El G20, o Grupo de los Veinte, es un foro compuesto por jefes de gobierno y presidentes de bancos centrales cuyo objetivo es intercambiar opiniones, y lograr acuerdos, sobre políticas orientadas a lograr la estabilidad financiera internacional. Es el principal espacio de deliberación en política y economía del mundo; se fundó en 1999 y agrupa a 20 países de todos los continentes. Actualmente lo preside Inácio Lula da Silva y tuvo su última reunión en Río de Janeiro los días 18 y 19 de noviembre pasados.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, asistió y participó con algunas propuestas interesantes. En la primera sesión de trabajo emplazó a utilizar una pequeña porción de los gastos militares y destinar esos recursos a la reforestación de áreas naturales, con el doble propósito de repoblar bosques y dar trabajo a campesinos y sus familias, en labores de siembra de especies maderables y también frutales.
“La propuesta -afirmó la Presidenta- es establecer un fondo para destinar el 1% del gasto militar de nuestros países para llevar a cabo el programa de reforestación más grande de la historia. Significaría liberar unos 24 mil millones de dólares al año (12 veces lo que ya destina México) para apoyar a seis millones de sembradores de árboles que reforestarían 15 millones de hectáreas, algo así como cuatro veces la superficie de Dinamarca, toda la de Guatemala, Belice y El Salvador juntos, o 30% la de Suecia.
“Con ello ayudaríamos a mitigar el calentamiento global y restauraríamos el tejido social ayudando a las comunidades a salir de la pobreza. La propuesta es dejar de sembrar guerras, sembremos paz y sembremos vida”, enfatizó en su participación en la Sesión de Trabajo: Lucha contra el Hambre y la Pobreza.
Conviene destacar que con su intervención intenta lograr dos objetivos: Incrementar las áreas verdes a nivel global, lo que repercutirá en una mejoría del medio ambiente y hará más viable la vida y el ecosistema, a la par que generará trabajo para familias de escasos recursos en las áreas rurales.
No menos importante resulta canalizar al menos uno por ciento de la inversión en la industria bélica, un esfuerzo que resulta necesario para la defensa de los pueblos y naciones, pero que conlleva la tentación de utilizar las armas también para la ofensa y la destrucción, como hoy se comprueba con las conflagraciones aberrantes entre Rusia y Ucrania, y la ofensiva genocida de Israel contra los palestinos.
Y continuó: “¿Qué está pasando en nuestro mundo que en tan sólo dos años el gasto en armas creció casi el triple que la economía mundial? ¿Cómo es que la economía de la destrucción alcanzó un gasto de más de 2.4 billones de dólares? ¿Cómo es que 700 millones de personas en el mundo aún viven por debajo de la línea de pobreza?”
“Resulta absurdo, sin sentido, que haya más gasto en armas que para atender la pobreza o el cambio climático. Reduciríamos la migración y el hambre, si tan sólo elevamos la palabra amor por encima del odio, la generosidad de la persona humilde y desposeída, por encima de la avaricia y el deseo de dominación. Me niego a pensar que somos capaces de crear la inteligencia artificial e incapaces de dar la mano al que se quedó atrás”, dijo.
Su participación fue un reclamo contra la beligerancia entre pueblos y naciones, con su carga de destrucción y muerte, demanda que contrasta con el veto de los Estados Unidos contra una resolución de las Naciones Unidas que exigía un alto al fuego inmediato e incondicional en Gaza. Con esa acción el gobierno de Biden alentó la ofensiva de Israel contra la organización Hamas, que se ha tornado desdichadamente en un proyecto de expulsión y exterminio contra un pueblo que lleva centenares de años ocupando esos territorios: Hasta ahora la mayor parte de las muertes han sido de ancianos, mujeres y niños.
Son propuestas sensibles y también urgentes… ¡Bien!