Por Lilia Cisneros Luján
—Manipular, cosas, hechos e incluso personas, es posible con la práctica de ciertas actividades que llegan a dominarse, bien por contar con aptitudes especiales o porque se profundizó en el conocimiento de otros, magos, chamanes, brujos o hechiceros.
Los magos y las hadas se dice que tienen poderes sobrenaturales que les permiten estar en contacto con la espiritualidad casi siempre para buscar la armonía entre el ser humano y el mundo que ellos dominan. A lo largo de la historia ha habido seres que por envidia o por fines superiores intentan ser parte de esta categoría y, bien porque alguien los impulsa o porque es su destino –como en Harry Potter– dedican buena parte de su esfuerzo en aprender; aunque muchas veces con finalidades aviesas siempre con el fin último de saberse superiores y contar con masas que los aclamen.
Se supo de un niño mestizo, quien nunca fue una persona caracterizada por la profundidad del análisis, el estudio, la lealtad y mucho menos la humildad, más bien provocaba desconfianza su acelere por llegar a la cúspide de la pirámide aun cuando no fuera todavía su tiempo. Vivía en una extensión física del “país de nunca jamás” y poco le ayudó todo el cariño y la comprensión de una familia cuya madre como la mayoría de las mujeres de su tiempo mantenía esa ambigüedad de sometimiento y control absoluto pero oculto de su realidad.
Para este joven, que a muy corta edad conoció la realidad de la muerte violenta, a veces dormir no es en si un descanso. Cuando apenas era un joven de poco más de 20 años, le conoció un hada cuyo trabajo la llevó a recorrer el país de la abundancia. Por necesidades de la responsabilidad un par de veces debió encontrarse con aquel jovenzuelo, que había abandonado el pueblo donde de cerca vio la sangre y la muerte, la cual enfrentó como líder juvenil de la corte nacional en esa parte del territorio, al que pocos deseaban ir más allá de la visita corta. Los calores y humedales eran una verdadera maldición, como lo era también la actitud poco respetuosa “hacia el otro” que caracterizaba a ese muchacho convertido en aprendiz de hechicero, cuya ambición le hacía asegurar que un día, sin importar cuantas generaciones debiera mantenerse en el planeta, sería el número uno en el sistema imperial de esa tierra que como decían los misioneros del norte fluía leche y miel. Como el hechicero del sur, dejó el grupo que inicialmente le acogió a pesar de su pasado y no sólo procuró olvidar las pesadillas de leones abajo de la cama sino que por años empezó a construir su propio sueño, a la par que pulió sus habilidades de hechicero, para garantizar que pueblos enteros, lo recibieran como el mago o chamán más respetable de su tiempo, implantando en el imaginario de los “buenos y sabios” la imagen casi de un santo.
Como todos los hechiceros tenía el dominio de un grupo de especialistas que le ayudaban a usar magias antiguas, las cuales -para bien o para mal- le sirvieron a fin de alcanzar el nivel de dominio popular que buscó desde su época de mal aprendiz de brujo.
Ni la gente pensante ni los magos y hadas, podían entender que hechizo fue el que logró que la gente mas necesitada –a la cual por cierto jamás ayudó– y sobre todo más limitada en su capacidad de comprensión le hubieran convertido de una persona de tantas distorsiones emocionales en un hechicero tan poderoso. Todos ellos, y aun muchos de los que si entendían la cosmogonía del origen, quedaron encantados y con una incapacidad inexplicable para ver la realidad que dejó fuera de las opciones de control a muchos diabólicos asesinos, violadores, rateros y aun gente buena y servicial a la cual se marginó en peores condiciones que los muy perversos, luego de señalarlos como los deshonestos, mafiosos y todo lo peor que se puede adjudicar a una persona cuando no hay la exigencia de probarlo.
Este hechicero, aspirante a mago o chamán, empezó a modificar la percepción colectiva de la realidad, difundiendo ideas extrañas para curar todo tipo de enfermedades, bajo la premisa de quemar en leña verde todas las instituciones existentes, además de controlar, la distribución de medicamentos, recursos financieros y materiales luego de comunicarse con espíritus no visibles para los muchos y solo susceptibles de ser parte de los dones de enanos y elfos bajo su dominio.
Del sur y del norte del planeta real, empezó a recibir apoyos de otros hechiceros que aun cuando ya habían destruido sus propios países luchaban por mantener su hegemonía, de tal suerte que el trabajo de magos, hadas y auténticos chamanes se hizo por demás riesgosos y muy difícil de practicar, con todo y sus poderes sobrenaturales. Afortunadamente así como las hadas y las brujas tienen características muy diferentes, llega el punto en que los hechiceros, que requieren de instrumentos para dominar su entorno, pueden ser vencidos por los magos y en esa lucha, la ventaja es que aquellos que fueron afectados por el sortilegio de remedios mágicos y fórmulas extrañas, estarán en la posibilidad de reivindicar sus errores o irse al Mictlán, el Tártaro, el Helmein o el Hades.
¿Cuándo terminará el reinado de los encantadores de humanos en el mundo? Imposible saberlo si no eres auténtico y sabio mago, hada o hechicero superior a quienes están ejerciendo tal dominio autoritario; pero seguramente ocurrirá pronto porque como decían las sabias abuelas “No hay mal que dure cien años”, ni tampoco habrá muchos hechizados que lo soporten por demasiado tiempo. Los hechiceros o magos de ficción no tienen más destino que el fracaso y el descubrimiento de la esencia de sus trucos.