Por Francisco Ortiz Pinchetti
Amén de sus cada vez más sospechosas relaciones y de sus nada claros negocios, Adán Augusto se ha revelado como el “Mil Usos” de la política mexicana: un personaje cuya asombrosa versatilidad no se limita a coleccionar escaños y cargos públicos sino a amasar una fortuna, a través de una impresionante y variada lista de oficios.
El “Mil Usos” original, Tránsito Pérez, era un hombre de campo pobre e ingenuo, víctima de la gran ciudad. El Senador tabasqueño, en cambio, es la figura que ha dominado la ciudad y el poder, gracias a su maestría en un “oficio” que no está en la ley: ser el hermano, el amigo, el operador y discípulo aventajado del Señor de Macuspana, su paisano.
Y es que no estamos ante un burócrata de carrera ni ante un especialista en un sólo ramo, sino ante un hombre que ha sabido conjugar con envidiable éxito la fe pública, el litigio, los negocios, la ganadería y, por supuesto, la política de élite. Su currículum es una acumulación de cargos y actividades tan diversa como la de un actor de reparto que lo mismo encarna a un Juez que a un próspero hacendado.
A semejanza del personaje central de la cinta dirigida por Roberto G. Rivera en 1981 y cuyo intérprete fue el inolvidable comediante Héctor Suárez, ya fallecido, la clave de su capacidad de subsistencia y acumulación ha sido precisamente esa multifuncionalidad, esa vocación de “Mil Usos” que le ha permitido ser un experto en todo y, al mismo tiempo, en nada en particular. Claro, con la pequeña diferencia de que aquel era un campesino humilde y analfabeto que emigró de su pueblo (Atligüetia, Tlaxcala) a la Ciudad de México en busca de una vida mejor para él y su familia, cuyo apodo obedece a la cantidad de trabajos humildes y precarios que tuvo que desempeñar para sobrevivir en la gran ciudad: cargador, Santa Claus navideño, limpiaparabrisas, masajista en baños públicos, viene viene, albañil, tragafuegos, mandadero, etcétera.
En el caso de don Adán, su base financiera, el cimiento de su fortuna personal, no es un secreto: la Notaría Pública Número 27 de Villahermosa, Tabasco, oficio que le fue tan rentable que él mismo se autoproclamó, sin modestia, el notario más exitoso en la historia de su estado. A esta boyante actividad, que desempeñó hasta 2006 (aunque a la fecha conserva su título, con licencia) sumó sus ingresos como litigante, asesor legal, empresario, rentista de inmuebles, heredero afortunado, malabarista fiscal y ahora sabemos que también muy activo ganadero –capaz de producir 150 cabezas al mes–, diversificación que hoy le permite deslindarse, según él, de los señalamientos de enriquecimiento ilícito.
El hoy coordinador de la bancada oficialista en el Senado, con apenas 62 años de edad, asegura con toda desfachatez que el origen de su patrimonio es transparente y multifacético, resultado de una vida de múltiples y muy afortunados oficios. Visto así, no es que el político haya acumulado dinero, sino que el notario, el ganadero y el empresario se dieron el lujo de incursionar en la política y, de paso, engrandecer su fortuna.
La verdadera clave para desentrañar el ascenso meteórico de nuestro personaje, sin embargo, no reside sólo en su notaría, sino en un vínculo forjado en los tiempos de la disidencia política. Su relación con Andrés Manuel López Obrador, a quien hoy llama su “hermano”, no es política, sino casi fraternal y fundacional. El nexo inicial fue a través de su padre, Payambé López Falconi, un influyente notario de Tabasco y uno de los primeros mecenas de López Obrador tras su ruptura con el PRI en la década de 1980. De hecho, el connotado notario se convirtió en el financista inicial del proyecto obradorista.
Ni más ni menos.
