posibilidad de que el tabasqueño pierda la elección presidencial de 2024 es cierta, existe. Lo que parecía miel sobre hojuelas se convierte en complicado sendero en el que un paso en falso puede ser fatal. Aguas.
Hoy no basta escoger a un sucesor leal e incondicional. Es necesario optar por un candidato o candidata que pueda ser competitivo y ganar la elección…. a la vez que ser suficientemente confiable. Lo es Claudia, por supuesto. Ha dado muestras mayúsculas de los niveles de abyección a que puede llegar. ¿Puede ella garantizar la victoria, en serio? De la fidelidad de don Adán no dudaría nadie, es cierto; pero ni su mamá votaría por él. Es el anti candidato, por Dios. Queda Marcelo, el único de tres que parece suficientemente competitivo para enfrentar a la amenaza con huipil. ¿Es el ex canciller una persona en la que Andrés Manuel pueda confiar al cien? ¿Al ochenta acaso? Mmm.
Ante semejante panorama cualquiera andaría del humor que últimamente traiciona al Presidente. Unos opinan que está preocupado, molesto, iracundo, desesperado… Yo diría que Andrés está definitivamente angustiado.
Lo de menos sería decir: bueno, este es mi gallo, esta es mi gallina. Si gana, bien, si pierde también. Yo termino y me voy a La Chingada… Bueno fuera. El pelotero de Macuspana sabe que se puede ir un poco más cerca, a la cárcel. Una derrota electoral y la llegada de un “adversario” a la Presidencia significarían la pérdida automática de la impunidad. Tan sólo el daño patrimonial causado a la Nación por la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), la opacidad de los contratos que han llevado a la construcción del Tren Maya a triplicar su costo original o la muerte evitable de más de medio millón de mexicanos por la pandemia del Covid-19 adicionales a los 350 mil oficialmente reconocidos, bastaría para encerrarlo por el resto de los años que le quedan por vivir, como cantaría la cubana Gloria Estefan. Forever, pues. Y eso no está padre, como ahora se dice.
Así de grave.
Y eso vuelve a nuestro carismático y cuenta chistes mandatario sumamente peligroso. Feroz, diría yo. De entrada, cualquiera pudiera pensar que no estaría dispuesto a ceder el gobierno, a ningún costo. Y ningún costo quiere decir desde una monumental elección de Estado (que a mi modesto parecer ya se prepara) hasta un fraude electoral de a de veras, sin descartar el recurso extremo de un golpe militar, que para eso les ha entregado el país poco a poco a los soldados y los marinos. O cualquiera otra estupidez peor. En ese sentido –ojo– va el “anclaje” de su equipo ante eventuales renuncias de quienes aspiraban a ocupar gubernaturas en sus estados.
La angustia es cosa seria. Según una definición común, es un estado afectivo que causa malestar, sensación de sofoco, sufrimiento mental e incluso tristeza. Está relacionada con el temor o miedo irracional, la desesperación y, en muchos casos, con la incertidumbre. Los síntomas más comunes (chéquese cualquier “mañanera” de esta semana), son: 1. Preocupaciones y temores excesivos. 2. Imaginación de escenarios catastróficos. 3. Desesperación. 4. Falta de aire, mareos, sudoración, tensión muscular, sequedad de boca o fatiga. 5. Opresión en el pecho. 6. Sofoco. 7. Incertidumbre permanente. 8. Irritabilidad incontenible.
Hay quienes con muy mala leche agregan a esa lista las alucinaciones, que describen como la aparición súbita de una mujer vestida como tehuana, montada en una bicicleta y con un oficio en la mano que pone la frase “Derecho de réplica” en su parte superior; pero esas ya son ganas de joder, digo yo. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
PRESERVAR A LA UNAM. Ante el acoso que seguramente sufrirá la Universidad Nacional en los próximos meses por parte de quienes quisieran ver conculcada su autonomía y alinearla a ideologías autoritarias, debe atenderse el llamado del rector Enrique Graue Wiechers de no permitir partidarismos ni injerencias ajenas a la comunidad universitaria en el proceso de selección de su sucesor, que culminará el próximo mes de noviembre. Tiene el destacado oftalmólogo la autoridad moral que otorga el deber cumplido.
@fopinchetti