Por Lilia Cisneros Luján
—Suplicar por apoyo ha sido una reiterada demanda del actual presidente, desde que estaba en campaña y ahora, en el marco de sus conferencias de prensa diarias, solicita ayuda para acabar con la delincuencia –sobre todo a los facinerosos que comercian gasolina robada- también para lograr un país modelo para el planeta, en lo cual va implícito su anhelo de pasar a la historia como el mejor presidente de nuestra historia.
Nos solicita ayudarle, para ser una sociedad más cooperadora, defender los valores patrios, aprobar desde una cartilla moral hasta la guardia nacional y por supuesto evitar compras histéricas de combustible en un contexto de dos semanas de des-abasto y en los casos extremos evitar adquirir combustible ofrecido al margen de lo legítimo.
Sin embargo una súplica parecida cimbró mi corazón, el pasado viernes al observar en la televisión detalles de la tragedia[1] ocurrida en el estado de Hidalgo –priísta por cierto- “ayúdame güey”, clamaba un ser humano envuelto en llamas, otro que le observaba le ordenaba, “¡revuélcate!…cab…. “pero ayúdame” repetía la súplica seguida de la misma repuesta “revuélcate”; y cuando al final el hombre en llamas lo hizo, el segundo con su celular tomó una fotografía sin hacer por supuesto nada más. ¿Lo más grave de esta tragedia, son los cuerpos calcinados? ¿Se exigirá una nueva comisión de la verdad para que les devuelvan vivos a los que ya se convirtieron en cenizas en medio de una turba ocupada en el pillaje? ¿Quién mandó mensajes e hizo llamadas para decir que podían tener gasolina sin costo?
Es terrible que como resultado de un acto de locos haya más de una centena de afectados, la tercera parte de estos fallecidos en ese transe y otros más cuyo rastro ni siquiera va a ser recuperado; pero es mucho más incomprensible que se justifique un absurdo “libre albedrío” con frases –que no argumentos- como que la política pública –no orden dijo López Obrador- es no responder a la violencia con violencia, que debe haber amor y paz y que la rapiña es un efecto de la pobreza.
Esto último en realidad, además de enojar a muchos, ofende a quienes han sido pobres y en el camino de rectitud, obtuvieron calificaciones suficientes para remontar ese origen; a los que hoy siendo pobres –porque nunca salieron de ese estrato o porque han vuelto ahí después de perder trabajo o recibir una pensión de limosna- no son rateros, ni buscan puestos cercanos al poderoso para poder hurtar aunque les paguen poco y en cambio si son lo suficientemente humildes para solicitar auxilio honesto si acaso su condición les limita demasiado para trabajos de becarios aunque no para la continuidad de su ejercicio como profesionistas, desde la computadora de su hogar por ejemplo; y en el extremo de los casos, como ayudantes de caja en centros comerciales[2], que tienen como política remontar la insuficiencia de pensión a los adultos mayores.
La responsabilidad de un gobierno, no solo del que ocupa la silla presidencial, es cuidar de sus ciudadanos, velar para que tengan seguridad personal así como de sus propiedades –lo mismo una bolsa de mujer que camina rumbo a su hogar o empleo, que los equipos de una oficina o aun más aun los de la casa donde la familia come y duerme- y a quienes crecieron sin entender el valor de estas conductas cuando menos hay que limitarlos para que no acudan como bestias a romper la caja de un tráiler accidentado para robarse las reses y en grado extremo hasta matarlas a palos y destazarlas repartiendo las partes sangrantes entre quienes no alcanzaron o tuvieron miedo de llevarse un animal completo andando y bufando. ¿Qué grado de civilidad hay en individuos que no entienden de límites y por lo mismo que están dispuestos a violar las leyes aun a riego de su propia vida y la de otros? ¿El problema de estas personas es de educación académica o de madurez emocional? ¿Qué diferencia hay entre la ausencia de controles éticos de una porra de futbol y las casi 800 personas que fueron a robar combustible?
La tragedia de la explosión del ducto que atraviesa por Hidalgo, es mayor si miramos a los funcionarios que implícitamente admiten su insuficiencia estructural al aceptar “ayuda” de instancias externas[3] -a donde por cierto los médicos mexicanos han ido a dar cátedra- porque supuestamente aquí no se cuenta con los recursos para resolver el problema. ¿Cómo se siente el ya no tan joven Durazo, quien fue secretario particular de un líder priísta asesinado y un presidente panista denostado; hoy con la encomienda de pacificar al país pero sin tocar con el pétalo de una rosa a los “malos”? ¿Cuál es el margen de acción de un primer fiscal general –con el mote ya de carnal- casi llegando al octavo piso de su vida teniendo como primer encargo el de investigar y llegar a ubicar a los responsables de una tragedia como la de Hidalgo?
Contener a una sociedad que funciona a base de impulsos instintivos y procesos primarios como el salvajismo de las hordas prehistóricas, sin poner límites como lo hacen en Europa policías que encierran y castigan a todo aquel que oculto en el anonimato trata de trasgredir las normas más elementales de la civilización -hasta en los juegos de futbol- solo es posible cuando se ha alcanzado cierto grado de madurez. Pero es una madurez exigida a todos los integrantes de un gabinete que debe alcanzar el nivel de valor para decirle al líder que hay diversas maneras de hacer las cosas, si esto no ocurre yo soy la que clamaré por ayuda, para entender lo que está pasando.
[1] Niños retozando en derredor de una fuga inmensa de gasolina, camionetas de último modelo recibiendo bidones con el combustible y luego personas corriendo como si fueran una antorcha en movimiento.
[2] En una COMER, he conversado con mujeres mayores de 65, muy arregladas y comedidas cuya pensión les es insuficiente; aunque ello no les limita para obtener un ingreso extra como “empacadoras”, sin ínfulas por haberse desempeñado como directoras o jefas de departamento en alguna dependencia pública.
[3] Médicos como el hoy extrañado Fernando Ortiz Monasterio, fueron catedráticos en los centros de atención de quemados en los Estados Unidos y ante esta tendencia de exportar pacientes, siempre demostró que cada niño atendido fuera del país, era el riesgo de pérdida de siete empleos en el sector salud; sin embargo, las instancias mexicanas que se abrieron desde mediados de los 80 bajo el criterio de privilegiar el profesionalismo de los médicos nacionales, desaparecieron frente al embate de funcionarios en el año 2004 que hoy llegan para liquidar el seguro popular.