Por Francisco Ortiz Pinchetti
El principal problema de Andrés Manuel es el tiempo. Se le acaba. Se va, y con él el sueño de trascender, de entrar a la galería de los héroes nacionales, de ser el capitán de una cuarta transformación en la historia de México, a la altura –y a un lado— de Morelos, Hidalgo, Madero, Juárez.
No pudo.
Perdió tres años en polarizar a los mexicanos con acusaciones sin fundamento, descalificaciones, ocurrencias. No supo qué hacer con su enorme popularidad (que por cierto no amaina). Despilfarró su capital político en diatribas, argucias electoreras, argumentaciones cantinflescas, maniobras maquiavélicas, mentiras.
Se le fueron, como arena entre los dedos, doce, veinticuatro, treinta y seis meses. Cuarenta y uno ya.
Lejos de avocarse a crear las condiciones de una verdadera transformación, de buscar consensos, de implementar cambios profundos que modificaran las condiciones socio económicas de millones de mexicanos pobres, se aferró a sus prejuicios, fobias e ideas fijas, dominado por la soberbia y su talante autoritario, que ya asomó de plano.
Se dedicó a destruir, en lugar de empezar a construir las bases de una sociedad más justa, humana y equitativa. Como la que él mismo proponía desde la oposición. Hoy, finales de abril de 2022, no hay una reforma estructural en ese sentido, con ese objetivo aunque fuera a mediano o largo plazo.
Ninguno de sus tres proyectos prioritarios tiene ese sentido. Se convirtieron además en obsesiones. Un aeropuerto sin vuelos, una refinería que empezará a producir gasolina cuando el uso de ese combustible estará en franco declive en el mundo entero y un tren ecocida y multi impugnado que taL vez nunca llegue a su destino.
¿Qué más?
Auspició la simulación y el despilfarro en “consultas ciudadanas” absurdas y costosas. La que preguntaba a los mexicanos ¡si se debería o no aplicar la ley! para enjuiciar a los ex presidentes de la República, sólo sirvió para encubrir a Enrique Peña Nieto; pero costó a la Nación 528 millones de pesos. Y la vacilada de la Revocación de Mandato, otros mil 600 millones de pesos. Para nada.
Los resultados económicos de su gestión son lamentables. El pretexto de la pandemia, que como dijo “le vino como anillo al dedo”, no lo exime de responsabilidad. Por el contrario. El PIB nacional no creció en el primer año de su gestión, sin pandemia aun. Hoy la expectativa de crecimiento anual está por debajo ya de los dos dígitos, según la CEPAL. Su promesa de crecer un promedio de cuatro por ciento anual durante su sexenio, se ha esfumado. Quizá no llegue siquiera a un punto. Y la inflación llega ya a 7.7 por ciento, incontrolable.
Hoy hay más pobres en México que cuando él llegó a despachar en Palacio Nacional. Están las cifras oficiales. Hoy es mayor la inequidad en la distribución del ingreso. Están las cifras oficiales.
El tiempo pasa y la inseguridad se incrementa. Hoy, 67 de cada 100 mexicanos se siente inseguro en el lugar en que vive. Los homicidios dolosos superan los 110 mil y se han registrado más de 3,100 feminicidios, entre diciembre de 2018 y febrero de 2022.
El manejo altanero, arbitrario e ineficiente de la pandemia, sujeto a criterios políticos y no científicos, dejó cuando menos 600 mil muertos según registros oficiales.
La corrupción no solo no cede, sino que alcanza a miembros distinguidos del gobierno federal e inclusive de la familia presidencial. Ha empeorado la opacidad en la asignación de contratos de obra pública y adquisiciones federales.
El sistema de salud está destrozado. La pretensión de sustituir el Seguro Popular por un organismo eficiente capaz de proporcionar servicios médicos “como en Dinamarca” a todos los mexicanos, fracasó.
No es de extrañar que, como dicen los confidentes de Palacio, el Presidente esté enfurecido. Desde su fracaso en la elección intermedia de 2021, cuando no pudo alcanzar la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y se esfumaron sus sueños reeleccionistas, los descalabros le han venido en cascada.
Uno tras otro.
El fracaso anunciado de su iniciativa de reforma eléctrica, que ha tratado inútilmente de convertir en logro electorero a través de la descalificación de quienes la rechazaron en el Congreso y a quienes tildó de “traidores a la patria”, ya lo marcó. Algo similar ocurrirá con su propuesta de reforma política, que incluye regresar la organización de las elecciones al gobierno y la supresión de las minorías legislativas. Está desahuciada de entrada. Y él lo sabe, por supuesto.
Al tropezón electoral de 2021, que incluyó la muy significativa pérdida de nueve de las 16 alcaldías capitalinas, se sumaron los conflictos internos en el gabinete que obligaron al tabasqueño inclusive a remover a varios de sus más cercanos colaboradores, la revelación de la Casa Gris de Houston, la tentativa fallida de extender el mandato del presidente de la Suprema Corte, el ridículo de la consulta sobre el juicio a los ex presidentes, los enfrentamientos personales con comunicadores, la escandalosa injerencia del gobierno y el fracaso rotundo de la consulta sobre revocación del mandato. Y, desde luego, su falta de resultados.
Agobiado por la andanada, obstinado en acusar de todos los males e incluso de sus propias fallas a sus antecesores y a sus “adversarios”, enfrascado en sus descalificaciones a la prensa crítica e independiente, Andrés Manuel se empeña aun en mantener el mando más allá de la consumación de su gobierno. En eso gasta el escaso tiempo que le queda. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
¿DESTAPE? Mientras la figura de Claudia Sheinbaum Pardo no más no levanta y Marcelo Ebrard Casaubón se disciplina como buen priista, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, se perfila cada vez más como el verdadero candidato de AMLO para 2024. Es cada día más claro que es en el ex gobernador tabasqueño en quien más confía el Presidente para encargarle el changarro al terminar formalmente su mandato. Este jueves se oyeron gritos de “¡presidente!”, “¡presidente!” entre los aplausos de los diputados de la llamada 4T cuando Andrés les preguntó: “¿Verdad que tenemos un buen secretario de Gobernación?”… ¡Al tiempo!
@fopinchetti