Por Gustavo Esteva
No tocamos aún fondo. Se extienden la violencia y el ejercicio autoritario por todas partes; la degradación moral que a menudo los acompaña no parece tener límites. Se profundiza la miseria y empieza a cundir el hambre. La degradación ambiental llega a extremos sin precedente. Aumentan las ganancias de unos cuantos, lo mismo que los precios.
Todo esto nos encuentra cada vez más divididos. Además de las diferencias convencionales de clase y condición social, aumentan la distancia entre nosotros narrativas en las que creemos con firmeza y sustentan posiciones encontradas. Empecemos con el Covid.
Para unos, “el confinamiento es necesario para contener el virus, el cubrebocas funciona y debe imponerse, las vacunas son seguras, la gente debe tomarlas para protegerse a sí misma y a los demás, y los ‘pasaportes’ de vacuna ayudarán a despejar pronto el panorama y animar a quienes dudan de tomar la vacuna”.
Para otros, “el confinamiento es innecesario, el cubrebocas no funciona, se ha exagerado la eficacia de las vacunas, los ‘pasaportes’ de vacuna no sólo fracasarán, sino que dividirán aún más a la sociedad, y los no vacunados se convertirán pronto en chivos expiatorios. En otras palabras, estamos ante el precipicio de una pendiente resbaladiza hacia medidas de control biopolítico draconiano cada vez mayores, que no se irán una vez que pase la pandemia” (https://paulkingsnorth.substack.com/p/the-vaccine-moment-part-one; https://paulkingsnorth.substack.com/p/the-vaccine-moment-part-two).
En México nos dividen muchas otras cosas. El Presidente es un gravísimo peligro para el país, para unos; para otros es el salvador largamente esperado. Para unos, nos destruye un capitalismo salvaje y depredador; para otros, viene la recuperación económica, con grandes inversiones y megaproyectos, gracias a la benéfica alianza del gran capital y un gobierno progresista, preocupado por los pobres.
Estas posiciones no se basan en la razón y la experiencia, sino en creencias arraigadas, a las que se aferran con pasión quienes las comparten. No las pueden refutar datos, hechos, argumentos. El acuerdo es imposible. En vez de la política, como búsqueda del bien común, tenemos bloques antagónicos de intereses que contaminan a la sociedad entera y llevan a muchas personas al fanatismo.
Termina así uno de los peores años de la historia reciente. Desde arriba, se ofrece más y menos de lo mismo: más controles, más confinamiento, más amenazas a la salud
, y menos ingresos para la mayoría, menos libertad, menos cohesión social. Gran parte de la población está temerosa y paralizada, ansiosa de cumplir lo que se le ordena para salvar la vida
. Muchas personas se someten dócilmente al control creciente de juegos de algoritmos que las hacen cómplices de dispositivos que controlan sus pensamientos y comportamientos.
En tiempos tan desesperados, cobra especial importancia lo que aparece como fuente de inspiración y de esperanza.
A pesar del silencio público que la rodeó, la Travesía de los zapatistas por Tierra Insumisa, como rebautizaron al viejo continente, fue motivo de movilizaciones inesperadas en cada punto que visitaron. Los encuentros mostraron que por todas partes existen grupos que desde abajo están decididos a resistir y que tienen ideas y prácticas innovadoras. Son a menudo señales de un mundo nuevo.
En pueblos y barrios, lo mismo en comunidades indígenas alejadas que en rincones escondidos de las grandes ciudades, surgen novedades fascinantes todos los días. La gente se pone en movimiento. Aparecen aquí y allá movilizaciones multitudinarias para resistir las medidas: No se metan con nuestros hijos
, decían las pancartas de una de ellas. Más que ese tipo de acciones, sin embargo, lo que prolifera es el entrelazamiento entre pequeñas iniciativas transformadoras que se han organizado entre amigos, vecinos y hasta comunidades enteras. Conscientes de que nada sensato y benéfico pueden esperar de arriba, decidieron tomar la vida en sus manos y desafían con ingenio y coraje al mercado y al Estado.
El 4 de diciembre pasado, por ejemplo, tuvo lugar un encuentro virtual entre grupos autónomos de Colombia, India y México, concertado para aprender unos de otros y tejer una nueva forma de solidaridad, para inspiración de los descontentos. Ese ejercicio peculiar tuvo lugar en el seno de un encuentro de sanadoras de Oaxaca y Chiapas, reunidas por varios días en San Cristóbal de las Casas. Intercambiaron con entusiasmo sus experiencias exitosas ante el Covid y en otros campos. En vez del confinamiento que nos aísla, encuentran en una intensa interacción presencial el camino para recuperar su condición humana.
Se trata de ejercicios poéticos, porque poesía, como dice Agamben, es lo indestructible, lo que sobrevive y resiste toda manipulación y toda corrupción. ( La Jornada Semanal, 12/12/2021), Es la poesía que permite terminar el año sin tristeza y depresión por lo que está pasando.