Por Jesús Chávez Marín
En la noche helada, el silencio de la nieve que vuela desde lo alto, hasta posarse suavemente en mi pelo, me evoca la timidez con que llorabas cuando te abandonó tu esposo. A pesar de que han pasado 15 años desde que viniste a la editorial a platicarme aquellos hechos crueles que te marcaron de dolor el cuerpo entero, todavía siento muy viva la confusión de no saber cómo consolarte.
Me reclamabas porque yo sabía parte de la historia y nunca te la dije, nunca te previne de todo lo que luego sucedió. Aproveché ese tema para que te enojaras conmigo y así distraerte del lamento encarnado y lloroso en el que te licuabas frente a mí, literalmente, pero tú volvías a lo mismo, a ese tono de elegía con el que me contabas con lujo de detalles tu amor traicionado.
¿Dónde estarás ahora, amiga, mi estrella rota, presa del amor que jamás declina?