Fue creado como una broma, pero la fecha ha servido para reflexionar sobre los graves efectos de la impuntualidad en todo tipo de relaciones humanas.
Alejandro Salmón Aguilera | ahoramismo
Inició como una broma, pero, pasados los años, ya hizo es en serio.
Se trata de “El día de llegar tarde”, una celebración que instauró la organización autodenominada Procrastinators Club of America, que el estadounidense Les Waas en 1956.
SI dicen que “de broma en broma, la verdad se asoma”, el celebrar a las personas impuntuales se fue volviendo una costumbre en algunas ciudades de los Estados Unidos, como si llegar tarde a un compromiso, al lugar de trabajo o a la escuela fuera un ejercicio “desestresante”.
La Procrastinators Club of America inició ese festejo de una manera tan suigéneris que reflejaba en toda su extensión el acto y efecto de dejar todo para después de llegar tarde a los acontecimientos.
En aquellos años de su inicio, emprendieron una protesta para exigir el fin de la guerra… pero de 1812 entre Estados Unidos de América y la Gran Bretaña, que había concluido hacía casi siglo y medio.
Incluso, llegaron a festejar como mérito propio el que se haya alcanzado la paz entre las dos naciones.
Si bien comenzó todo como una broma, si no es que un chiste de mal gusto, el 5 de septiembre, aunque no esté reconocido como un “Día internacional de llegar tarde” por ninguna organización, sí ha servido para analizar el fenómeno de la impuntualidad y los efectos que ésta tiene en la economía y las relaciones humanas.
Incluso, hay una auténtica “colección” de algunas de las más recurrentes frases que solemos usar para justificar nuestro retraso, algunas de las cuales, de tan usadas, ya son por demás inverosímiles.
El famoso: “No sonó el despertador” suele acompañarse de la respuesta: “¡Pero si quedamos a las 11 de la mañana ¿pues a qué hora te levantas?”
O el también frecuente recurso de “Mi mascota se enfermó”, que ya resulta por demás arriesgado, pues se expone quien lo dice a recibir una respuesta terminante, como “¿Tu gato? ¡Pero si murió hace un año!”
—Es que ahora tengo un perro
—¿No eras alérgico a los perros?
O el que casi nunca calta: “Me chocaron”. ¿Te chocaron? —le contestan—¿no me dijiste que tenías tu auto en el taller?
—Es que venía en Uber… y lo chocaron.
También está el muy frecuente pretexto de la enfermedad de un familiar, por lo regular, la abuelita. El peligro, si no se tiene cuidado, es que le respondan: “¡Pero si ya se habían muerto tus dos abuelas ¿pues cuántas tienes?”.
Foto: www.eltelegrafo.com
· Los costos de la impuntualidad
Más allá de la broma y de lo chocante que puede resultar una persona que llega tarde, la impuntualidad es un factor que afecta seriamente a procesos productivos completos, así como al curso de una clase escolar.
Aunque no se dispone de estudios concretos sobre el impacto de la impuntualidad y su costo económico, el problema llegó a ser de tal magnitud que, hoy en día, cientos de empresas dan bonos de puntualidad a sus empleadas y empleados.
Este bono ha sido criticado por gerentes y directivos de empresa, quienes cuestionan el hecho de pagar por cumplir con algo que es una obligación, como llegar a tiempo.
Particularmente, el sector manufacturero puede enfrentar graves consecuencias a causa de la impuntualidad, pues sus procesos son tan estrictos que dependen en gran medida del llamado “just in time”, es decir, de la entrega a tiempo del producto a su cliente.
En el ámbito escolar, la entrada a tiempo al salón de clases queda establecida, por lo regular, en los reglamentos de cada plantel desde el inicio del ciclo.
Sin embargo, es común que cada maestra o maestro establezca su propio “margen de tolerancia” y permita la llegada tarde a algunas o algunos de su alumnos.
Es margen bien puede ir desde los cinco minutos hasta los 15 después de iniciada la cátedra. Sin embargo, también hay mentores que, desde el momento mismo de entrar al aula, cierran la puerta y ya no permiten la entrada a las o los retardados.
La acumulación de retardos puede generar faltas y, estas, a su vez, la reprobación de una materia al final del semestre.
Así de grave puede ser el llegar tarde.
Foto: Instituto Europeo de Inteligencias Eficientes (IEIE)
· ¿Es cultural?
Eso de llegar tarde es un hábito tan frecuente, que ha generado una serie de dichos y refranes populares usados frecuentemente por la población del país.
Frases como “más vale tarde que nunca”, para justificar desfasada de un trabajo o un encargo.
O los cínicos dichos de: “tarde, pero sin sueño” o “tarde, pero seguro”, de boca de quien no encuentra mayor impedimento para hacer esperar a la gente.
“Ya es demasiado tarde”, para expresar que se ha llegado a un límite.
“Lo haré a más tardar mañana”. ¿Por qué mejor no decirlo “lo haré cuanto antes”?
Y, claro está, la mentirilla piadosa que se usa con tal recurrencia que ya ni atención se le pone: “no me tardo”.
Como sea, hoy es 5 de septiembre y es día de recordar los efectos de llegar tarde. Así que bien pueden festejarlo mañana, 6 de septiembre, con un día de retraso, a fin que “más vale tarde que nunca”.