Por Francisco Ortiz Pinchetti
—Ahora resulta que desde el púlpito presidencial de Palacio Nacional se dictan lecciones de periodismo con la pretensión de reeducar a los comunicadores profesionales, a partir de lo que el insólito profesor considera el verdadero sentido de esa actividad tan cara para la democracia de este país.
Al hacerlo, reprueba en una sola sesión, su conferencia de prensa matutina del pasado lunes 22, a cuatro diferentes medios de comunicación que no se ajustan a sus lineamientos y que se refugian según él en “la comodidad de la independencia” para no comprometerse con el cambio que él dice encabezar.
Así, regaña a la revista Proceso porque se ha “portado mal” con él; difama al portal SinEmbargo por publicar una información sobre la estancia del hijo menor del mandatario en un centro de veraneo ultra fifí de San Luis Potosí; descalifica por enésima ocasión al diario Reforma y exige al periódico británico Financial Times disculparse por solapar la corrupción neoliberal en México.
En su perorata contra Proceso define por fin, sin lugar a dudas, su concepción sobre el papel de la prensa, desde una visión decimonónica. No tiene desperdicio:
“La revista Proceso, por ejemplo, no se portó bien con nosotros”, espetó al reportero Arturo Rodríguez García, de ese semanario, que acababa de hacerle una pregunta. “No es ningún reproche”, aclaró a su más puro estilo.
– No es papel de los medios portarse bien, Presidente, con alguien…– replicó Rodríguez García.
– No, pero estamos buscando la transformación y todos los buenos periodistas de la historia siempre han apostado a las transformaciones. Es una visión distinta, sí, pero Zarco estuvo en las filas del movimiento liberal y los Flores Magón, también…
– Son 150 años de distancia, Presidente.
– Sí, los periodistas mejores que ha habido en la historia de México, los de la República Restaurada, todos, tomaron partido. Y es que es muy cómodo decir: ‘Yo soy independiente o el periodismo no tiene por qué tomar partido, o apostar a la transformación’. Entonces, es nada más analizar la realidad, criticar la realidad, pero no transformarla.PUBLICIDAD
“Para conservar, no para transformar, o sea, que es lo que se ha hecho en el caso del Proceso, mucho en ese sentido. Por eso lo leo poco ya, desde que falleció don Julio Scherer, al que admiraba mucho, pero ese es otro asunto”.
En el contexto en que lo hizo, la alusión a Scherer García me parece que ofende la memoria del fundador de Proceso, con quien tuvo una relación tardía y superficial y al que evidentemente no conoció. Si algo distinguió a ese notable reportero, a cuyas órdenes trabajé tres años en Excélsior y sus 20 años al frente del semanario, fue su opción inequívoca por la independencia y la crítica, la libertad, y su rechazo tajante al periodismo militante.
Es este espacio he contado el episodio. Luego de cubrir como enviado el proceso electoral de 1986 en el estado de Chihuahua y documentar el fraude cometido en agravio del Partido Acción Nacional y su candidato a la gubernatura, Scherer García me llamó a su despacho: “Su trabajo ha sido crucial en la trayectoria de Proceso”, me soltó el director muy a su estilo. “Se acabó la etiqueta de izquierdistas. Nunca más podrán endilgarnos esa ni ninguna tendencia. Nunca, don Paco, nunca”. Pocas veces lo vi tan emocionado. “Nosotros hacemos periodismo”, repitió.
Probablemente ignora el autoerigido profesor de periodismo que Scherer García dejó la dirección de Proceso de manera voluntaria el 6 de noviembre de 1996 (¡hace 23 años!), al cumplirse justo dos décadas de la azarosa fundación de una publicación que fue digna respuesta precisamente a un atentado contra la libertad de prensa perpetrado desde el poder por Luis Echeverría Álvarez para acallar la para él insoportable independencia de Excélsior.
Desde la cátedra presidencial, niega la historia y la evolución del periodismo moderno, no sólo en México sino en el mundo entero, para exigir a estas alturas– con tono de advertencia, ojo– total incondicionalidad de los medios a su proyecto, so pena de ser condenados a la ignominia por su dedo flamígero. Para ello hace un uso falaz de lo que llama “derecho de réplica”– una facultad de quien es aludido en alguna información para rebatir, desmentir o aclarar— sólo para descalificar, no para responder.
Por supuesto que el profe no entiende– o finge no entender– , algo que es sencillamente indiscutible: el derecho de un medio de comunicación a ejercer su libertad de información y de crítica, le guste o no a los protagonistas políticos que se sienten afectados. De hecho, estamos en presencia no solo de una actitud intolerante, sino de una nueva modalidad de la censura. Sin más.
Lo que me parece más preocupante ahora es la falta de una respuesta contundente y unificada por parte de los comunicadores profesionales y sus medios ante las agresiones ya cotidianas de quien quiere decidir todo en este país, incluido el comportamiento de la prensa. Válgame.
@fopinchetti