Por Leonardo Boff
Casi todos tenemos la sensación de que todo pasa demasiado rápido. Ya casi llega la Navidad, luego las fiestas de fin de año, el Carnaval, y así sucesivamente. ¿Es esta sensación ilusoria o tiene algún fundamento en la realidad?
Existe un acalorado debate entre los científicos, especialmente físicos y climatólogos, sobre la falta de fundamento científico de esta sensación. Generalmente, siguen trabajando dentro del antiguo paradigma que no considera la interacción de todo con todo lo demás, como lo demuestra la física cuántica y lo adopta la ecología integral del Papa Francisco en su encíclica «Sobre el cuidado de la casa común» (2015), y la ecología en general.
Sin embargo, otro grupo de investigadores, que adoptan el nuevo paradigma holístico, como los del Instituto HearthMath, aceptan la hipótesis de que el sol y la actividad geomagnética influyen en la vida humana y en la de todos los seres vivos. Es en este contexto que se sitúa la influencia de la Resonancia Schumann para explicar la sensación de que todo pasa tan rápido.
En 1952, el físico alemán W.O. Schumann descubrió que la Tierra está rodeada por un potente campo electromagnético que se forma entre la superficie terrestre y la parte inferior de la ionosfera, a unos 60-100 km sobre nosotros. La Tierra y la ionosfera actúan como una inmensa «caja» resonante, más o menos constante, con pulsos del orden de 7,83 hercios por segundo. Funciona como una especie de marcapasos, responsable del equilibrio de la biosfera, condición común a todas las formas de vida. También se ha descubierto que todos los vertebrados y nuestros cerebros poseen la misma frecuencia de 7,83 hercios.
Empíricamente, se ha observado que no podemos gozar de buena salud fuera de esta frecuencia biológica natural. Siempre que los astronautas, debido a los viajes espaciales, se encontraban fuera de la actividad electromagnética terrestre y de la resonancia Schumann, se sentían debilitados. Tras el viaje, necesitaban descansar un tiempo para recuperar el equilibrio. Sin embargo, al ser sometidos a la acción de un simulador Schumann, recuperaban el equilibrio y la salud.
Durante miles de años, el latido de la Tierra tuvo esta frecuencia de pulsaciones, y la vida se desarrolló en un relativo equilibrio ecológico. Sin embargo, a partir de la década de 1980, y de forma más marcada desde la década de 1990 hasta la actualidad, la frecuencia ha aumentado de 7,83 a 9,1113 hercios por segundo o más. El corazón de la Tierra se ha acelerado.
Muchos investigadores, entre las diversas influencias solares y electromagnéticas a las que la Tierra está constantemente sometida, han incluido la Resonancia Schumann. Afirman que está bien documentado que afecta a las dimensiones cerebral y cardiovascular, así como al sistema nervioso autónomo. Sostienen que no es sorprendente que coincidan desequilibrios ecológicos y sociales: calentamiento global, eventos extremos con sequías severas e inundaciones masivas debido a lluvias torrenciales, aumento de la actividad volcánica, crecientes tensiones y conflictos en el mundo, y un incremento generalizado de comportamientos desviados entre las personas, entre otros. Debido a la aceleración general, el día de 24 horas continúa durando 24 horas, pero en realidad, la percepción es como si solo durara 16. Por lo tanto, la sensación de que todo pasa demasiado rápido no es ilusoria, sino que tendría una base real en esta alteración de los campos electromagnéticos y la Resonancia Schumann.
Los datos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, confirmados por varias COP, revelan que se están produciendo fenómenos extremos, con un aumento de la temperatura global del planeta hasta 1,7 °C este año, mientras que se preveía que alcanzaría los 1,5 °C en 2030.
Ya no podemos detener el cambio, solo ralentizarlo mediante la precaución, la prevención, la adaptación y la mitigación de sus efectos nocivos. Si no cambiamos el rumbo de la civilización, habrá grandes diezmas de especies y millones de personas podrían estar en riesgo de muerte.
La Tierra es Gaia, un superorganismo viviente que articula los aspectos físicos, químicos, biológicos y antropológicos de tal manera que se vuelve benévola con la vida. Sin embargo, no puede autorregularse. Debemos ayudarla cambiando nuestros patrones de intervención en la naturaleza, de producción y de consumo. De lo contrario, podríamos presenciar el destino de los dinosaurios. Nosotros, los seres humanos, somos la parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera. Tenemos el imperativo ético, bien expresado en el libro del Génesis (2:15), de proteger y cuidar nuestra Casa Común.
Este imperativo debe comenzar por nosotros mismos: hacer todo sin estrés, con mayor serenidad, con más amor, que es una energía cósmica y esencialmente armonizadora. Los científicos en este campo afirman que las personas que se alinean con la Resonancia Schumann normal (7,83 hercios) son más cordiales, cariñosas y compasivas.
Necesitamos respirar al unísono con la Tierra, conspirar con ella por la paz que es el equilibrio del movimiento y el fruto de la justa medida en todas nuestras actividades.
Leonardo Boff, ecoteólogo y miembro de la Comisión Internacional de la Carta de la Tierra.
