Por Ernesto Camou Healy
El jueves 10 de junio de 1971, fiesta de Corpus Christi, estudiaba la Licenciatura en Filosofía en la Ciudad de México. Esa tarde salía de mi casa, en el barrio de Tizapán, cuando veo venir, apresurado y con cara desencajada, a un compañero de estudios, Luis de Tavira, ahora imprescindible dramaturgo nacional, y también internacional. Cuando me vio casi gritó: “Güero, ¿supiste que atacaron la marcha del Poli y que hay muchos muertos?”.
Sabíamos que se realizaría esa manifestación, pero creíamos que un evento como el de Tlaltelolco, sólo tres años atrás, difícilmente se repetiría. Pensábamos, ingenuos, que a Echeverría no le convenía a un año de su toma de posesión, montar un atentado y provocar a la opinión pública; menos aun cuando tenía meses embebido en una retórica que quería parecer de centro izquierda, y había incluido a jóvenes en su gabinete en un intento falaz de acercarse a la juventud que había sido reprimida en el Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.
Volvimos a casa, nos dirigimos a la salita, fuimos avisando a los que encontramos, y muy pronto éramos media docena intentando desentrañar rumores. La televisión, oficial y oficiosa, no era opción y ni siquiera el Canal del Politécnico reportó la represión a sus propios estudiantes. No teníamos teléfono y estábamos en una total ignorancia sobre lo que había sucedido.
Sabíamos que la marcha era para apoyar a los estudiantes de la Universidad de Nuevo León, en donde el gobernador Eduardo Elizondo impuso una nueva ley orgánica y negó presupuesto a la universidad, lo que provocó que los alumnos se declararan en huelga.
A pesar de que el gobernador Elizondo había renunciado el 30 de mayo, los estudiantes del Poli salieron a marchar en apoyo a los neoleoneses. Eso puso nervioso al Gobierno de Echeverría. No sabíamos entonces que en algunas secretarías se preveía un enfrentamiento feroz y que se avisó a hospitales y servicios de salud para que se prepararan. Al mismo tiempo el Gobierno del entonces Departamento del Distrito Federal, a cargo de Alfonso Martínez Domínguez, preparó la intervención de unos mil golpeadores formados para reprimir y aporrear literalmente, que conformaban un grupo paramilitar que luego se conoció como Los Halcones, y que arribaron a la calzada México-Tacuba en camiones, armados con bastones de madera y porras, y resguardados detrás de las filas de granaderos y policías que custodiaban la marcha.
No sabíamos entonces que en determinado momento las hileras de granaderos permitieron el paso de los golpeadores que fueron repelidos por la multitud en marcha; se replegaron y volvieron a pasar entre los policías impasibles, ahora armados con pistolas y rifles y empezaron a matar estudiantes. De esto nos enteramos los días y meses siguientes. En aquel momento lo que sabíamos conformaba un escenario confuso y sombrío.
Iban llegando compañeros que traían rumores y noticias que parecían apócrifas: Se hablaba de cientos de muertos, se dijo que Los Halcones detenían ambulancias y remataban a los heridos, dato que luego se confirmó; incluso se supo que algunos habían ingresado al hospital Rubén Leñero y ejecutaron a varios lesionados.
Esa noche nos dormimos tarde, iracundos y hartos. Al día siguiente algunos diarios confirmaron la noticia y hablaban de decenas, o cientos de muertos. La cifra más frecuente sigue siendo de 225 fallecidos. Echeverría afirmó que se investigaría y castigaría a los culpables; nosotros sabíamos que eso no ocurría en aquel México. Martínez Domínguez renunció al Gobierno de la ciudad el día 15, y Los Halcones volvieron a sus guaridas, en espera de nuevos encargos.
Alfonso Cuarón recreó la matanza en la película “Roma” del 2018, y Gabriel Retes dirigió “El Bulto”, también sobre la represión de aquel jueves de Corpus de hace 52 años. Para muchos jóvenes de entonces ese episodio fue la confirmación que ese PRI y esa calaña de funcionarios deberían ser castigados y enviados al basurero de la historia. Apenas estamos lográndolo.
Ernesto Camou Healy es doctor en Ciencias Sociales, maestro en Antropología Social y licenciado en Filosofía; investigador del CIAD, A.C. de Hermosillo.