Unos años más tarde, en 1988, el propio Adán Augusto fue el encargado de conseguir y trasladar recursos, en ocasiones literalmente en “cajas de huevo”, para sostener las actividades proselitistas de AMLO y el Frente Democrático Nacional. Este respaldo económico en los momentos de mayor precariedad política le granjeó una lealtad inquebrantable. Es esta deuda histórica de gratitud, ese apoyo inicial, lo que él, Andrés Manuel, valora por encima de cualquier otra consideración, calificándolo como un “compañero entrañable” y su “hermano político”. El financiamiento en las “cajas de huevo” (antecedente de los “sobres amarillos”) resultó ser, a la larga, una inversión política de alto rendimiento. De oro, pues.
Con la confianza del líder moral del Movimiento en ciernes, Adán Augusto procedió a coleccionar puestos en tres de los partidos principales del país. Inició su carrera también en el PRI de Tabasco, en el 2000, donde fue secretario general. Saltó después al PRD para sumarse formalmente al obradorismo, coordinando la campaña presidencial de 2006 en la región sureste. Desde entonces, su ascenso no se detuvo: fue Diputado local, Diputado federal, Senador de la República por primera vez y, en 2019, Gobernador de Tabasco. Dejó el cargo para asumir la Secretaría de Gobernación federal, erigiéndose como el operador político y defensor de cabecera del entonces Presidente. Su culminación llegó al ser designado “corcholata” por su paisano y guía para la sucesión presidencial, antes de regresar al Congreso como Senador nuevamente, coordinador de la bancada de Morena –un puesto de control político que mantiene su influencia intacta— y como tal presidente de la Junta de Coordinación Política (JUCOPO) de la cámara alta.
Tanto éxito, sin embargo, le ha atraído sombras persistentes, ni modo. Su fortuna ha sido escrutada a detalle recientemente por la prensa y la oposición, señalando inconsistencias fiscales y patrimoniales que él mismo ha tenido que salir supuestamente a aclarar, no sin constantes contradicciones. Una investigación reciente reveló que López Hernández recibió 79 millones de pesos de empresas privadas entre 2023 y 2024, ingresos que omitió incluir en sus declaraciones patrimoniales como funcionario público, a pesar de que la ley lo obliga a reportar sus ingresos y sus bienes.
Ante la evidencia, el Senador reconoció haber recibido esa suma por servicios profesionales y… ¡por venta de ganado! La sorpresa fiscal llegó al exponerse su incumplimiento tributario: según fiscalistas, el pago que realizó del Impuesto Sobre la Renta (ISR) representó apenas el 2.4 por ciento de esos ingresos, cuando la tasa aplicable para personas físicas de altos ingresos debió ser de entre el 32 y el 35 por ciento, sugiriendo una posible evasión fiscal por un monto de 26 millones de pesos.
Es decir, Adán Augusto resulta ser un “Mil Usos” tan afortunado, que para él las leyes fiscales parecen funcionar con una generosidad que el ciudadano común sólo puede envidiar. Las empresas que realizaron las transferencias, como GH Servicios Empresariales (señalada como “fantasma” por el SAT) y Operadora Turística Rabatte (contratista de su Gobierno en Tabasco), añadieron capas de duda sobre la legalidad y el conflicto de interés.
El punto más crítico –y vulnerable– de su gestión, no obstante, se concentra en Tabasco: su exsecretario de Seguridad Pública cuando fue Gobernador, Hernán Bermúdez Requena, fue detenido y extraditado a México, imputado por ser presunto líder del grupo criminal
La Barredora. ¿Desconocía Adán Augusto sus antecedentes cuando lo nombró? ¿No se enteró de sus actividades ilícitas mientras fue gobernador? ¿Nada supo al respecto como titular de la Secretaría de Gobernación?
En un sistema que premia la operatividad y la lealtad por encima de la especialización, la honestidad y la eficiencia, el oficio de “Mil Usos” —la diversificación total en la esfera pública y privada— parece ser el camino más rentable hacia la cúspide. Él mismo resume en una frase que devela el secreto de su éxito, su relación con Andrés Manuel: “Siempre estamos al pendiente de él, como hemos hecho toda la vida”. Válgame.
@fopinchetti