Por Guadalupe Ángeles
I
Hay un líquido que escurre de mis ojos, ¿para eso los espejos? Si lo puedo ver lo entiendo, pero no fui hecha para deshojar flores, sí para desoír palabras en mi contra. Y contra ellas puedo cantar. Esta es mi voz. Esta es la manera en que me verás: construyendo mi propia destrucción sin tocarte, porque no puedo, pero tampoco quiero. Ese tiempo pasó: deslumbramiento sin sentido. Me hice prometer que cantaría: Si tuviera miedo, cantaría. Si escuchaba algún derrumbe verdadero, cantaría. ¿Para qué si no la voz? Para sostenerme, para saber que mi cuerpo es mi hogar.
¿Arrancarme de mí? No quiero pensar que nací siendo una equivocación. Acariciar con mis manos no es posible.
Acostumbrada a mí desde siempre nunca necesité otra cosa que escuchar, ver, percibir el perfume del café y que mi lengua supiera lo dulce y salado de la existencia.
Camino habitada de silencio, pero dentro, un deslumbramiento particular me roe por dentro, allá donde, otra vez, mi voz nace.
II
Alrededor de mí: tu nombre,
escarcha
Hace demasiado frío para olvidar tu voz:
hoguera
Saber si arde el pensamiento
¿sentirlo?
Abatida en mí, vencida de ti
mentiría
Arrojada, como piedra de escarnio
sangrante
¿Es la piel rota o el músculo adolorido?
fantasmas
Hace tanto que me fue arrancado tu cuerpo
fetiche
Pero no fue tiempo ni cobardía
Indiferencia
Olvido
Camino desde entonces rodeada por rumores
hacía mí
hacia ¿qué?