Por Lilia Cisneros Luján
En la víspera del aniversario de una revolución, que no existe más que como fecha de calendario propicia para “el buen fin” o la derrama de turismo nacional, debido al fin de semana largo; vino a mi mente uno de aquellos desfiles deportivo-escolares, donde con bandera en mano, dando redobles en un tambor o sonando la trompeta en instrucciones perfectamente aprendidas, marchábamos con cadencioso paso redoblado, recordando que en un aciago tiempo, unos ciudadanos lucharon en contra de otros con igual categoría pero con diferencias abismales en cuanto a posición económica.
Con orgullo los jóvenes de secundaria, volteábamos a saludar al presidente de la república –López Mateos- teníamos el privilegio de haber aprendido disciplina y respeto por la autoridad, todo lo cual nos hacía vislumbrar un futuro promisorio pavimentado de derechos y por supuesto obligaciones. Nuestra fuente del saber fueron maestros comprometidos primero con la alfabetización y luego con disciplinas que iban desde el civismo hasta las artes manuales pasando por la historia –universal y de México- el español, las matemáticas –álgebra y trigonometría- física y química entre otras. La fuente de investigación estaba en las bibliotecas públicas para quienes nos formamos en ese sistema derivado justamente de los resultados de la revolución.
No había nacido el Dr. Google, si deseábamos aprender más había que tomar un “camión”, al centro –hoy histórico- a buscar centros de información mejor avituallados; los bibliotecarios no eran burócratas sino personas dispuestas a conversar con jóvenes deseosos de investigar e incluso de dar testimonio acerca de lo que ellos sabían del tema, lo mismo la revolución, los héroes de esa lucha fratricida y hasta abuelos que habían participado en ella. ¿Que saben las nuevas generaciones de lo que fue la revolución mexicana? ¿Se ha encontrado con alumnos de universidad que solo pueden decirle acerca de Emiliano Zapata que era homosexual y que Madero fue espiritista?
En la fantasía difundida por los “maestros digitales”, muchos creen que ser revolucionario es sinónimo de izquierda y ser eso a su vez significa criminal, revoltoso, dispuesto a infringir la ley y hasta invasores terroristas ¿Eso es lo que pretende enseñar un presidente de ascendencia aria a sus lectores de menos de 200 caracteres?
Por supuesto, son muy pocos los que saben que nuestra constitución de 1917, emanada de esa revolución, fue modelo para muchas otras posteriores, incluso la soviética; y menos aun son los mexicanos que hoy día estarían dispuesto a marchar ordenadamente y después de muchas horas de preparación para honrar dicha revolución; sin embrago son miles los que de manea anónima, acusan a los gobernantes y matan prójimos sin juicio previo ni pruebas fehacientes de culpabilidad. ¿Es naturaleza humana, lo que propicia los linchamientos y la mentira exagerada para ver cuanto le saco a quien me reprimió? ¿Por qué se esconde y da cabida a los delincuentes y luego se quejan de la falta de seguridad?
Después de los muchos avances jurídicos de los instrumentos que nos dimos posteriormente a la revolución que se debería celebrar mañana, vemos a legisladores vociferando casi con rabia y espuma por la boca, debido a la aprobación de la figura de extinción de dominio[1] “a los corruptos” ¿será que anhelan vivir en la casa blanca? ¿Destruirán la propiedad no citadina del ex secretario de hacienda como lo hicieron bandidos que se aprovecharon en la revolución para invadir ranchos y violar habitantes solo por el delito de ser hijos, vecinos o familiares de los propietarios? ¿Tirarán el Tupper rojo en el que llevan su refrigerio, los nuevos legisladores, para disfrutar de las almohadas sognare y las vajillas de marca?
La expropiación fue malamente utilizada por algunos funcionarios corruptos, que deseaban en cierto momento hacerse ilegítimamente de los bienes de algún enemigo político ¿Será utilizada la extinción de dominio con fines aviesos? Si con ocurrencias o leyes carentes de técnica jurídica, se siguen promulgando normatividades a modo ¿se mantendrá el Estado de Derecho?
Una buena parte de la riqueza arquitectónica de nuestra ciudad se perdió, como resultado de la legislación sobre rentas congeladas. Casonas que no debieron ser destruidas, fueron derruidas por la falta de mantenimiento de herederos de inquilinos, que ausentes de responsabilidad e ignorantes del porqué de esta medida proteccionista de sus ancestros convirtieron esas añejas propiedades en verdaderas cuevas de ladrones ¿Será ese el destino de otras muchas colonias históricas o modernas de la ciudad de México?
Sea como fuere el futuro de estas y otras novedades que nos recetarán los “neo-revolucionarios de la neo-izquierda que habrán de gobernarnos cuando menos los próximos seis años, sería conveniente que recordemos la génesis de este movimiento que se festejaba hace algunos sexenios el 20 de noviembre; que nuestros jóvenes sepan que Pancho Villa, no solo fue un bravucón que invadió los Estados Unidos, cuando no había del otro lado del Bravo ni patrulla fronteriza, ni guardia nacional ni soldados. Que lo de Tierra y libertad no fue una canción inventada por Emiliano Zapata, que las películas de Terror jamás fueron registradas en derechos de autor por Francisco I. Madero y que Porfirio Díaz con todo y su figura blanquecina por el polvo de arroz, era un oriundo de Oaxaca contemporáneo de Benito Juárez.
[1Artículo 5. La acción de extinción de dominio es de carácter real, de contenido patrimonial, y procederá sobre cualquier bien, independientemente de quien lo tenga en su poder, o lo haya adquirido.
La muerte del o los probables responsables no cancela la acción de extinción de dominio.