Por Jesús Chávez Marín
Presentación del libro Haikú: Bonsai de poesía, de José Antonio García Pérez [Dic. 2001].
—Un sabio mexicano de nombre estepario llamado Abraham Oceranski me dijo que Latinoamérica tiene más cercanía cultural con las tierras orientales que con el occidente aparatoso y vencedor. Otra tarde de otoño también me dijo, mientras caminaba tranquilamente por la plaza de armas: Observa bien esta estatua del aventurero Antonio de Deza y Ulloa, ahora muy famoso porque fundó la ciudad de Chihuahua junto con otros pelafustanes de igual calaña. Mira el diseño de este bulto de bronce: fíjate bien en esa arrogancia agresiva y muy poco elegante: el hombre de bronce mira con ojos de lumbre hacia el templo: en un reto de lo más absurdo le indica a la Catedral y a todo lo que ella simbolice que la ciudad tiene que edificarse precisamente aquí, en donde apunta el dedo índice de su mano derecha: aquí: bajo sus testículos.
En aquel momento de hace 15 años y también en este momento cuando tengo el honor de participar en la presentación del libro Haikú: Bonsai de poesía escrito por mi compañero de la escuela de letras José Antonio García Pérez, vuelvo a ver aquellas dos figuras en la memoria: el filósofo samurái Oceranski pensando muerto de risa me parece la viva estampa de la cultura oriental; el muy poco relajado pero quizá muy respetable Deza y Ulloa en su estatua desafiando a la Catedral me parece un bronce que podría muy bien ser uno de los innumerables símbolos de nuestra cultura occidental.
El libro recién nacido de Antonio, quien además es tocayo del ilustre fundador y colega de Oceranski en el arte del pensamiento, es muy semejante a la síntesis de esas dos culturas no tan lejanas que forman la estirpe de nuestro extenso y milenario origen espiritual.
El título de este discurso quizá pudiera parecer injusto: “El inicio del haikú en la ciudad de Chihuahua”, porque antes hubo otras cinco personas que escribieron y publicaron en revistas y folletos algunos textos semejantes al poema haikú en esta región: Gaspar Gumaro Orozco, Arturo Rico Bovio, Rogelio Treviño, Enrique Servín y Lilly Blake.
Sin embargo, este es el primer libro que aparece con una esencia y unas circunstancias que lo señalan como libro de iniciación:
Es el primero que asume el riesgo de aparecer con ese solo género de poesía: haikú. Los libros y plaketes de los anteriores solo se atrevieron a poner uno que otro poema haikú un tanto cuanto asfixiados entre textos más largos con versos y estrofas en la estricta retórica de la tradición literaria española.
Por otro lado, la estructura de este libro de García Pérez tiene tres ambientes: en el primero asume la preceptiva clásica de la tradición japonesa, cultivada en español por unos cuantos autores, unos con mayor y otros con menor acierto. El segundo se atreve a dar un mayor énfasis a la temática amorosa y erótica, respetando siempre el espacio y el tiempo a que obligan la contemplación de la naturaleza y las señales de estación, pero asumiendo un lirismo risueño y edonista. Y en el tercero el autor resulta aún más audaz: el haikú narrativo, la densidad de una fábula y la ligereza de un viaje estético.
Para terminar quiero compartir con los lectores los que más me gustaron: al leer el libro cada quien pudiera elegir los suyos:
Cielo y tormenta:
El mar hace hara-kiri
en su rabieta
El horizonte,
gran beso ancestral
entre cielo y monte
De madrugada
el frío y la acuarela:
Luz sonrosada
Cruzan en el cielo
constelaciones negras,
¡llegan las aves!
Tímida tarde,
que nos muestra su rubor
después que arde
Flores jóvenes:
¡me pegan los colores
tan vivamente!
Volátil rumor,
zumba hastío y tedio:
Es un moscardón
Diciembre 2002.