García Chávez: El hartazgo que viene

Por Jaime García Chávez

Chihuahua avanza hacia un hartazgo político que hará crisis en 2027, cuando se realice la elección para renovar gubernatura, Congreso, ayuntamientos y sindicaturas. El desempeño de la clase política, en un ciclo largo que abarcaría desde 1998, con la inauguración de la corrupción galopante de Patricio Martínez, al gobierno actual de María Eugenia Campos, deja mucho que desear y rezagos inocultables por el divorcio existente entre los que ejercen el poder y los que sólo les queda obedecer o apechugar.

Estamos lejos de la principal reforma que demanda el país: la reforma del ejercicio del poder. Aquí en Chihuahua se sigue practicando por una servidumbre que se le presta a la oligarquía local, que tiene en el gobierno del estado una especie de rama gerencial para atender sus propios asuntos. Prácticamente se vive una política estamental en la que importa dar satisfacción a los que más tienen en demérito de todos.

La seguridad pública, por ejemplo, se ha abandonado y se tapa deplorablemente con la supuesta creación de una Torre Centinela que da risa si entendemos que hay tecnologías muy sofisticadas hoy en día como para pretender crear un faro monumental en Ciudad Juárez. El lugar que ocupa Chihuahua en los índices de criminalidad lo ponen a la par, sólo ligeramente, por debajo de estados como Guanajuato o Sinaloa. Pero al gobierno de Campos Galván le interesa quedar bien con la estirpe dorada con la mediación de organismos decorativos como FICOSEC, o a través de la filantropía barata que se expende a través de la FECHAC.

Los partidos políticos prácticamente son inexistentes, o son agencias que se confunden con el mismo gobierno, como el PAN o MORENA, o son satélites que se emplean a modo y de acuerdo a las necesidades que tienen los poderosos, toda una casta que ya pesa mucho sobre Chihuahua y que es un estorbo.

Tenemos que salir de un círculo vicioso que se originó hace ya varias décadas con la bipolaridad PRI-PAN, cuyo saldo fue la configuración de los políticos que hoy tenemos en escena, los más relevantes según una prensa a todas luces vendida para dictar narrativas a modo.

En Chihuahua deben llegar los tiempos de renovación ciudadana, de relevos reales y genuinos. Debemos dejar atrás los tiempos en que el duartismo, por ejemplo, es el espantapájaros del corralismo, no una auténtica lucha anticorrupción como la que protagonizó Unión Ciudadana. Al respecto estamos ayunos de información consistente y sustentada en la verdad y la aproximación a la justicia del caso, si es que esta la hay.

El hartazgo consistiría en que se empiece a materializar que los actores políticos que aspiran a tener a Chihuahua en la órbita de su poder están absolutamente desprestigiados, y lo que se explota es la riña y la pugnacidad, a veces en el ridículo, con la que se conduce un círculo de no más de diez personas que aspiran a elevarse al máximo nivel gubernamental hacia el último tramo de este decenio lamentable.

Un simple repaso de los actores políticos en activo, nos habla de la miseria y fracaso en la que nos encontramos y de la necesidad de un renacimiento ciudadano que le dé aliento a Chihuahua para un nuevo ciclo. Desde el poder se ha mostrado estéril la pugna Duarte-Corral: el primero en un delincuente con muchos beneficios que está empedrando su salida a la libertad plena para administrar lo robado; del otro se trata simplemente de un traidor contumaz, que el olfato chihuahuense ya tiene bien ubicado para inspirar un desprecio justificado.

Para la prensa, que es una sola con el gobierno de María Eugenia Campos, todo lo que acontece en política es lo que se ve en el círculo rojo de los engreídos ubicados en el espectro político de la miseria de partidos políticos que tenemos en Chihuahua.

Si volteamos al PAN, encontramos a Marco Bonilla, que no puede aspirar más que a un apoderado gubernamental del grupo cementero de Chihuahua. A últimas fechas se ha fingido que Maru Campos puede tener una opción diferente en la diputada Manque Granados, quien forma parte de una clase económica defenestrada en los negocios públicos de hace tiempo y que puede aspirar a continuar el drama que a todos nos golpea.

Del PRI, ni hablar. Si acaso el primaveral Tony Meléndez llegase a ser candidato, sería naufragar con un crooner suave y murmurante, pero igualmente condenado al fracaso. El Grupo Delicias se vio eficaz en la guerra cuando tenía todas las condiciones para ganar las batallas, y al final el mundo de los negocios les ganó. El PRI continuará en servidumbre con el PAN. Es una marca que ya no vende y sus principales dirigentes, cuando se mueven, se hunden más.

MORENA se ostenta como la transformación, pero no lo ha hecho mejor, ni en contenido ni en forma. Ahí está Andrea Chávez, que se auto ostenta como “relevo generacional” pero no se puede desprender de los fósiles priistas ni de sus prácticas más aberrantes. La joven senadora es bravucona y soberbia, a la par de la panista Lilly Téllez.

A su vez, Carlos Loera De la Rosa ha dicho el gastado “no me den por muerto”, pero es obvio que huele a cadaverina. Chihuahua en sus manos sería un desastre, como lo demostró en su intervención en la crisis del agua de hace poco más de cuatro años.

Por último, ahí en MORENA está la figura de Cruz Pérez Cuéllar. Hoy es alcalde de Ciudad Juárez, aprovecha ese poder y sus recursos para promoverse al margen de toda ley. Es un saltimbanqui de la política, al igual que su compadre Javier Corral, y de continuar en la escena pública, es que nos obliga a seguir soportando odios que siendo de ellos se los quieren endosar a la sociedad. Para decirlo claro, Cruz Pérez Cuéllar es un transa y por esto está en la llamada “Lista Marco” emitido por el gobierno de Estados Unidos en la que figuran 44 personajes de la política, la administración y la milicia, identificados como “presuntos colaboradores, beneficiarios o protectores de organizaciones criminales trasnacionales, en particular cárteles del narcotráfico y redes paralelas de contrabando en los sectores fiscal, energético y financiero”.

En síntesis, por lo que a mi toca, no participo de la antipolítica, pero sí creo que ha llegado el momento de gritar que ya se vayan todos. Sería lo mejor para que Chihuahua renazca.

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