Por Adriana Esquivel/ Ra´íchali
— A Pedro Turuséachi le tomó casi dos semanas recorrer la Sierra Tarahumara buscando plagas. Era época de lluvia y varias de las milpas se habían infectado.
En esa ocasión, como era su costumbre, no hubo distancia ni caminos peligrosos que lo detuvieran, él se fue con un compañero para ver cómo podían ayudar a salvar la cosecha.
Regresó a la capital con frasquitos llenos de insectos para estudiarlos. Los dejó en su escritorio y se fue a descansar sin pensar que, al día siguiente, la señora que trabajaba en la limpieza había echado al baño todo su trabajo de campo.
Cualquier otra persona hubiera explotado, pero el defensor rarámuri transformó la molestia en risas porque “ese era Pedro, una persona maravillosa”, recuerda con cariño Socorro López Franco, quien trabajó con él casi 20 años.
El primero de enero trascendió la noticia del fallecimiento de Pedro, rarámuri defensor del maíz de 46 años. A través de las redes sociales, sus amigos, amigas, colegas y organizaciones civiles estatales y nacionales lamentaron la pérdida de uno de los más grandes defensores del maíz nativo en Chihuahua.
Su muerte, coincidieron, rompe un puente importante de saberes entre los pueblos indígenas y mestizos, pues Pedro dedicó su vida a capacitarse y llevar ese conocimiento a las comunidades.
¿Quién fue Pedro Turuséachi?
A Pedro lo recuerdan como un hombre sencillo, alegre y muy profesional. Nació en Norogachi, Guachochi, pero se conocía perfectamente toda la Sierra y se movía con plena seguridad. Aunque viajó a varias partes del mundo para estudiar y conocer otras culturas, nunca perdió su identidad rarámuri.
Desde muy joven comenzó a sobresalir por los aportes que hacía y su cercanía con procesos sociales y eclesiales en la Tarahumara, le abrió más caminos para trabajar por su comunidad.
Él era una persona muy tranquila, paciente; siempre que hablaba para explicar un tema lo hacía con voz baja, con mucha delicadeza con la gente, pero, también, cuando la gente estaba más atenta y sacaba sus buenas bromas, todo el mundo se reía –Socorro López, colega.
Trabajó en la Consultoría Técnica Comunitaria (Contec) desde su fundación en 1999. En dicha organización era el responsable del área de conservación de suelo y mejoramiento de las parcelas agrícolas.
Entre sus actividades estaba la selección de semillas, control de plagas, mejoramientos de suelo y, antes de concluir el año, organizaba la fiesta del maíz en las comunidades indígenas con las que trabajaba.
De 2017 a 2019 se sumó al equipo de la Comisión Estatal de Pueblo Indígenas (Coepi) como coordinador de la Fiesta del Maíz, eventos en los que siempre habló sobre la importancia de que los jóvenes conocieran la tierra.
El mayor aporte que hizo a los pueblos indígenas de Chihuahua, comentó Socorro, fue que todo el conocimiento que había adquirido en su vida comunitaria y profesional lo compartía con las comunidades.
Capacitó a mucha gente en toda la sierra, si siguen el camino o no, es su responsabilidad, pero él preparó a mucha gente y le damos las gracias por todo lo que hizo en la Sierra, por lo que compartió… su muerte es una gran pérdida porque hay gentes que pueden vivir muchos más años y no dejar nada, él lo dio todo.
Para Álvaro Salgado, integrante del Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas (Cenami), Pedro fue un rarámuri que supo entender su cultura en relación con la occidental para tomar elementos de ambas para trabajar por su comunidad.
Sin sentirse un representante de los rarámuri, explicó, él jugó como un puente de conocimientos que le podía servir a la gente y a la comunidad.
Recordó que era reconocido en su comunidad, pero no como alguien que sabía o daba clases, sino que mantenía un pie en la dinámica comunitaria. Siempre cercano a la fiesta, a la dinámica de su pueblo, nunca perdió su identidad ni su lazo comunitario, por lo que siempre se le tuvo un gran respeto.
Destacó que una de las preocupaciones que tenía Pedro era en la pérdida de la cultura rarámuri entre las niñas, niños y jóvenes, por lo que soñaba con terminar su gestión en Coepi y trabajar directamente con las comunidades sin una estructura occidental de por medio.
Con la muerte de Pedro se pierde un puente más, él quería seguir aportando sin gobierno, sin iglesia, sin organizaciones civiles, quería y sabía cómo hacerlo desde y con las comunidades y ese aporte, ahora, va a ser más difícil que se logre porque él tenía muy claro por dónde iba esa siguiente etapa en la que ya no estará… los conocimientos que había adquirido se van con él.