Por Jesús Chávez Marín
Esa foto que te mandé en el Whats App fue de pura vacilada, tú sabes que yo no soy así. Es de un estudio que me hicieron cuando me quise poner de modelo creyendo ingenuamente que ganaría un dineral, no me odies por ser bonita. La Agencia prometía las perlas de la virgen: sueldo, sobresueldo, comisiones, viajes, horas extras; la dirigía un señor muy amable que había sido periodista; estaba en un local en el Periférico de la Juventud, con pistas de danza, camerinos y toda la cosa.
Yo entré allí luego de pasar dos años buscando trabajo, después de salir de la Universidad; mi carrera de nutrióloga me encanta, pero no hay por dónde colocarse. Total, a los diez meses la Agencia de Modelos quebró, a pesar de que nos solicitaban de edecanes de todos lados. ¡De edecanes, no de modelos! Y nos pagaban una miseria. Una acá, hecha toda una licenciada, y nos trataban como a sirvientas con minifalda. Al final, al dueño se le juntaron tres meses de renta y le pidieron el local, y es que la renta era exorbitante, si te digo la cantidad creerías que estoy exagerando.