Por Jesús Chávez Marín
Había uno que desde el kínder escribía poemas a su señorita de colores Eagle. Y aunque era medio simplón les caía bien a las niñas. Ya más grande aprendió a bailar igualito que Enrique Guzmán y les decía a todas las señoritas en el Parque Lerdo ¿quieres ser mi novia?
Cuando pasaba por ellas para ir al cine, las mamás le preguntaban ¿y usted cómo se llama, joven?
Decía Quique Gavilán. Decía Jorge Luis Borges. Decía Carlos Fuentes.
Ay, m’hijito. Si fueras Carlos Fuentes hasta te dejaba casarte con Anya.
Y es que la señora, que por cierto se llama Irma, es bibliotecaria en la biblioteca municipal del parque Lerdo, y lee como cosaca hasta dos libros por semana.