Cuento: Dos almas

Por Jesús Chávez Marín

Con el alma en un hilo llegó Tomasita al hospital a donde llevaron a su hijo Gonzalo después del accidente; eran las cuatro y media de la madrugada cuando timbró el celular y le avisaron. Una troca negra que venía a muy alta velocidad por la Avenida Cantera había arrollado a los tres muchachos en el pequeño Honda de Rodrigo; el conductor se dio a la fuga. Rodrigo era amigo de Gonzalo, lo habían sido desde la primaria y fueron como hermanos. Rodrigo murió al instante, igual que el otro joven que venía con ellos; Gonzalo luchaba entre la vida y la muerte en el quirófano. Con angustia delirante la madre caminaba por los pasillos y por la sala de espera rezando, llorando inconsolable. Dos horas después le informaron que el muchacho había muerto, que si deseaba pasar a despedirse de él antes que lo llevaran a la morgue para la autopsia de ley. Tomasita entró a la habitación donde yacía su hijo, se abrazó a su cuerpo, imploró que su propia muerte le fuera concedida, pues no imaginaba cómo podría seguir viviendo sin su único hijo. Un aneurisma misericordioso llegó, luego de una punzada del más fiero dolor que imaginarse pudiera; duró la eternidad de medio minuto de sacrificio.

 

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