Cuento: “La desmayada suerte”

Por Araceli Loya y Jesús Chávez Marín

Después de comer, Héctor sintió un dolor horrible que lo hizo doblarse hasta el suelo. Les gritó a los compañeros de la cuadrilla que lo ayudaran y se recostó en el vehículo del trabajo.

Pedro le dijo:

Aguanta un poco, deja atendemos otra tienda.

Ellos daban servicio de mantenimiento a las Farmacias Guadalajara.

Héctor casi desmayándose les repitió que no aguantaba más, y aun así atendieron otras tres tiendas, y todavía se tardaron en reparar el camión, que andaba fallando.

Sintió alivio al ver que llegaban a La Central, para pedir ayuda al dueño del negocio.

 ―Ey, Paco. Me siento muy mal, es un dolor insoportable, nunca había sentido algo como esto. Y estos no me alivianaron.

Paco los regañó:

―Oigan, cabrones, cuando pase algo así, ayúdense entre ustedes. ¿Qué no ven como llegó Héctor?

Y fue todo. Únicamente lo agarró de ejemplo para regañarlos; luego se metió y no mandó a nadie a que lo llevaran al hospital o algo.

Héctor como Dios le dio a entender llamó a su hermano para que fuera por él y lo llevara a que le dieran algún auxilio.

*

De urgencia lo programaron a cirugía después de estabilizarlo, porque llegó con una falsa información de infarto, ya que traía taquicardia del dolor tan fuerte. Lo canalizaron y prepararon para meterlo a cirugía de inmediato.

Entró a quirófano con las medias de compresión puestas y todo lo que se requiere. Luego lo sacaron porque según ellos llegó otra urgencia y así se la llevaron desde el martes 21 de diciembre hasta el 24 de diciembre, en un ayuno prolongado.

La gente decía el quirófano estaba hasta la madre, pero era mentira que hubiera otros pacientes. Los del personal médico argumentaron que durante todo ese tiempo solo entró a cirugía un médico por una situación neurológica.

El 24 de diciembre echaron a fuera toda la gente hospitalizada, no sé por qué motivos. A todos los pacientes lo sacaron de manera cruel, con el pretexto de que no tenían anestesiólogo. Les prometieron que la cirugía sería por láser.

A Héctor ya lo agendaron cuatro veces, y las cuatro veces aplazaron la cirugía. Ya hasta se le quitó el dolor y nunca se supo de qué se había enfermado. Mejor se fue a su casa. Y ahora nomás falta que Paco le rebaje los días, pinche mundo cruel.

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